miércoles, 28 de abril de 2010

El 10 de Noviembre y una confusión

Escribo estas líneas a raíz de que en los últimos años he visto que ha ido creciendo una confusión, cuando llegado el mes de noviembre los amantes de las tradiciones gauchas nos aprestamos a celebrar, como un regocijo del espíritu, el Día de la Tradición.
Entendidos y neófitos, se encargan en rendirle tributo y homenaje a D. José Hernández, apareciendo en diarios, suplementos, revistas, espacios radiales y televisivos, datos biográficos del eterno poeta, escritos o narrados -según sea el medio-, reconociéndose en todos lados el valor del “Martín Fierro”, su dimensión y alcance, y el significado aún vigente de sus sextinas y sentencias (¡hasta que venga algún criollo en esta tierra a mandar!).
Aclaro que si de algo no tengo empacho en declararme, es en ser Sanmartiniano y Hernandeano, y digo esto para que no se malinterprete esta reflexión que comparto con los lectores.
Ocurre que cuando los impulsores del Día de la Tradición (en la provincia, al menos), se propusieron bregar porque tal iniciativa se convierta en ley (y entiendo que el propósito a nivel nacional debe haber sido el mismo), lo que pretendían era reverenciar con el alma de hinojos, todo lo inherente a las tradiciones gauchas del país, esos usos y costumbres propios del tipo social llamado “gaucho”, que se venía dando en el territorio nacional desde hacía casi dos siglos.
De acuerdo en esta condición básica y puestos a buscar una fecha acorde y apropiada para celebrar sin pitos ni matracas un acontecimiento que sirva como reverencia a la ya por entonces maltratada propia identidad, gestada en esos doscientos años ya aludidos, se convino en que el día del natalicio de Don José Hernández era el más apropiado, peticionándose entonces para que sea el 10 de noviembre, el día a instituir en el calendario de celebraciones.
El correr del tiempo y los vaivenes de nuestra propia realidad, han hecho -a mi entender- que poco a poco se vaya tergiversando el sentido del homenaje, al que interpreto mucho más amplio como un agasajo a todo el espectro de lo que significan y representan las tradiciones gauchas, que limitado a una conmemoración del natalicio del poeta gaucho.
Es reivindicar la identidad de la fecha, si lo que sobre la misma se escribe y se enuncia en los discursos del caso, habla de la historia del gaucho, por ejemplo, de sus habilidades y de su abnegación y de tantas cosas que tienen que ver con la cultura gaucha y sirven para su evocación.
Por otro lado hago hincapié en mentar las tradiciones gauchas, ya que la tradición, así a secas, comprende cuestiones que nada tienen que ver con el gaucho, su vida y sus costumbres.
No niego que el 10 de noviembre puede haber un acto frente al monumento de Hernández -donde lo haya- y que de él se hable; lo que sostengo es que aquello que se escriba o se difunda por radio y televisión puede y debe tener un contenido en el que converjan no sólo Hernández, sino todas aquellas personas que con su esfuerzo contribuyeron a desentrañar y honrar la imagen del gaucho, prototipo podría decirse, de aquellos que añoramos un país que se reconozca a si mismo por el basamento de la historia, y no una nación ignorante que ande gritando por pecho, espalda y sombreros extraños, consignas que en nada nos identifican ni nos representan y que sólo nos ligan al yugo de esclavitud cultural, la peor de las esclavitudes ya que se ignora que se la padece, cuestión que le apetece así sea a quien o quienes la imponen.
Sin olvidarnos de Hernández, tengamos presente que al celebrar el Día de la Tradición, estamos haciendo una simbólica reverencia a toda la historia del gaucho en su conjunto.
Sin crear controversias -que es lo que menos me interesa, pues sirve lo que construye, no lo que destruye-, espero haber aportado alguna luz sobre el particular.
La Plata, 19 de mayo de 2001
(Publicado en el N° 16 de Revista De Mis Pagos)

Don FERMÍN CHÁVEZ - Mi agradecido recuerdo

Cuando desaparece un notable de la cultura, una personalidad que ha trascendido por sus investigaciones y sus posturas, como por generación espontánea surgen amigos y muy amigos que el extinto no puede rebatir.
Y hago esta introducción porque el 29/05/06 cerró sus ojos el historiador y escritor Fermín Chávez, y a él me quiero referir sin haber sido su amigo.
Lo respetaba y admiraba como historiador, como experto hernandiano y como conocedor de la poesía gauchesca, temas estos que son mi debilidad.
De su mano, hace 25 años, conocí “Un Nuevo Diálogo Gauchesco” debido a la inspiración del Coronel Bernardo Echevarría, tal cual investigara y dejara establecido en la introducción que realiza al largo diálogo que al estilo de los de Hidalgo, describen en éste caso los festejos en honor a Rosas llevados a cabo en Palermo en 1851.
La lectura del poema me deparó la satisfacción de encontrar la cita del “pago de mis mayores” - La Magdalena - identificado a través de un estilo de espuelas que al protagonista le hace exclamar: “Qué espuelas Magalenistas”, referencia que me resultó útil para incluirla en un trabajo titulado “El Viejo Pago de la Magdalena en la literatura y sus escritores”, que escribí por entonces.
Luego, mi afición e interés por el tema hernandiano me llevó a consultar obras suyas, como “José Hernández” (1959) y “La Vuelta de José Hernández” (1973), convirtiéndose desde entonces en un referente ineludible para conocer y ahondar en una cuestión que aún hoy, sigue siendo tema de actualidad.
Más adelante, en una visita que hiciera a la carnicería-museo “El Resero”, de mi amigo Agustín López, en el barrio de Constitución, me autografió un par de ellos, y me enriqueció uno con varias anotaciones de puño y letra en distintas páginas.
Por entonces -corría 1992- la Subsecretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Lomas de Zamora, se contactó con la Asociación Argentina de Escritores Tradicionalista (en la que siempre he militado), con la intención de homenajear a un poeta de su distrito que era nuestro Presidente Honorario, me refiero a D. Rodolfo Nicanor Kruzich, proponiéndonos organizar conjuntamente un certamen de poesía gauchesca con su nombre, cuyo primer premio consistiría en la edición del trabajo ganador. Manos a la obra, a la hora de conformar el jurado nos atrevimos en pedirle colaboración a Don Fermín quien no dudó en trabajar con nosotros desinteresadamente para llevar a buen termino esa intención, a la que se debe el primer libro del poeta de Cañuelas, Carlos Loray, “Entre Paisanos”, ya que resultó éste el trabajo elegido por unanimidad .
Y no fue esa la única vez que lo molestamos, ya que en 1995 lo convocamos junto a D. Carlos Antonio Moncaut y Abel Zabala, para que dictaminaran en el certamen de obras éditas “Faja de Honor 25 de Mayo”, y al año siguiente para jurar en el “6º Certamen de Poesía Gauchesca”. Y hago estas citas para destacar su predisposición a colaborar en emprendimientos que poco destacaban su nombre y más vale se engrandecían con su aporte. En ese sentido tenía Don Fermín el sí fácil.
Vale acotar que su actual compañera, la notable escritora platense Aurora Venturini -a la que conocí al expirar la década del 70 en la desaparecida editorial Ramos Americana por el tiempo en que publicaba su “Antología Personal”-, fue quien me indujo a ingresar en SADE La Plata, y a presentar mi primer libro de versos gauchos en sus certámenes.
Estos últimos años, 2003/4/5, conjuntamente con la Dirección de Bibliotecas y Promoción de la Lectura del gobierno provincial, Aurora llevó a cabo, siempre con la colaboración de Don Fermín, certámenes de soneto, cuento y ensayo -respectivamente-, dotándolos con premio en efectivo que aportaba de su propio peculio, y allí, asistiendo a las entregas de premios que siempre se efectuaron en salones de la Biblioteca “Gral. San Martín” (47 Nº 510), tenía la oportunidad de saludarlos y “chancear” con el maestro, respecto de que compartíamos la “categoría” de colaboradores de “De Mis Pagos”. Del último de estos encuentros, el 20/12/2005, guardo el testimonio de la foto que acompaña este emocionado recuerdo.
No dudo que el paso del tiempo nos irá dando la exacta dimensión de la obra y la personalidad de este entrerriano nacido el 13/07/1924 en “El pueblito”, vecindades de Nogoyá, en el modesto hogar de gente de campo que integraban Doña Gregoria Giménez y Don Eleuterio Chávez, y al que Fray Reginaldo de la Cruz puso en el camino de la literatura pensante, que le valió andando el tiempo, el Premio Consagración Nacional (1990) y ser declarado “ciudadano ilustre” de “su” Nogoyá y también de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2003), en cuya Legislatura fueron velados sus restos.
Una de sus última obras, “Historia y Antología de la Poesía Gauchesca” (2004), hará que lo estemos recordando a cada rato, por eso entonces que le decimos: “Hasta cada rato, Maestro”.
La Plata, 12 de julio de 2006(Publicado en el N° 25 de Revista De Mis Pagos)

martes, 27 de abril de 2010

Don CARLOS MONCAUT Un Hombre Inolvidable


Una forma potencial de evocar el “bicentenario” patrio, es recordando a quienes con pasión han trabajado por desentrañar los recovecos de la historia; por eso, para los platenses y especialmente para los de la zona Norte del partido, resulta ineludible referirse a D. Carlos Antonio Moncaut, de quien mucho vamos a extrañar durante éste especial año, las enriquecedoras notas con que nos ilustraría, sucesos y hechos curiosos de aquellos años gloriosos, que casualmente no aparecen en los textos habituales para el conocimiento del ayer.
El 22 del corriente se han cumplido dieciséis meses de su desaparición, acaecida a los 81 años, el 22/12/2008. Había nacido en la localidad de Ángel Etcheverri, se crió en vecindades de la Estación Ferroviaria La Plata, y desde su juventud se aquerenció en un encantador barrio próximo a la Estación City Bell.
Más allá de sus virtudes de historiador, es grato recordar -copiando su evocación de las cosas menudas-, que en el jardín de su confortable y apacible vivienda, se recrea con naturalidad el paisaje del campo pampeano, con matorrales de paja brava, árboles de la flora criolla, y alguna lagunita muy a propósito de los distintos patos silvestres y chajaes que pueblan ese ámbito, junto a alguna gallina y alguna pata criolla con sus pequeños a la rastra, todo prolijamente presentado y atendido.
Una base de molino, algún señalador de viejos caminos, un mojón de piedra, otro de madera dura, un mortero y cuantos etcéteras el lector imagine, se encuentran prolijamente diseminados por ese “criollo” escenario.
Moncaut, comenzó en su adolescencia -los 15 años aproximadamente- a interesarse por los temas rurales y por acopiar libros, diarios, revistas y todo papel que pudiese aportarle información del pasado. Recordaba con una sonrisa, que las monedas que su padre solía darle para ir al cine o algún otro pequeño gasto cotidiano, las guardaba, y cuando había juntado la suma necesaria, la invertía en algún libro que su ojo avisado había descubierto en ésta o aquella otra librería.
Al momento de su partida se encontraba abocado con ahínco a redactar un libro sobre “los grandes félidos americanos” (yaguareté, puma y otros), y tenía en mente -ya había apartado el material primario-, escribir sobre las cartas que Don Juan Manuel de Rosas dirigía puntillosamente a los encargados de las estancias que administraba. Y no es todo: hasta último momento siguió acopiando material de estudio.
Citando lo que menos que de él se sabe, es bueno recordar que tenía gran afición por la pintura, habiendo volcado en telas no muy grandes, agradables motivos y paisajes de distintos puntos que visitó del país, siempre acompañado por la inseparable “Lili”, su esposa María Teresa Barberis.
Quizás el destino lo tenemos marcado desde el momento mismo del nacimiento, por eso, cuando cumplió 80 años escribimos al comenzar una nota: "Parecería que el nacer en una escuela le marcó un destino 'de letras', y como esa escuela era rural, la particularidad le agregó 'el amor por la campaña' ".Simple y claro como un arroyo incontaminado, así era Moncaut.¡Gracias ‘maestro’ por habernos permitido abrevar en su aguada!

(Publicado en Semanario Norte - Diario El Día - Viernes 23 de abril de 2010)

lunes, 26 de abril de 2010

" ¿ A LA CHILENA...? "

La reciente “Exposición de Otoño” en la SRA me llevó a revisar papeles, buscando algo que escribí cuando la visité por primera vez en el año 2000, y que conservo inédito. Espero que lo entonces visto haya cambiado.

La 26° Exposición de Otoño de Caballos de la Raza Criolla fue mi primera experiencia en la materia. Me debía una visita para conocerla, y el sábado 18 concurrí.
Llegué pasadas las 15.15 hs. cuando en la pista se estaba llevando a cabo la paleteada, y me apuré a ubicarme en la tribuna.
¡Qué pingos!, se me iban los ojos; que manera de dar rienda ante las exigencias del jinete, ¡si las yuntas eran como tenaza ni bien calzaban al vacuno al salir éste de la manga!
¡Qué pelos bonitos! ¡Qué animales bien conformados! El que montaba el veedor o jurado (desconozco la denominación), de boina roja, parecía escapado del pincel de un artista (¿Sería un azulejo overo…?).
Tras la impresión primera otras cosas empezaron a llamar mi atención: las pilchas y los aperos. Había pensado encontrar expresiones regionales de todo el país, y de pronto llegué a la conclusión que estaba en un ruedo chileno. No había recados regionales (lo que más aproximaba era a la zona de Cuyo), ensillaban en su mayoría con cascos chilenos, muy cortitos (eso sí, había algunos cojinillos muy buenos) y el 80% con bajador, estribos capachos o de fierro, espuelas chilenas; los sombreros -muchos, no digo todos-, al estilo allende los Andes.
En ese momento calculé unos 40 caballos ensillados en la pista, y si mi ojo no le erra -por la distancia, explico-, uno solo usaba bastos.
Quiero creer que había cabañas y representantes de nuestra provincia, pero ¡no ví un solo recado corto al estilo de los que habitualmente se ensillan en nuestra campaña para el trabajo diario!
¿O será que los cabañeros obligan a su gente a esa usanza?
Otra cosa: todos los animales de larguísimos flequillos. ¿Cuál es la razón? Indudablemente es una moda. Puede que antaño alguno se lo usara, pero ahora todos igual…
Rescato el uso de la boina y el pañuelo tendido; mientras no nos uniformemos me parece una buena expresión.
Hago hincapié en reconocer que casi todos los paisanos demostraban ser muy baquianos, muy de a caballo. No tengo dudas de ello.
Otra cosa que llamó mi atención, fue ver castigar con la manija del rebenque pasada en la muñeca y agarrando del cabo; y lo peor, ver chirlear con bronca a algún caballo después de haber fracasado en la faena. ¿Qué culpa tiene el pingo?
Que lindo hubiese sido -para mi, opino- ver en un encuentro como ese, a los representantes de Santa Fe, Corrientes, Mendoza, Entre Ríos o de la provincia que fuese, con sus pilchas regionales de trabajo. La muestra ganaría en federalización y didáctica.
Pregunto: ¿desde cuando somos aprendices o copiones (que es peor) de los hermanos chilenos…?
¡Y no me vengan después con que es un deporte y hay que actualizarse!
Muy bueno lo que se mostraba en el pabellón de los puestos: los carruajes antiguos, el de Marenco (felicito a su nieto Francisco), los artesanos plateros que estaban trabajando, los puestos de platería y otras pilchas, y un lujo lo que ofrecía la Librería Capítulo I.
Artículo INÉDITO
La Plata, 21 de marzo de 2000

lunes, 12 de abril de 2010

ROBERTO COPPARI: Por siempre '¡El Patriarca!'


Se sacudió la Asociación, sus cimientos se estremecieron. Y no es que haya pasado un huracán. Peor aún: ha fallecido Roberto Coppari, padre espiritual de “la criatura”, numen creador que no escatimo esfuerzo por darle vida.
Hombre de bien, siempre antepuso el logro institucional al éxito personal, que su bajo perfil no le permitía ir por delante de sus sueños, sino apuntalándolos de atrás, que si ellos se afirmaban y sacaban pecho, una satisfecha sonrisa le florecía en la cara. Solo eso señalaba su logro.
Acostumbrado a darse en beneficio de los demás, tenía en el gaucho y el aborigen el altar en el que alzaba su plegaria por el bien de la Nación, ya que es posible que el peregrinar terruñero de sus primeros años le marcó una dimensión de Patria que lo caló hasta el tuétano.
Hijo de padres italianos (Da. Cesira Negozi y D. Juan Coppari), nació en Córdoba, en la localidad de Oncativo, el 1º de mayo de 1924; antes del año de vida, con su madre se traslada a la santafesina población de Casilda, donde permanece hasta los 18 años de edad en que se establece en La Plata; en ésta tendrá varias radicaciones, destacándose los años vividos en Avda, 19 esq. 73, y los transcurridos en la zona de “El Rincón” en Villa Elisa, donde tuvo al alcance de su vista un paisaje más afín con el de sus años de estancia.
Ocurrió que al quedar huérfano de madre a los 6 años, pasó a vivir con sus hermanas por parte de madre, Josefa y Olga, ya que la primera con su esposo, eran tamberos en la “Estancia El Mirador”; allí será “apoyador” y “boyero”, y a pesar de lo rudo del existir para sus escasos años, aprendió a querer la vida rural y a sentirse gaucho, como muchos de los peones del establecimiento.
A falta de establecimiento escolar, conoció los rudimentos básicos de leer y escribir, sumar y restar, de la mano de Olga y su cuñado. Muchos años después y ya radicado en la Capital bonaerense cumplirá el sueño de realizar estudios regulares, habiendo completado los cursos hasta la mitad del nivel secundario, asistiendo siempre de noche, después de una ardua jornada laboral, y muchas veces también, de haberle dedicado horas a la construcción de “su rancho”. Que así era el hombre: puro empuje y tezón.
Niño aún esbozó sus primeras rimas encerrándolas en una cuarteta, como aquella que rumiaba un día al encerrar el tambo y que a falta de papel, escribió con un alambre en la tabla de una tranquera.
Ya en la ciudad, por 1948 se arrima a la gente de la Asociación Interamericana de Escritores, en Buenos Aires, empezando a codearse con gente de letras, aunque no justamente del “gauchesco”, que era su rumbo, pero de allí siempre recordará a su presidente, D. Sebastián V. Datzira Copello (al que llamará “Tata espiritual de mi inquietud de soñador”), a quien acude para el consejo y asesoramiento cuando en 1950 publica su primer libro.
En La Plata participa de la fundación de la Agrupación Nativista “El Alero” y de la hoy Escuela de Danzas Tradicionales “José Hernández”; luego se vinculará a la Federación Gaucha Bonaerense durante la presidencia de Dalmiro Otero Rossi; más adelante, en épocas de su estadía en “El Rincón”, crea junto a otros lugareños, la Agrupación Tradicionalista “El Tala” de Villa Elisa; también es asiduo colaborador en los orígenes de la Comisión Permanente de la Tradición, como así mismo de las “Gauchadas para el Hospital de Niños Sor María Ludovica”, donde siempre estuvo para trabajar eludiendo el momento de la foto.
Pero hay dos hitos en su actividad cultural que lo hacían sentir orgulloso: la fundación, el 25/03/1984, de la Asociación Argentina de Escritores Tradicionalistas, a la que presidió por varios períodos, y la creación en 09/1985 (junto a Oscar Lanusse y Carlos Risso) de la Revista Mensual de Temática Costumbrista “Pa’l Gauchaje”.
Su actividad literaria fue prolífica y quedó plasmada en doce obras, a saber: “Rescoldo de Tradición – versos gauchescos” (1950); “Sueños Cimarrones – versos gauchescos” (1972); “Por la Patria y por lo Nuestro – versos gauchescos” (1972); “Patria Adentro – versos gauchescos” (1982); “Con los pies sobre mi tierra – versos gauchescos” (1985); “¡Siempre mi Patria! – versos gauchescos” (1997); “El Pasquín de un Patriotero – cartas y notas” (1997); “Sin mudar los sentimientos” (prosa, 2000); “Juan Sin Tiempo – relato en versos sobre hitos históricos” (2001); “Sin aflojar todavía – versos gauchescos” (2003); “¡Güena Suerte! Patria Mía – versos gauchescos” (2005), y “Juan Sin Tiempo – relato en versos sobre hitos históricos – 2ª parte” (2007.)
A estos debemos sumar la producción fonográfica “Rastrilladas” (1982), en la que Francisco Chamorro le pone música y voz a diez composiciones del poeta, mientras que el propio Coppari registra dos poemas.
Tampoco le fue ajena la actividad radial, siendo su primera participación a partir de 1962 como corresponsal en La Plata y evocando poesía gaucha, en la hoy mítica audición “Amanecer Argentino” de Mario Loruzzo.
Junto al también poeta “Coco” García tuvo su propio espacio en Radio Universidad Nacional de La Plata, y supo desarrollar micro-espacios por mucho tiempo en “Canto en Azul y Blanco” de Oscar Lanusse en la misma emisora.
Legó a su amada Asociación el local que ocupa como Sede, que desde la apertura de los cimientos y hasta el techo, levantó -silenciosamente- día a día, a su costo y esfuerzo, para entregarlo institucionalmente el 25 de Mayo de 1991, no pidiendo a cambio más que el regocijo de ver cumplido la obligación autoimpuesto.
El domingo 26 de Agosto, después de haber sufrido -en la madrugada del día 11- un accidente doméstico que le provocó una fractura de cadera del lado izquierdo, se apagó su vida de argentino enamorado de su Argentina, devoto del gaucho y hermano del indio.
Lo vamos a extrañar, “Patriarca”... ¡Cómo lo estamos extrañando!
La Plata, 4 de Noviembre de 2007
(Publicado en el Boletín de la AAET, en 12/2007)

ISMAEL DOZO: Poeta!

La fortuita circunstancia de llegar a nuestras manos un trabajo del Prof. Alcides Degiuseppe, nos avivó el recuerdo por un poeta cuya existencia estuvo muy vinculada a la Ciudad de La Plata y a la literatura del terruño.
Nos referimos a Ismael Dozo, nacido en Necochea, el 16 de diciembre de 1900, y fallecido en ésta el 24 de mayo de 1975.
Pasa varios años de su infancia en Eduardo Castex, La Pampa; luego cursa estudios secundarios en La Plata; retorna a La Pampa, más precisamente a Santa Rosa, y por último se afinca en la capital bonaerense donde estará empleado en la Escribanía de Gobierno, y en la Aduana, manteniendo un estrecho vínculo con la zona del Samborombón, desempeñándose como Jefe de Resguardo en el partido de Lavalle.
Sus composiciones poéticas reflejarán con emoción los paisajes de La Pampa de su infancia y también los de la zona bonaerense arriba aludida.
Su obra se integra con: “Vino de mis odres” (1923), “Las lontananzas olvidadas (1950), “El pájaro y la estrella” (1959) y “El canto en la penumbra” (1972), encontrándose inédito “El salitral, el médano y el monte”, que como tal recibiera en 1972 la Faja de Honor de la SEP.
Dice Degiuseppe que “Dozo debe ser tenido en cuenta como uno de los más calificados poetas argentinos, especialmente por su captación de lo telúrico, de lo costumbrista, del sabor local que no siempre está presente en tanta nitidez en nuestra literatura.”
D. Carlos A. Moncaut también lo evocó en su libro “Travesías de Antaño”, en el que reprodujo su muy gauchito “Romance del último postillón”.
Vital siempre escribió ya maduro: “El salitral, el médano y el monte... / lejano ayer que en mi recuerdo aflora. / Nada queda ya de aquella aurora... / Pero aún quedan, poblando el horizonte, / -testigos de mi infancia soñadora- / el salitral, el médano y el monte.” Se fue el 2000 y su centenario pasó -desgraciadamente- desapercibido, pero aún estamos a tiempo de rendirle el homenaje de la evocación, y recordar su poesía con este soneto:

EPUMER
Cacique pampa de una bizarra dinastía,
(Diz que nunca le vieron ni reír ni llorar).
Ranquel pujante y bárbaro que capaz que sabía
de amordazar al trueno y hacerle frente al mar.

¡Oh, salvaje holocausto de libertad!... Un día
se hizo astillas su lanza, vencida en el luchar.
No le sirvió de nada lo mucho que tenía:
El corazón de puma, la sangre del jaguar.

Cayó bajo el acero que conquistó el desierto.
Los médanos nativos cubrieron aquel muerto
que al arenal sediento dio su sangre, al caer.

...Y a la Pampa parece conmover todavía
la enloquecida tribu que, sañuda y bravía,
bramaba entre los montes: ¡Epumer, Epumer!...

Fuente: "12 Personalidades del Siglo", Ed. Almafuerte, 1982
(Publicado en el Boletín de la AAET, en 03/2007)

150° ANIVERSARIO DE VENTURA LYNCH

Ventura Robustiano Lynch, a quien queremos evocar en estas líneas por haberse cumplido 150 años de su natalicio, vino a la vida en la Ciudad de Buenos Aires y en el hogar conformado por D. Félix Lynch -descendiente de los duques de Lancaster y con derechos a ese título- y Da. Bernabela Andrade, el 24 de mayo de 1851.
La holgada posición de sus mayores le permitió acceder a todos los niveles de la educación de entonces (le faltó poco para ser médico), y también abocarse al aprendizaje de idiomas, música, pintura y taquigrafía -entre otras cosas-, como así mismo viajar por Europa aprovechando para ampliar y perfeccionar el bagaje de sus amplios conocimientos.
Si bien se interesó por aquellas culturas, a diferencia de la mayoría de los intelectuales de su tiempo, volcó su atención y aguda observación para todo lo atinente al gaucho, su cultura y su habitat e inclusive del aborigen. Y del mismo modo que viajó allende los mares, se aventuró al ondulante y sorprendente mundo de la llanura pampeana, recorriendo estancias, alternando con el gauchaje, retratándolo en sus pinturas, tomando versión taquigráfica de sus decires y canciones, volcando al pentagrama las melodías de las músicas que escuchaba, observándolo todo y registrando esas cuestiones, que no eran novedad, pero que ningún connacional hasta el momento, había encarado bajo un encuadre tan completo como el que pretendía.
Ya entonces -década de 1880-, los cambios se aceleraban, baste mencionar la sola difusión del alambrado y la inmigración agraria, para verificar el proceso que debían afrontar las costumbres propias del medio rural; de allí que el Prof. Cortazar, estudioso del tema, opinó: “La acelerada transformación que iba sufriendo el país hacía temer por el bastardamiento de las costumbres tradicionales.”
Testigo atento de la situación, y quizás, por sus vínculos ingleses o porque había tomado conocimiento en su periplo europeo, lo cierto es que su obra, de alguna manera, compendia los esbozos de la nueva disciplina entonces llamada “folk-lore”.
Su texto -no muy voluminoso- con el curioso título de “La Provincia de Buenos Aires hasta la definición de la Cuestión Capital de la República”, vio la luz en 1883, impreso en La Patria Argentina, y en él, en apretada síntesis intentó una clasificación del gaucho, que dividió en: “Los primeros gauchos”, “El gaucho federal”, “El gaucho unitario”, “El gaucho actual”, “El indio”, “Los primeros indios” y “El indio actual”; quedó pendiente de publicación lo que había denominado “Atlas”, y que consistía en ilustraciones sobre “Costumbres del Indio y del Gaucho”, y que sin duda hubiese sido un acertado complemento al texto editado.
Si bien en el Siglo Veinte se profundizó en el estudio del gaucho y se superó el nivel de investigación de Lynch, con acierto dice Cortazar “debe figurar entre nuestros primeros folkloristas” y débesele reconocer el mérito de haber encarnado “el primer intento” de recopilación e investigación “entre nosotros”.
En ediciones posteriores, dicho libro fue titulado “Cancionero Bonaerense” y “Folklore Bonaerense”.
Falleció en su ciudad natal el 14 de enero de 1883.
La Plata, 11 de mayo de 2001

Fuente: “Folklore Bonaerense” de V. R. Lynch - Colecc. Lajouane (7/10/1953) con noticias preliminares de Augusto R. Cortazar.
(Publicado en el Boletín de la AAET, de 06/2001)

martes, 6 de abril de 2010

MONCAUT y 'Ranchos y su Comarca'


Comentario referido al último libro que publicara el notable historiador


Don Carlos Antonio Moncaut, de alguna manera “nuestro patrono” como que la biblioteca lleva su nombre, y es un ineludible referente y un consejero siempre a mano cuando las circunstancias lo requieren, ha dado a conocer hace unos cuantos meses, un nuevo libro que por ser una edición oficial fuera de comercio, ha recibido poca o escasa difusión. Nos referimos a “Ranchos y su comarca -desde su prehistoria hasta 1851”, publicado por la Municipalidad de Gral. Paz, en formato de 17 x 25.5cms con 396 páginas.
En realidad el libro aparece con los nombres de Marta Inés Martínez y Carlos A. Moncaut como co-autores, y esto merece una explicación.
Marta I. Martínez, que fuera Directora del Museo Histórico de Ranchos -museo que hoy lleva su nombre-, durante prácticamente una década encaró en el Archivo General de la Nación, la minuciosa búsqueda de toda aquella documentación que se vinculase con Ranchos, habiendo llegado a confeccionar más de 900 fichas.
Tras su fallecimiento, su trabajo de recopilación fue depositado en el Museo, hasta que Mabel Colombo de Puig, interesó al Intendente Don Edgardo Uribarri sobre la necesidad de dar a publicidad la documentación reunida, para lo que se pensó en D. Carlos Moncaut, quien ya en 1978 había dado a conocer “Los Más Remotos Orígenes de Ranchos”.
De allí en más éste autor seleccionó un total de 132 fichas, a las que procedió a elaborar “notas” explicativas, y a estas fichas las dividió en trece capítulos, agrupándolas por fecha.
Y acá viene la gran tarea de éste miembro de la Academia Argentina de la Historia: delinear la obra, estructurarla y con sus aportes enriquecerla, comenzando por la propia tapa, en la que reproduce la pintura “La Caza del Guanaco”, mural de 3.5 x1.90m. pintado en el hall de planta baja del Museo de La Plata por José Speroni, supuestamente entre 1887/1890.
Luego la lectura de la “notas” nos provee un amplísimo paseo por casi cien años de vida de la campaña porteña.
Referencias que van desde los aspectos geográficos, laguna, pasos, río, pastizales, pasando por la flora y la fauna; datos sobre tribus y caciques que poblaban o llegaban a la zona; primeras expediciones militares que buscaban establecer y fortalecer la frontera; inmigración española; el heroísmo de D. Clemente López; la formación de las expediciones de la sal; malones que hicieron historia; corridas de toros; las cacerías; perro cimarrones; los nutrieros; los Montes del Tordillo refugio de matreros; las pulperías; los Libres del Sur; los jueces de paz; y mucho más, que todo y de todo ha sabido ordenar Moncaut perfectamente e ilustrar con sobradas dotes, recurriendo a fuentes de información mayoritariamente “raras”, pero que “el maestro” maneja con solvencia y suficiencia, y lo que es muy importante, la información detallada de cada una de estas fuentes.
Curioso nos ha resultado y por ende lo mencionamos, el hecho de encontrarnos con citas extraídas de obras propias que se encuentran inéditas, y pensamos que merecen nombrarse: “Los indios pampas”, “Recuerdos del tiempo de antes”, “Vocabulario del Martín Fierro”, “Los destronados de la llanura rioplatense: el yaguareté o tigre y el león o puma”, “Geografía insólita y pintoresca de la provincia de Buenos Aires”, “Rosas estanciero” y “La carreta en nuestra tradición”.La finalidad de este libro, como dijo el Intendente, es que “...llegue a conocimiento de todos los rancheros, jóvenes y adultos despertando el interés en forma amena por las cosas muy nuestras...”, y así es que fue distribuido en las escuelas del partido.
Como corresponde a un libro de Moncaut, profusamente ilustrado y profundamente bonaerense y nuestro.
Con el paso del tiempo irán apareciendo ejemplares en esas “librería de viejo” que tanto amamos los que de libros nos nutrimos.
Felicitaciones a la Municipalidad de Gral. Paz por encarar la publicación, y de Moncaut que más podemos decir: ¡Gracias por su pasión por desentrañar la historia cotidiana!

(Publicado en el Boletín de la AAET, de 06/2007)

JORGE CALVETTI: un gaucho norteño


“A los 86 años, falleció ayer el poeta y académico Jorge Calvetti”.
(La Nación, 5/11/2002)

La triste noticia me llevó a rememorar como fue que conocí al ilustre escritor.
Corrían los primeros años de la década de 1980 cuando SADE La Plata organizó un acto en el que se lo homenajeaba, y la escritora Alicia Agnese de Ripa, entonces secretaria de la institución, me convocó para que junto a otros dos “jóvenes” poetas leyéramos trabajos nuestros en dicho acto, el que se realizó en un salón adjunto al Museo Municipal de Bellas Artes, en el Pasaje Dardo Rocha, ala sobre calle 50, esquina 7.
Sentado en primera fila, de traje oscuro y lentes de importante armadura que daban un aspecto académico a la seriedad de su rostro cetrino, como tallado a influjo de andinos ancestros, allí estaba el homenajeado, atento a los sucesos.
Recuerdo que leí unas octavas endecasílabas tituladas “Tala”, dedicadas al árbol de dicha especie que erguía su imponente y antigua figura junto al corral de la yerra en casa de mis mayores, y tras el acto, cuando los saludos de agradecimiento y despedida, Calvetti, deferentemente al estrecharnos la mano, me comentó: “Su poema me ha hecho recordar el tala que estaba en el patio de mi casa...”Pero al Calvetti escritor yo lo había “descubierto” el día que en Libros Lenzi, encontré un ejemplar de “Genio y Figura de José Hernández”, cuya autoría compartía con el tucumano Roque Raúl Aragón, y que había publicado EUDEBA como corolario del certamen de ensayos en adhesión al Año Hernandiano (1972) con motivo de cumplirse el centenario de la aparición del Martín Fierro; certamen que precisamente se adjudicaran, escudados tras el seudónimo “León Cruz”.
Lo minucioso y ameno de ese trabajo sobre un tema que tanto me atrae e interesa, me cautivó, tornándose de consulta obligada.
Pasarían varios años -unos cuantos- para volver a encontrarlo; fue en la Casa de Cultura y Peña “La Salamanca”, entonces sita en diagonal 74 entre 48 y 49, cuando como parte del ciclo de charlas y conferencias que ese año de 1996 coordinó Luis Soulé, se presentó junto al Dr. Horacio Castillo que ofició de interlocutor.
De esa vez guardo la sensación que lo que tenía Calvetti para decir transitaba por un carril distinto del que discurría Castillo. Más apegado al terruño, el primero; más inclinado a lo filosófico, el segundo.
Andando el tiempo y siendo que con la Asociación de Escritores Tradicionalistas ilustrábamos el boletín bimensual con el mapa de cada provincia y un poema alusivo, al corresponderle el turno a Jujuy -2/1999- se eligió el soneto “El Retorno” de su autoría.
No recuerdo como obtuve su dirección, lo cierto fue que le hice unas líneas y le adjunté un ejemplar del Boletín y otro de mi librito “Campo de Ayer”, y cual no sería mi sorpresa y asombro al recibir unos veinte días después, una conceptuosa carta suya y un ejemplar dedicado de su “Escrito en la tierra”.
Por su carta me entero que había sido un hombre de campo, un hombre de a caballo, un tropero. Puede que sea una sonsera, pero ¡cuánto que me agrandó su imagen conocer este aspecto de su vida gaucha!
El libro “Escrito en la tierra”, contiene relatos en prosa de tipo autobiográfico, que evocan justamente, aquellos años, en que después de cursar el secundario en la Capital Federal, regresa a su provincia a instalarse en la finca familiar para dedicarse a las tareas rurales.
Así que para mi asombro, este escritor, que desde 1984 era miembro de la Academia Argentina de Letras -de la que llegó a ser su vicepresidente-, que obtuvo en 1993 el Gran Premio de Honor de SADE, que fue designado en 1999 miembro correspondiente de la Real Academia Española; con obras traducidas al inglés, francés, griego y alemán, ¡era un hombre de campo!, de lo que estaba ciertamente orgulloso, por lo que Sibila Camps reprodujo al respecto en Clarín, una frase suya que lo define: “Siempre fui un forastero, un visitante de la ciudad. Sigo siendo quebradeño nato, profundo”.Calvetti era una presencia segura cada año, cuando los Residentes Jujeños de La Plata evocan el “Éxodo” en que el pueblo marchó tras los pasos de Belgrano; allí lo vi y saludé por última vez, en el salón de la Cooperativa Bernardino Rivadavia, compartiendo añoranzas con Rodolfo Aparicio, César Corte Carrillo y José María Mercado (El Coya). Corría el año 2000.
Había nacido en la Quebrada de Humahuaca, en Maimará, el 4 de agosto de 1916, y falleció en la Ciudad de Buenos Aires, donde estaba radicado, el 4 de noviembre de 2002. En ésta última, por largos años se desempeñó en el diario La Prensa.
Su primer libro apareció en 1944 bajo el título de “Fundación del Cielo” (poesía), con el que obtiene el Premio Iniciación de la Comisión Nacional de Cultura, logrando al año siguiente con el libro de cuentos “Alabanza del Norte”, el Premio Regional otorgado por la misma Comisión. Doce títulos más conforman su bibliografía, habiendo aparecido el último en 1997 bajo la nominación de “Antología Poética”.
Un lujo de la vida haberlo podido conocer y compartir esos instantes que han de mantenerse indelebles en el recuerdo; un tesoro su carta manuscrita que he de guardar afectuosamente como un distingo.
Aquerenciado al terruño, definió: “El escritor, primero tiene que conocer bien lo propio para poder entender la esencia de nuestra cultura, para saber quienes somos en realidad.”
Tras ser velado en la Biblioteca Nacional, sus restos descansan en su provincia, en el panteón familiar del Cementerio del Salvador, donde ha de perpetuarse tal lo que se reconocía: un hombre de la tierra, un quebradeño, un gaucho del norte.
(Publicado en el N° 18, 12/2004, de Revista De Mis Pagos)

sábado, 3 de abril de 2010

MARCELINO J. B. SOULÉ: el segundo adelantado


Sesenta años se cumplieron el pasado mes de febrero, del arribo a la Ciudad de Washington, capital de los Estados Unidos, del marchista ecuestre argentino, Marcelino J. B. Soulé.
Nativo de la Ciudad de Bolivar (Buenos Aires) donde había nacido el 26 de abril de 1906, decidido a emular la hazaña de Aime F. Tschiffely y al estar por cumplirse 10 años de la culminación del viaje de aquel, inicia su periplo americano a las 9.30hs. del 27 de julio de 1938, desde la estatua ecuestre del Gral. San Martín en la plaza de su pueblo natal, tras una misa de campaña que ofició el cura párroco en la que bendijo a los tres viajeros.
Decimos tres viajeros ya que se hacía a la aventura montando en “Argentino” -un criollo alazán, obsequio de Adolfo Zuberbüller- y llevando de carguero a “Bolivar” -otro criollo, huevo ‘e pato, obsequio de Juan José Poggio-.
Había desechado los 35 kg. de su recado criollo, a favor de los 9 de una montura de polo que armaba con un mandil amarillo y coronaba con un cojinillo ‘rambougé’ de mota espesa.
Curiosamente vestía breches con botas, y cubrían su torso camisa y saco; usaba sombrero de ancha ala y amplio pañuelo, cuchillo al cinto, poncho y calzaba espuelas; en las maletas, bien dobladas, las pilchas gauchas para lucirlas en ocasiones especiales, y por si las pulgas: revolver, machete y winchester. Infaltables: pava, mate y yerba.
Con las dificultades propias de tal travesía, en septiembre del ’39, a catorce meses de su partida y cubierta prácticamente la mitad de la marcha, arriba a Cali -Colombia-, en muy malas condiciones de salud, atacado de malaria. Como primera medida y previendo una situación difícil en lo personal, busca hospedaje para sus fieles pingos, y lo halla en la caballeriza de Julio Mesa (omitimos anteponerle Sr.), a quien paga por adelantado el cuidado y la alimentación para varios días. Luego consigue un cuarto para él, donde gracias a su fortaleza física y a la desinteresada y comedida samaritana anónima que le acerca agua, paños frescos y algún alimento indispensable, logra sobreponerse a tortuosos días en que la fiebre trepaba a los 40 grados , impidiéndole levantarse y manteniéndolo en un indescriptible sopor.
Pero quiso la providencia que un buen día se despejase, y con los primeros síntomas de mejoría sólo atino a vestirse y dirigir sus pasos a la caballeriza, y cual no sería su sorpresa al no encontrar al propietario y muerto a uno de sus caballos. Ocurre que aquel siniestro sujeto no les dio ni mantención ni agua, y allí encerrados y con las fatigas del viaje, “Bolivar” -el bayo huevo ‘e pato-, claudicó para siempre.
Pero Soulé tenía una meta y no podía ni debía torcer el rumbo, y en cuanto pudo y como pudo, apuró para salir de Cali que tan malos recuerdos le dejaba.
Pero tampoco la mala actitud de un hombre representa el sentimiento de un pueblo y un país; y estando en Medellín y sabiendo algunos hombres del Polo Club de su problema, le obsequiaron un criollo colombiano de pelo colorado y unos doce años, llamado “Paisa”. Algunos de aquellos Señores era Restrepo, Mejía y Botero, y así honraron a su pueblo.
Pero habría más inconvenientes en su viaje, que no todo es ver paisajes y conocer gente.
Transitando por Méjico, y encontrándose un anochecer a menos de una legua de la Ciudad de Córdoba, es asaltado por tres sujetos, a los que enfrenta decidido, resultando en la refriega herido a machetazos, y lo que es peor, perdiendo el criollo alazán “Argentino” que le es arrebatado.
A esa altura de la marcha los dos caballos en que partiera, habían quedado en el camino: muerto uno, robado el otro. De allí en más, toda la responsabilidad recaería sobre “Paisa”.
Finalmente, en febrero de 1941, en medio de una tormenta de nieve, lluvia y viento lo recibía la Capital estadounidense; habían transcurrido treinta y un meses de su partida y había alcanzado su objetivo.
No conforme del todo, volvió a ensillar para viajar hasta Nueva York, donde llegó de noche en los primeros días de marzo; de allí se dirigió a Chicago y luego a San Francisco, concretando así el cruce de la nación del norte, del Atlántico al Pacífico.
Sabemos que en septiembre del ’41 inició el retorno montado en “Paisa”; su intención era regresarlo a Medellín, como una muestra de agradecimiento, y allí rematarlo a favor de la Cruz Roja. En rigor de verdad ignoramos si pudo cumplir su deseo; no hemos encontrado datos al respecto.
Alcanzaba los 35 años de edad cuando coronaba su propósito, y tenía 44, cuando el 19 de noviembre de 1950, al volante de un coche de Turismo de Carretera, encontró la muerte en la 2º Vuelta de Mar del Plata.
Sabemos que no son muchos los argentinos que conocen su hazaña, por eso hemos querido recordarlo.
La Plata, 30 de Mayo de 2001
(Artículo publicado en el N° 16, 1° bim. 2002, de Revista De Mis Pagos)