miércoles, 28 de marzo de 2018

ROBERTO COPPARI (Charla 1)


AM 1520 Radio Chascomús – Audición “CAMPO AFUERA”
Micro Nº 36 – 28/03/2018

Antes de salir “campo afuera” pa’ poder tender la vista mirando lejos, dende’l banco chueco en el que estoy sentao, vamos a ver si le arrimamos unas “astillas” al “Fogón de los Poetas”.

Sin lugar a ninguna duda, podré haber conocido a muchos de los poetas que desde este espacio recordamos, tener trato y ser amigo de alguno, pero quizás nunca sea como lo fue con Roberto Coppari, quien, siendo de la generación y edad de mi padre, siempre me trató con una especial deferencia, con un tono amisto pero paternal. Inclusive, siendo hombre que rondaba los 80, junto a su esposa, en más de una charla con amigos sentidos, supieron decir: “Carlos es el hijo que no tuvimos”. Muchas veces, cuando debía tomar una decisión o ya había decidido sobre algo especial, lo primero que hacía era visitarme, pasar por mi trabajo o llamarme por teléfono, recibiendo, por supuesto, mi parecer.
Desde hace mucho, y en confianza,  lo he llamado el poeta de las tres provincias: nació en Córdoba, se crío en Santa Fé y se malcrió en La Plata.
Pero busquemos una forma más ordenada de hablar de su vida.
Sus primeros 18/20 años de vida fueron muy ajetreados, duros, difíciles. Recién después de establecido en La Plata va encaminando con serenidad su rumbo. Aunque siempre hasta ya hombre grande su vida estuvo atada al trabajo sacrificado, pero siempre con ganas, buena voluntad y esperanza. Pero como dijimos antes, vayamos por parte.
Nació en Oncativo, Córdoba, el 1°/05/1924, siendo sus padres el matrimonio de inmigrantes italianos conformado por Cesira Negozi y Juan Coppari, quienes se habían casado en Santa María de Nova, Provincia de Ancona, Italia, donde había nacido la hija mayor, Olga. A ésta se sumaba Josefa, hija que Cesira había tenido en un matrimonio del que enviudó. Los cuatro viajaron a América, pero no juntos, primero lo hizo Juan, y tiempo después el resto de la familia.
Tras su nacimiento y enterada la familia que Juan tiene una enfermedad con muy mala prensa para la época (enfermedad venérea), presionan sobre Cesira para que se separe. Concretado este acto y cuando Roberto tiene un año, fallece su padre, y ahora su madre forma matrimonio con otro hombre, junto a quien se traslada a Casilda, Santa Fe, donde el 15/03/1930 fallece; Roberto no tiene aún 6 años y queda al cuidado de su padrastro Vicente Soto; hijo de éste es su medio hermano Reinaldo.
Su relación con Soto siempre fue de regular a mala, hubo idas y vueltas, trabajo infantil, maltrato, el impedimento de ir a la escuela, hasta que las cosas comienzan a encarrilarse cuando se hace cargo de su tenencia su media hermana Josefa a quien siempre valoró como una madre, y a quién pude conocer ya bastante mayor. Vivirá con ella y su familia en la Estancia “El Mirador”, en Casilda, Provincia de Santa Fe, siendo aquella una estancia tambera.
Hacemos un alto acá, para ilustrar con un verso de su primer libro del año 1950, y el próximo miércoles continuamos desandando su vida.
(Se ilustró con "Imagen Gaucha" que se puede leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista")

domingo, 25 de marzo de 2018

LA MULA


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 65 – 25/03/2018
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.

Si bien, hoy por hoy, hablar en nuestra campaña de “la mula” no tiene mucho sentido pues no está inserta en su presente, cambia la cosa si rastreamos en el ayer de la misma campaña, y es por eso que nos decidimos traerla a estas charlas domingueras.
Y que ha estado presente en la vida del viejo campo porteño, lo confirma el hecho de que tanto Juan Manuel de Rosas como José Hernández, en sus escritos referidos a las estancias, le dedicaron más de un párrafo.
Pero comencemos por recordar qué es, una “mula”: es el hibrido, producto del encaste de una yegua con un burro, al que se llama “burro hechor”. Este, desde su nacimiento se criaba entre las yeguas, para que ese contacto le creara afinidad sin diferenciar burra o yegua.
Aunque no es tan común, la cría entre un padrillo y una burra, da otra especie mular que se denomina “burdégano”.
Si bien no entre nosotros, la “mula” también es llamada “acémila”.
350 años AC ya se la utilizaba en Italia, y de allí fue introducida en la Península Ibérica de donde posteriormente llegó a América de la mano del conquistador.
Dos han sido las razas se puede decir, más difundidas entre nosotros: la llamada “poitú” y la “ausetana”; en las “poitú”, el pelaje tiende a ser el zaino oscuro tirando al bayo oscuro, con una alzada de entre 1.40 y 1.54 mts., este mular es muy adaptable a la alta montaña. El origen de esta especie se encuentra en Siria y Palestina.
El “ausetano” también conocido como “catalán”, se origina en la región de Ausa, actual ciudad catalana de Vich, y los de esta especie son más vale para montar que de carga, ubicándose su alzada entre el 1.40 y 1.50 mts.
En las centurias del 1600 y 1700 la cría y venta de mulas constituyó el comercio más importante de la colonia; de Santa Fe y Buenos Aires, anualmente se llevaban tropas de 600 y 700 animales hacia Córdoba donde iban a campos de invernada hasta ya entrada la primavera. En tropas que doblaban en número la cita anterior llegaban a Salta 7 u 8 meses después, destinadas a la Feria de Rosario de Lerma o de Sumalao, mientras que otras se estiraban a la feria de la Tablada en Jujuy. La gran mayoría tenía por destino final el Alto Perú y Perú, para trabajar en las minas, ya que cada una podía llevar sin problemas 95k de peso (8 arrobas para las medidas de la época), aunque muchas veces, abusando de su fortaleza, se las cargaba en demasía.
Se las trasladaba en tropas de hasta 1800 mulares, porque ya en la montaña, una vez que tomaban la senda no existía el problema del desbande que sí era probable en el viaje de estas pampas a Córdoba.
Para organizar el viaje se recurría a mulas viejas, mansas, que de cencerro al cogote, oficiaban de “madrinas” y eran las que señalaban el rumbo.
Gregorio Caro Figueroa al respecto escribió: “La producción y venta de mulas constituyó una de las actividades más importantes del noroeste y el litoral argentino” en el S. 17.
Cuando estudiamos el pasado rural de nuestra campaña, es casi insoslayable recurrir a los testimonios de los viajeros que recorrieron nuestra provincia, o varias o todas la que entonces componían el país. Sobre este tema, John Miers, escribe en 1826: “Ningún animal puede exhibir mayores precauciones que una mula, siempre está en guardia; y aunque lenta de movimientos, puede confiarse en ella cuando se la deja sin riendas”. Sin el aporte de ellas, por la condición apuntada, San Martín no hubiera podido coronar con éxito el Cruce de los Andes.
Otro inglés que cabalgó por esta región que habitamos, fue William Mac Cann. Este comerciante, impedido por cuestiones políticas de realizar los negocios por los que había venido, decide comprar dos caballos y junto a un amigo largarse a recorrer la provincia, a efectos de comprobar personalmente, todo lo que sobre el gaucho había escuchado. A 15 leguas de Buenos Aires (unos 75 kms.), en pagos de la Magdalena, se hospedan en la Estancia de  Mr. Taylor, dedicada “a la cría de caballos, vacas, ovejas, mulas y asnos. (…) La cría de mulas está muy desarrollada también en esta región. Mr. Taylor posee gran número de ellas y las exporta a Río de Janeiro, a las Antillas y a la Isla Mauricia. Estas mulas se pagan a cien pesos papel cada una, entre buenas y malas, pero puestas a bordo, en la Ensenada o en Buenos Aires, a satisfacción del sobrecargo, valen hasta un doblón”.
Al grupo de mula que cargadas marchan encolumnadas una tras otra, se le llama “arria”.
En definitiva, hemos querido recordar que estos animales tuvieron en un pasado no tan lejano, activa participación en la vida de nuestra campaña.
Cerramos ahora con unas octavillas que les dedicara Don Martín Castro.
(Se puede leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista")


domingo, 18 de marzo de 2018

EL PUESTO (continuación)


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 64 – 18/03/2018
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.

Si bien el domingo pasado habíamos pensado dar por terminado el tema del “puesto”, el habernos encontrado con algunas referencias que nos han parecido interesantes, nos ha llevado a preparar esta continuación.
P. ej., el maestro Don Carlos Moncaut, en su libro “Pampas y Estancias”, en el capítulo “El campo y las estancias vistos por viajeros del Siglo 19”, toma referencias de escritos del francés radicado en el país, Don Emilio Daireaux, que dicen: “En cuanto a los puestos se componen de dos piezas a las que da entrada una puerta; las ventanas son allí raras, sino desconocidas…”, se está refiriendo a las estancias de irlandeses preferentemente instaladas hacia el norte de la provincia, y más adelante agrega que los campos se medían en leguas cuadradas, y que esta medida nacional representaba 2500 has. Continua: “Se pueden contar por legua cuadrada, en la región más dispuesta, quince puestos diseminados en toda la línea…”.
Siempre en el mismo capítulo del libro citado, nos habla de la Estancia “La Porteña”, en Lobos, apuntando que es una de las más viejas de ese pago, y que ocupaba una extensión de siete leguas cuadradas, o sea unas 17.500has. También nos dice que: “A principio del Siglo 20, contaba con 63 puestos con 1000 ovejas cada uno, y aproximadamente 6000 vacunos”, esto nos da una idea de lo que era el trabajo de esa gente puestera, en una estancia que se ve, era ovejera y de hacienda vacuna.
El mismo Moncaut y en el libro citado, cuenta que al crearse -allá por 1866- el partido de Ayacucho, el territorio asignado está ocupado por “92 estancias, que por su gran extensión requerían 859 puestos; llama la atención la cantidad de “puestos”, casi que es para no creerlo, pero viniendo de quien viene le damos la derecha.
 De Gral. Las Heras, nos recuerda la Estancia “Plomer”, por como la presenta, una estancia ovejera. Dice: “Sus grandes rebaños de ovejas ocupaban veinticinco puestos. Podía verse un gran galpón para depósito de lana; otro para esquilar; una casa habitación para los esquiladores; un recinto para la carne; un matadero y una cocina.”.
Más adelante Moncaut toma el relato del comerciante Emilio Delpech, que en sus viajes de comprador de frutos del país, visitó muchas estancias; en una de ellas, “San Antonio” de Sulpicio Gómez, conoció a un paisano muy haragán, pero de hermosa estampa de gaucho, que vivía de agregado, colaborando en muy pocas y contadas tareas, al que apodaban “El Rauchero”. Cuando se retiró de dicha estancia se aquerenció en la estancia “Azelain”, porque lo recogió su dueño el escritor Enrique Larreta, que lo dejó de agregado en “el puesto” de la entrada, y se puede decir que ese “criollo de tipo interesante” fue el modelo del protagonista de su obra “El Linyera”.
(En "Antología del Verso Campero" se puede leer "Puesto Criollo" de Enrique Mario Cabrera)

miércoles, 14 de marzo de 2018

LUIS DOMINGO BERHO (yapa)


AM 1520 Radio Chascomús – Audición “CAMPO AFUERA”
Micro Nº 34 – 14/03/2018

Antes de salir “campo afuera” pa’ poder tender la vista mirando lejos, dende’l banco chueco en el que estoy sentao, vamos a ver si le arrimamos unas “astillas” al “Fogón de los Poetas”.

Hemos dicho que “De Mi Galpón”, de 09/1999, es su libro póstumo que contiene gran parte de su obra de “poeta chacarero”; desgraciadamente, a pesar de haber participado del mismo, no registré el dato de cuanto ejemplares tuvo su tirada, pero estimo que no fue inferior a 500. Podemos agregar que casi recientemente (7/2016), se hizo una reimpresión de otros 100.
La primera edición se presentó en varios lugares, recuerdo los Altos de la Platería de José María Cuenca y la sede de la AAET, y también, con la organización de la familia Berho, en la Biblioteca “Pablo A. Pizzurno” de Balcarce, acto que contó con el canto y la guitarra de Beto Ruidíaz, el día 11/12/1999.
Durante varios años, la fecha del aniversario de su muerte, aunque pueda parecer raro, se transformaba en una fiesta por la cantidad de gente que se reunía en el Cementerio, llegados de distintos rumbos, que las más de las veces terminaban casi todos en la casa de la Sra. Dora Berho de Faberi, donde se armaba una rueda de recuerdos, versos y canto.
Para el 1° Aniversario, resumo en estos nombres a parte de la concurrencia: Perla Carlino, Alberto Merlo, Tito Ramos, Beto Ruidíaz, Rubén Moreau, Rafael Bueno, Pancho Gandola, Agustín López, Rubén Barcia, Tito Vecino, Roque Nagore, Raúl Martínez, Carlos Cabrera, Luisito Trimarchi, la Directora de Cultura de Lobería, Sra. Ana Nelly Cruz, Rubén Trezza que aportó una placa y una lonja de Abel González.
Dora Berho y Agustín López descubrieron una placa gestada por sus “Amigos de San Justo”, con una décima de José Curbelo que dice: 
“Fue Don Luis Domingo Berho
el descriptivo poeta
de la chata, del maceta
y del arado primero.
Del rastrojo, del potrero,
la cocina y los galpones.
En las sureñas regiones,
escribió su canto eterno,
con la chacra por cuaderno
y los surcos por renglones.”

Vale apuntar que en 5/2014 se editó un DVD titulado “Nostalgia Chacarera”, filmado por el cineasta Ignacio Ewert con la colaboración de Paula Ferrante y financiación del Fondo Nacional de las Artes, habiéndose presentado, entre otros lugares, en la Biblioteca Popular “Domingo Sarmiento” de Chascomús.
Tampoco puedo dejar de mencionar que Don Luis tenía muy buena relación con chicos de capacidades diferentes, y así en casa de la familia Trimarchi, Luisito era su gran amigo, y en Bahía Blanca, en casa de Néstor Barbieri pasaba lo mismo con su hijo.
Hace unos años, al empuje de la familia Berho, se estaba trabajando para concretar el “Centro Cultural Luis Domingo Berho – La casa de Don Luis”, en Balcarce, con amplias finalidades culturales. Creo que ya tenían la casa, pero ignoro si avanzó el proyecto.
Ahora sí, cerramos con los versos de “Tranquera de Alambre”: (Se puede leer en "Antología del Verso Campero")

domingo, 11 de marzo de 2018

EL PUESTO


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 63 – 11/03/2018
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.
EL PUESTO
Cuando en la Patria Vieja se comenzaba a poblar una estancia criolla, en épocas que no habías alambrados, la primera tarea consistía en aquerencia la hacienda que se llevaba, a los nuevos campos donde estarían sus rodeos. Posteriormente, al tiempo que se levantaba alguna construcción para los patrones, en sitios estratégicamente elegidos se comenzaban a construir los puestos, la mayoría de las veces: el rancho necesario para alojar a una familia, un pozo de agua de brocal, algún corral, algunos árboles nativos y no muchos más “lujos”.
Hay que recordar que aquellas estancias eran de una extensión importante, 30000 o 50000 hectáreas, o como -ya que viene al caso y porque tengo el dato a mano-, la estancia “Santa Catalina” de Don Ambrosio Olmos, en el sur cordobés, más precisamente en el Dpto. de Río Cuarto, de 90000 ha. (esto allá por 1900), alambrada solo en su contorno, y escasamente apotrerada: el casco con 2500 has., un potrero de 10000 has. con un puesto, y 77500 has. en un  solo potrero, con 6 puestos distribuidos todos sobre el perímetro alambrado, lo que hace un promedio de casi 13000 has. para cada puesto. ¡Pavada de trabajo el que debía encarar aquella gente puestera!
Volviendo a nuestra campaña no todos los encargados de un puesto estuvieron en la misma condición, ya que si bien lo común era que ese puestero recibiese una remuneración de la estancia por su trabajo, también se han dado los casos de aquellos puestos de potreros grandes, que se entregaban con la facilidad de que su ocupante pueda tener sus propios caballos, alguna majadita, y la posibilidad de tener algunos animales, y recibir de la administración la carne y comestibles básicos indispensables.
Si los pudo haber habido de hombres solteros, generalmente el puesto se entregaba a un matrimonio nuevo, que harían allí como si fuese su propia casa, el desarrollo de toda su vida, con la posibilidad que algún hijo continúe después, al frente del mismo.
Para el diccionario de nuestra lengua, la palabra puesto, en su 14° definición (acepción), dice para Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay, lo que todos conocemos actualmente: “Cada una de las partes en que se divide una hacienday en la que vive el puestero”, pero bien vale conocer lo que en 1890 escribió Daniel Granada en su “Vocabulario Rioplatense Razonado”: Puesto: Lugar en una estancia donde se halla establecido un puesto”; y por “puestero” agrega que es “El que tiene un puesto en una estancia, o que con una majada de ovejas o unos pocos animales vacunos, que beneficia por su cuenta, cuida al mismo tiempo del campo y presta algunos servicios a su dueño. Establécese regularmente del lado del cerco, junto a las tranqueras o en un rincón del campo”. Esta aclaración resulta curiosa.
Casi que está demás decirlo, pero es responsabilidad del puestero recorrer a diario atento al estado de la hacienda, ver el estado de los alambrados, revisar las aguadas o mantener en buen servicio el o los molinos de su sector, tener los caballos a su servicio en las mejores condiciones y arreglados, sin perder de vista la majadita, en caso que la tuviere.
Ilustramos con un verso en que es el “puesto”  que prácticamente cuenta su historia, de su nacimiento a su ocaso. Entonces, de Libertario Blengio, “Puesto Viejo”: (Se puede leer en el blog "Antología del Verso Campero")

sábado, 10 de marzo de 2018

EL GAUCHO JOSÉ LUIS MOLINA

“El Gaucho Molina”

Francisco Ramos Mejía -porteño de nacimiento-, había viajado a estudiar a la Universidad de Chuquisaca, en el alto Perú. En su estada en esas tierras conoce y se enamora de una señorita de acaudalada familia y de la alta sociedad de esa ciudad, María Antonia Segurola, hija del Gobernador de La Paz. Con ella se casa en 1809, recibiendo una importante dote matrimonial que habrá de invertir en la campaña porteña.
Por esa época toma conocimiento de primera mano, de lo que fue el ajusticiamiento -unos 25 años antes- del líder indígena Tupac-Amarú, cuyo sufrimiento lo impresiona sobremanera, y le hace ver la realidad de los oprimidos pueblos nativos, con una visión opuesta a la de los represores ibéricos.
Al regresar al Río de la Plata, además de adherir al movimiento revolucionario, se propone gestionar tierras fiscales al sur del Salado, para lo cual debe denunciar la existencia de tierras baldía, y solicitar se le concedan, permitiéndosele poblarlas.
Para concretar dicho propósito viaja al desierto personalmente, acompañado de solo cinco hombres de su mucha confianza, uno de ellos, el personaje que nos proponemos evocar, “El Gaucho” José Luis Molina, baqueano y lenguaraz, quien le hace de guía y de intermediario en el trato con los indios.   
De Molina se desconocen datos de su nacimiento, aunque se lo estima nativo de Chascomús, y poco se sabe de él antes de esta situación que lo introduce en la historia; algunos investigadores han arriesgado la teoría de que fue miembro del Cuerpo de Granaderos a Caballos del General San Martín, y que como tal combatió en las luchas por la independencia, pero no se ofrece una firme documentación que lo avale.
Ramos Mejía, no se posesiona porque sí en las tierras que elije; se apersona -Molina mediante- ante la tribu de la zona y ofrece y entrega al cacique $ 10.000 fuertes a cambio de ellas; luego debe pagarle al gobierno el precio que éste le pide para venderle la sesenta leguas cuadradas que solicita, unas 150000 Has. Pero esa primera actitud suya de comprarle a los naturales, lo posiciona muy bien con éstos, a quienes atrae para que se establezcan en los campos mismos de la estancia, a la que denomina “Miraflores” en honor a la finca de la familia de su esposa en tierras de La Paz, así llamada. Dicha estancia se ubica en lo que hoy es partido de Maipú.
También convoca a los aborígenes para que trabajen con él, empezando a enseñarles el manejo de rodeos y los rudimentos de la agricultura, mientras que su esposa extiende la tarea de asimilación a los usos cristianos, enseñándoles a las mujeres, diversas artesanías.
“El Gaucho” Molina queda allí conchabado como capataz.
Ya que dijimos usos cristianos, Don Francisco, al modo de los Jesuitas, trata de inculcarles la fe cristiana, y para esto les da charlas, bautiza y casa a los miembros de la tribu que va incorporando al conocimiento de Dios, pero claro… él no era sacerdote, y al tiempo que su prestigio aumentaba y se extendía por la zona, en la gran aldea de Buenos Aires comenzaron a sospechar de su poder en expansión, tratándolo de hereje y suponiendo que en esa estancia que nunca era alcanzada por los malones, se organizaban los mismo.
En definitiva en 1821, el gobernador Martín Rodríguez, organiza una expedición a las tierras del sudeste, y en “Miraflores” toma prisionero a Ramos Mejía, remitiéndolo detenido a la otra estancia que éste primero había poblado en las vecindades de Bs. As., llamada “Tapiales” (lo que hoy sería ‘reclusión domiciliaria’).
 Mal presente le aguarda a todos aquellos, criollos e indios que lo acompañaban, ya que tomados primeros fueron indiscriminadamente -hombres y mujeres- asesinados, lo que hizo que todos los que pudieron escapar, volvieron a sus antiguos asentamientos junto a los caciques Ancafilú, Neuquipán, Antonio El Grande, Landau, Cachul, Tacumán, Maicá, Trinin y Pichimán, y con ellos “El Gaucho” Molina, quien al casarse con la hija de Neuquipán, gana en prestigio y respeto, siendo considerado un jefe más.
El 30 de abril de ese mismo año, esos caciques, con Molina al frente de 1500 lanzas, como en venganza a lo antes acontecido, asolan la Guardia de Kakelhuincul y destruyen la joven población de Dolores, fundada cuatro años antes y por eso considerada “el primer pueblo patrio” (1) , alzando gran cantidad de hacienda.
No será éste el único malón en el que “El Gaucho” intervenga, pero en una entrada que encabeza el 8/11/1825, es derrotado en la Laguna del Arazá (actual partido de Castelli), y a raíz de la muerte en dicho entrevero, del Cacique Ancafilú, cae en desgracia al ser sospechado de traidor, y debe nuevamente huir para salvar su vida, volviendo ahora al bando ‘cristiano’.
Según el escritor de 25 de Mayo, Don Ubaldo Larrañaga, a paso seguido Molina se presenta al Juez de Paz Don Juan Cornet, hombre de confianza de su ex patrón Ramos Mejía; el Juez lo envía detenido al Fuerte Independencia en Tandil, donde pide se lo indulte, y Rivadavia, buscando contar con sus amplios conocimientos sobre esos vastos territorios y de la vida tribal, se lo concede, asignándolo, como Capitán de Baqueanos a la División del Cnel. Rauch, con el que participa en dos expediciones a los toldos a fines de 1826 y febrero de 1827.
Un mes después, en el acto siguiente, lo encontramos en la Gesta de Patagones ocurrida el 7/03/1827, donde tiene una destacada participación junto a los 22 paisanos que lo acompañaban y a los que se conoce (desconocemos el por qué), como “los tragas” de Molina, quienes logran empujar a las fuerzas imperiales a los montes y pastizales costeros del Río Negro, a los que prenden fuego, logrando una derrota total del enemigo.
Según noticias que brinda el investigador patagónico Pérez Morando, esos hombres que lo acompañan y siguen fielmente, se llamaban: sargento José María Molina, cabos José María Albarito (Albertio) y Lorenzo Gómez, y los soldados Cornelio Medina, Juan Bautista Montesina, Dionisio Gómez, Juan Leguizamón, Julián Álvarez, Santiago Ventena, Miguel Rivera, Casimiro Marín (Martín), Francisco Delgado, Inocencia Peralta, Jorge Arrioca, Manuel Gamboa, Policarpo Luna, Santos Morales, Manuel Pérez, Raimundo Ramayo, Juan P. Rojas y Gregorio Ramírez.
Tras estos sucesos, para la época que es fusilado Dorrego (12/1828), “El Gaucho” Molina aparece revistando a órdenes de Juan Manuel de Rosas, donde, según Larrañaga, encabezaba una fuerte división integrada por desertores, gauchos alzados e indios amigos.
Un año después, Rosas lo asciende al grado de Coronel de Caballería, destinándolo Jefe del Regimiento 7 de Milicias de Caballería.
El 1830 muere en Tandil, se supone que víctima de envenenamiento. Sus restos fueron trasladados a Chascomús, donde con honras militares propias de su grado, y misa de cuerpo presente, fue despedido. Curiosamente la misa fue pronunciada por el Presbítero Francisco de Paula Robles, el mismo que era cura párroco en 1821 en la Capilla de Dolores, cuando el pueblo fue asolado por el malón que encabezó.
...................
Cuando en enero de 2010 pude llegarme, invitado por Jorge Vega, a Viedma y Patagones, aproveché para visitar al paisano patagones, cantor, músico, recopilador, investigador y soguero, Ángel Hechenleitner, quien en una sala de su casa, pegada al cuarto en donde trabaja en sogas, tiene montado el Museo privado “Gaucho Molina”, con referencias sobre su historia.
Molina y Rivero (“El Gaucho de las Malvinas”), son dos personajes similares un tanto resistidos por los historiadores académicos, por no encontrarse documentación que avale fehacientemente la autenticidad de sus luchas.
La Plata, 8/03/2018

(      (1)  Primer pueblo fundado después de la Declaración de la Independencia, el 9/07/1816 (en 2017 festejó su Bi Centenario).

Bibliografía

. José Luis Molina – baqueano, por José F. Selva, en “Quien fue Quien en Dolores”
. El Gaucho Molina, por Ubaldo Larrañaga (1998) Publicación artesanal Municipalidad de 25
  de Mayo
.El gaucho Molina y sus “tragas”, por Héctor Pérez Morando, en “Río Negro on line” 3/2008

domingo, 4 de marzo de 2018

DUELO CRIOLLO


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 62 – 04/03/2018
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.
Siempre he renegado de aquellos que loan -a veces sin querer, por ignorancia-, al gaucho peleador o matrero, muchas veces con la escusa de defender su libertad o lavar el honor, porque sin darse cuenta están “alimentando a los detractores”, o sea, a aquellos que se aferran a esos difundidos y antiguos preconceptos de que el gaucho era haragán, vago y mal entretenido, porque, sepan los oyentes, si nos alejamos del tradicionalismo e incursionamos en otros ambientes, es común que aún se repitan dichas ideas. Por eso, reitero, siempre he sido renuente a los versos con peleas y matreros.
No obstante, soy consciente que las peleas existieron, y que hubo hombres mentados por habilidosos para el cuchillo. Y esto ha sido así, al punto que existió una esgrima especial, que al sabio investigador de Chascomús, Don Mario Aníbal López Osornio le dio material para escribir un libro que precisamente tituló: “Esgrima Criolla”.
El cuchillo fue prenda infaltable en el atavío del gaucho, ya sea el facón o el verijero, o ambos simultáneamente. De allí que hay dos asertos que deben ser tenidos en cuenta por los tradicionalistas: vestido a lo que llamamos la usanza gaucha nunca debe faltar el cuchillo, ni un cobertor de cabeza, sombrero, gorra o pañuelo.
Con gaucha precisión el poeta Miguel Etchebarne supo decir que “al cuchillo se lo estima / como a la punta del brazo”, y antes, el propio Martín Fierro sentenció: “y ya que juntos vivimos / sin podernos dividir… / yo abriré con mi cuchillo / el camino pa’ seguir.”, y aunque a veces el largo del cuchillo es descomunal bien podemos decir que “no aumenta el largo ‘el cuchillo / el tamaño del coraje”.
Muchas veces un hombre templado, seguro de sí, sabedor de que cortar a un adversario significaba “desgraciarse” y tenérselas que ver con la justicia, recurría al rebenque antes de desenvainar el facón, de allí que el ya citado Etchebarne explicó: “Atributo de varón / conoce su oficio duro, / y sabe sacar de apuro / íntegro en toda ocasión, / y se cuelga del facón / a veces, como si fuera / nada más que una manera / simbólica de mostrar / que el lujo de castigar / tiene en la muerte frontera.”
Por eso, hecha la salvedad del principio, de que no nos gusta loar las peleas, hacemos algunas referencias al modo y forma de los duelos criollos.
En nuestra campaña, ya de niños se comenzaba a practicar la esgrima, que en realidad se llamaba “vistear” o “canchar”, para lo cual se utilizaban dos palitos a modo de cuchillo, y así se hacían las primeras ‘fintas’. Ya muchachitos también se “canchaba” con la alpargata en la mano, o bien solamente ‘a dedo’, para lo cual los de la mano que hacía de cuchillo, se ensuciaban con tizne, y la habilidad consistía en marcar al adversario en la cara.
Cuando el nombre de alguno comenzaba a sonar por habilidoso, solía tener que vérselas con el matón forastero que salía a buscarlo para probar si de verdad era tan bueno, y eso es lo que cuenta el  verso aquel de Pancho Gandola que tanto se supo difundir en la voz de Héctor Del Valle, y que se titulaba “Fue allá por el pago mío”.
Si bien entre criollos prácticamente no existió el “duelo a primera sangre”, más propio de los esgrimitas a sable o espada, en diciembre de 1966 -hizo ahora 51 años-, se enfrentaron en un duelo ‘semi criollo’ a primera sangre, el controvertido escritor y periodista Dalmiro Sáenz, con Don Julio Secundino Cabezas. El mismo se desarrolló en las instalaciones gauchas de “El Rodeo”. Sáenz, descalzo, de pantalón vaquero y camisa arremangada, y Don Cunino (como le decían a Cabezas), a lo paisano, de bombacha con faja, sin tirador, con un ponchito pampa liviano envuelto en el brazo izquierdo, bien puesto el sombrero con el ala levantada, y el facón como jugando suelto en la mano derecha. Sáenz, como esgrimista de pedana de salón, buscaba el equilibro con el brazo izquierdo levantado. Después de varias arremetidas, algunas a fondo de parte de Sáenz, Cabezas en un tiro ascendente lo cortó en el brazo y en la misma maniobra en el costado de la cara y en la frente. Ya estaba la sangre! El duelo había concluido. Pero la sangre se le había calentado a Sáenz que arremetía cada vez más ciego, a pesar que Cunino le gritaba que parase, cosa que por suerte finalmente hizo.
Para redondear el tema, agreguemos que según el investigador Raúl Lambert, la esgrima que desarrollaba Juan Moreira, comenzaba con un violento hachazo a “entre las guampas” como quien dice, y si concretaba el golpe con certeza, los siguientes iban abajo, al vientre.
Ilustramos ahora con unas quintillas del poeta dorreguero José Alaiz, que titulara, justamente, “Duelo Criollo”, y que dicen: (Se pueden leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista")