viernes, 15 de noviembre de 2013

ATALAYA: frustradas invasiones

Las costas de Atalaya (Partido de Magdalena, Buenos Aires), fueron testigo de distintos intentos de invasión, habiendo sido todos ellos infructuosos, por el heroico desempeño de la Guardia asentada en ese sitio.
El primero ocurrió en la época de la Guerra con el Brasil, el 24 de agosto de 1826, cuando 65 soldados del Imperio fueron rechazados por una milicia de 25 gauchos armados de bolas, lazos y algunos sables.
Años después, cuando Francia (en plena expansión imperialista intentaba hacer pie en esta zona de América), rompe relaciones con el gobierno que encabezaba Rosas, declara un bloqueo naval al Río de La Plata. Corre 1838.
La fuerza naval francesa era entonces una de las más importantes del mundo, y se encontraba al mando del prestigioso Almirante Luis Francisco Leblanc; la integraban, entre fragatas, corbetas, bergantines y goletas, 22 navíos distribuidos entre transportes y artillados.
Posiblemente molesto porque desde el Puerto de Atalaya se burlaba el bloqueo, intentando dar un escarmiento o también con la idea de establecer una posición terrestre, Lenblanc ordena el desembarco de una fuerza “como de 600”  infantes, la que era cubierta por fuego de artillería.
La acción, conocida históricamente como “El Combate del Sauce”, se desarrolla el 9 de Mayo de 1839, y en ella se alzan victoriosas las fuerzas del piquete que comandaba el Sargento Mayor Miguel Valle, reforzadas por 45 milicianos convocados ante la emergencia, totalizando unos 70 hombres.
Los derrotados, en acción despechada al regresar a sus navíos, prenden fuego a ocho embarcaciones de las muchas fondeadas en las vecindades del puerto.
Hubo otros episodios de similares características, pero el aludido enmarca el hecho histórico más notable y de mayor envergadura.
Como era norma en el protocolo establecido por Rosas, el parte informando al Comandante en Jefe del Regimiento, Don Prudencio Rosas, está fechado: “9 de Mayo de 1839 - A 30 años de la Libertad, 24 de la Independencia y 10 de la Confederación Argentina”.
¡Gloria y loas a aquellos anónimos soldados, valientes defensores de Atalaya!

(Texto de la Gacetilla por la "2ª Cabalgata Evocativa La Plata-Atalaya", 24 y 25/11/2013


miércoles, 13 de noviembre de 2013

PANCHO GANDOLA - a 10 años de su ausencia

El 4 de septiembre de 2003, hace ahora diez años, fallecía en San Vicente, provincia de Buenos Aires, Don Francisco Eduardo Gandola, “Pancho”, quien para entonces ya acumulaba 91 años, y era el legendario autor de “El Último Viaje”.
Había Nacido el 7/11/1911, en Barracas, siendo hijo de María Asunta Ameri y Francisco Gandola, Éste, que tenía por oficio el de carnicero, se conchabó en el Frigorífico “La Blanca” de Avellaneda, lo que motivó la radicación de la familia en esa localidad, y tras un período en la misma, la familia se mudará a Las Flores.

Su contacto con la poesía se da a temprana edad, como que por trabajar en un “boliche” que frecuentaban Martín Castro, Federico Curlando y Generoso Damato, entre otros, donde los escuchaba cantar e improvisar, es que se siente motivado a borronear sus primeras rimas. Tendría entonces unos 11 años. Y si a  eso le sumamos el contacto con el ambiente de hombres camperos  que entonces poblaba Avellaneda, tenemos el germen del origen gaucho de su poesía.
Pasó gran parte de su vida vinculado al ambiente artístico, participando en espectáculos de los que -en años a- se denominaba “variete”, también en obras teatrales e incluso funciones de circo, realizando todas las actividades, menos la de cantor.
En teatro actuó por tres temporadas en el prestigioso Teatro “El Nacional”, junto a Muiño y Alippi; y con Vacarezza recorrió Córdoba, Entre Ríos, Chaco y San Juan, con un éxito que se llamó “La Fiesta de Juan Manuel de Rosas”.
También, y por espacio de 20 años, fue el animador del prestigioso espacio nativista porteño, “La Querencia”.
En el campo poético, si bien muchísimos son los temas que ha compuesto, su nombre ha cobrado trascendencia y lugar permanente en el panorama del verso criollo, gracias a su tema “El Último Viaje”, letra que reconoce grabaciones de: Rogelio Araya (autor de la música), Edmundo Rivero, Alberto Merlo, Argentino Luna, Rubén Juárez, Carlos Demarco, Rubén Barcia, Quiroga Larreta, Juanjo Domínguez, Carlos Tala, Roberto Luna, Cholo Iseas; en España, Ángel Cárdenas; en Francia, Jairo, y en Japón “Los Tres Soles”.
De sus publicaciones que son 7, recordamos: “El último viaje”, “Entropiyando”, “Que le dijo el último hijo de Martín Fierro a Pancho Gandola”, y “Lonjas Sobadas.
Los restos de Gandola fueron velados en el Palacio Municipal de San Vicente, y al cumplirse el año, el sábado 4/09/2004, se bautizó una calle con su nombre.

A 10 años de su partida valga este recuerdo.

martes, 1 de octubre de 2013

RODOLFO FALCIONI, el de "El Hombre Olvidado"

La columna de hoy la queremos dedicar a una de las plumas brillantes que ha tenido la ciudad, cuentista, novelista, dramaturgo, a más de ser un hombre prestigioso en su actividad profesional.
Nos estamos refiriendo a Rodolfo Domingo Falcioni, quien como hijo de Rosa Serio y Domingo Falcioni, nació en La Plata el 24/06/1916.
Curso todos los estudios en su ciudad natal graduándose en 1942, en la Facultad de Ciencias Médicas de UNLP, en la especialidad de “clínica médica”.
Abocado a su profesión, entre 1955/70 ejerció la Jefatura del Servicio de Clínica Médica del Hospital Italiano, y vinculado a su actividad también se desempeña en la Administración Pública, como Director de Relaciones Públicas del Ministerio de Salud Pública bonaerense, aunque por un breve período.
A temprana edad incursiona en la literatura, adjudicándose en 1934 el Primer Premio del Concurso Literario para Estudiantes Secundarios de la Provincia de Buenos Aires.
Su producción, que se inicia como cuentista, discurre luego con éxito por los géneros de  teatro y novela, y parte de sus distinciones y publicaciones, es:
-          Mención Honorífica Certamen de autores Noveles -SADE- por el libro de cuentos “Las órbitas vacías” (1948), su primer libro.
-          Primer Premio Certamen de Autores Noveles - Ministerio de Educación bonaerense-, por  “Las Máscaras” (1951)
-          Primer Premio Ministerio de Educación de la Nación, por la obra de teatro “La Casa Sitiada” (1953)
-          La Puerta del Infierno” -novela- (1953)
-         Primer Premio Nacional “Gregorio de Laferrere”, por la obra de teatro “A través del espejo” (1957)
-          Primer Premio Provincial a la novela “El Hombre Olvidado” (1958)
-          Segundo Premio Nacional de Literatura -trienio 1957/59- a “El Hombre Olvidado”
-          Gran Premio de Honor a su obra – SADE (1962)
-          Primer Premio Dirección de Cultura bonaerense a la obra de teatro “Beatriz no quiere desnudarse” (1964)
-          “Educación para la salud” (1970)
 Vale destacar que los derechos de sus novelas “La puerta del infierno” y “El Hombre Olvidado”, fueron adquiridos con intención de ser llevados al cine.
La última de las dos novelas está ambientada en la Comandancia de Trenque Lauquen, en las épocas de las luchas fronterizas, y todo el relato se hace a través de la voz  del Coronel Conrado Villegas, el famoso “Toro” Villegas, con lo que la narración cobra una especial vibración y un inigualable tono de verismo.
Al comentar la obra, el estudioso Gregorio Weinberg apuntó que “…da la prueba cabal de su conocimiento -profundo, minucioso- de la pampa poblada por el misterio de los árboles y las aguadas, los animales, los pastos y las estrellas; pero habitada también, a mediados de la pasada centuria, por indígenas maravillosamente identificados con las plurales dimensiones del paisaje. (…) Su amor entrañable por nuestra tierra, sus moradores y sus gestas hazañosas, las volcó en estas paginas inolvidables de su hombre olvidado…”.
Vivió largos años en la localidad de City Bell, en las entonces calles 11 esquina 17, mudándose luego al centro platense (calle 46 e/14 y 15)
Falleció en horas de la mañana del 27/11/1979 en la Clínica Ipensa, de La Plata. Tenía 63 años.

Que bueno sería, en esta época de renacer del cine nacional, cuando tanto filman nuevos directores, se reflotara aquella idea de plasmar “El Hombre Olvidado” para la pantalla grande. ¿Quién dice…? Siempre hay tiempo…
(Publicado en El Día, Supl. Nuestra Zona, del 17/02/2012)

lunes, 16 de septiembre de 2013

HÉCTOR DEL VALLE

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 26 – 17/09/2011

Con su licencia, paisano!
Acomodado en la cocina grande, junto a la venta para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si hablamos de “Poetas Criollos… y otras yerbas”.

La página de hoy es para HÉCTOR DEL VALLE, de quien, al igual que hiciéramos con Moreno Palacios, dejaremos de lado su virtuosismo guitarrístico y su lucimiento como cantor, para abocarnos a su faz de poeta criollo.

Nació en Sarandí, Avellaneda, a las 7.30hs. del sábado 12/09/1936 -por lo que el pasado lunes ha cumplido años-, siendo su familia nativa de Barracas al Sur. Por entonces era Avellaneda un emporio de la gauchería, con más de 600 reseros registrados, y con tropas llegando desde la llanura profunda con destino a los frigoríficos. Y su casa -que era casa de músicos, con un tío que cantaba antiguos estilos y milongas no menos-, recibía a menudo, reseros, cantores, payadores y verseadores, portadores de una expresión criolla que lo marcó, llevándolo -andando el tiempo-, a iniciarse en la composición de sus criollos versos.
Preocupado por hablar con fundamento, se nutrió en la lectura de buenos autores, y su profesión de cantor criollo que lo llevó a recorrer toda la provincia, le brindó el paisaje y el contacto con gente campera, completando así su aprendizaje.
La consistencia rítmica de su guitarra la trasladó a sus versos, y así, con un lenguaje popular mechado con expresiones camperas, le escribió a ranchos, pingos, pilchas, personajes, parejeros, tareas, boliches, por decir algo, pero su continua afición por la lectura de temas históricos, terminó por volverlo un entendido en la historia fronteriza de fortines y tolderías, y en estos temas, siempre al modo criollo, abordó la composición de su poesía, con asuntos e historias nunca antes referidas.
Del Valle es un buen poeta, conciso, claro en su expresión y original en su creación, y si durante mucho tiempo privilegió su condición de cantor relegando su realidad de poeta, finalmente le abrió las tranqueras, floreciendo así las siguientes publicaciones: “Hablando en Criollo”, “Entre los Talas”, “Cantando lo Mío”, “Bordoneando”; y con condición de revista publica en 2001 “Héctor del Valle con la historia Argentina”, que sería, de alguna manera, un anticipo de su más preciado libro aparecido en 04/2004, “Cosas de la Historia Chica”, de importante formato y con 422 páginas.

Entendemos que inéditos en condición de libro existen otros dos trabajos valiosos: “El Cacique Blanco” y “La Cautiva Julia Llanos”.

lunes, 2 de septiembre de 2013

EVARISTO BARRIOS

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 33 – 19/11/2011
 Con su licencia, paisano!
        Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si hablamos de “Poetas Criollos… y otras yerbas”.

BARRIOS, Evaristo. Nació  en el  hogar formado  por  Natalia Álvarez  y  Juan Pedro Barrios, en Abasto, partido de La Plata, el 26/10/1889; al quedar huérfano a los dos meses de vida, pasa a vivir con una hermana mayor, en la localidad de Atalaya, partido de Magdalena, donde reside hasta finalizar los estudios primarios. Tras realizar tareas rurales por distintas zonas de ese partido, en 1911 se establece en Ensenada ingresando a trabajar en un frigorífico.
A los 26 años de edad (1915), se casa con Alcira Lorenzini -convecina  de Atalaya-, con quien tiene tres hijos.
Vive por Cuatreros (Bahía Blanca) y Olavarría, continuando su labor de empleado de frigorífico y también carnicero.
Hacia 1917, ya identificado y dedicado al verso repentista, comienzan sus giras por distintas poblaciones bonaerenses, “logrando en poco tiempo -dice Víctor Di Santo- la aprobación del público que reconoció sus excelentes condiciones para el verso repentista, pues improvisaba en todos los metros estróficos y silábicos, a más de buen autor e intérprete.”
Por 1918/20 realiza giras con el también poeta y payador platense Enrique Boris.
El investigador Juan Cendoya informa que “A fines de los años ‘30 o comienzo de los ‘40 se radicó en Montevideo…” y allí contrae segundas nupcias con Costanza Barbato, unión que le da otro hijo.
Grabó con intensidad (aproximadamente 70 placas) y publicó abundantemente, tanto en revistas como “El Fogón”, “Alma Argentina”, “Revista Nacional” y “Antena”; o libros que según Di Santo “sobrepasan la veintena”; algunos títulos:
“Relatos Gauchos -versos camperos-” (1945) - “Santiago Miranda” (1946) - “A lo gaucho -versos criollos-” (1946) - “Campo abierto -relatos-” (1947) - “Juan Acero” (1947) - “Con tres tientos” (1947) - “El fogón de los troperos -poemas y versos gauchos-” (1949). Otros libros son: “La guitarra de Martín Fierro”, “Consejos Gauchos”, “El payador inmortal”, “La guitarra de los fogones”, “Mis Canciones”, “Nuevos Relatos Gauchos”, “Guitarra, Poncho y Facón”, etc.
Su deceso se produjo en el país hermano, el 8 de agosto de 1959, siendo inhumado sus restos en el Cementerio de Paso Molino. Tenía 69 años.

El 9 de agostó tituló un diario: Calló la guitarra rioplatense… este payador y poeta logró alcanzar una popularidad solo comparables a las de Gabino Ezeiza, Betinotti y Carlos Gardel…”.

miércoles, 24 de julio de 2013

EL YERBIAO

Corre 1999:
Recientes lecturas, me llevaron de la mano de Yupanqui y Calvetti, a introducirme en las altipampas y los contrafuertes cordilleranos jujeños.
Para quien como yo es hombre de llanura y encima, no ha tenido la dicha de viajar a esos paisajes, lo mostrado en la lectura, encierra un sinnúmero de novedades.
En “El Canto del Viento” de Don Ata, topé por primera vez con la expresión yerbiao, pero avancé en la lectura sin detenerme en la palabra; varias veces se repitió la voz e inclusive por lo menos una vez cuando abordé “Cerro Bayo”.
Poco tiempo después me enfrascaba en el disfrute grato de la lectura de “Escrito en la Tierra, del notable jujeño Jorge Calvetti, autor que hoy ocupa un sillón en la Academia Argentina de Letras.
El libro mencionado, de honda raigambre autobiográfica, llenó de norte puneño mi desconocimiento paisajístico y de usos y costumbres, y entre esos volví a encontrar el yerbiao.
Picada mi curiosidad, me aboqué a revisar los libros y artículos periodísticos de mi archivo, y muy poco encontré. Tan solo en la riquísima “Historia y Folklore del Mate” del ilustre D. Federico Oberti (1902 /1993), en su Capítulo “El Hábito del Mate en Bolivia”, inserta -al hablar de cómo se toma mate en algunas provincias del país vecino- una oración en la que dice: “Se bebe dulce, cómo desayuno, con pan y se conoce con el nombre de “yerbeado”. Igual uso tiene en las regiones frías de la provincia argentina de Jujuy, donde, con el mismo nombre se bebe la sustancia de la yerba, agregándole determinada cantidad de alcohol”.
No queda claro lo del modo boliviano, por una lado sería nuestro común mate dulce, pero por otro lado al mencionar el pan, uno podría pensar en “mate cocido”, pero ocurre que líneas más adelante dice Oberti que a éste se lo denomina “poreado cuando por la mañana, tarde o durante las horas de la noche se lo bebe como el té o nuestro rural mate cocido”.
Sí deja en claro que el “yerbeado”, en Jujuy es con alcohol. (Que Oberti diga “yerbeado”, me parece un error por ajustarse a la prosodia castellana, ya que como voz propia, el paisano, indudablemente ha de decir “yerbiao”).
Volviendo a mi primer llamado de atención dado por Yupanqui, buscando un orden cronológico, tomo la mención de “Cerro Bayo” (1946) -‘páginas que no aspiran  a constituir una novela’, dice antes del inicio Don Ata-, cuando en el Capítulo “Invierno”, relata, al describir como el viento se señorea sobre campos, quebradas, cumbres y se oye por momentos, caer la nieve; “Los hombre coquean mientras conversan. Las mujeres, calladas y atentas, hacen yerbiao y café. A veces suelen preparar vino caliente, ponche de los campos, y sabe muy bien este brebaje que hace a los labriegos más templados y comunicativos”.
Al voltear la página, y contar las peripecias de unos arqueólogos en una noche de ventisca helada, cuenta que éstos bebían “alcohol y café”.
No queda en claro que el yerbiao de Yupanqui fuese mate con alcohol, pero sí no deja dudas respecto que el frío en la montaña hace que el hombre tenga como aparcero al alcohol (amén de las bebidas alcohólicas).
En “El Canto del Viento” (1971), en el Capítulo VIII, al describir algunos aspectos de una yerra en tierras de Mamerto Mamaní, en un corral del abra de Falda Azul, apunta: “Cerca de la puerta del corral, están las brasas para calentar las marcas. Buen fuego reparador, que perfuma el aire con olores de carne asada y ancos rescoldeados a campo abierto. Allí se prepara el yerbiao con alcohol, buen fuego sobre estas alturas, atendido por kollas floristas y changos comedidos. Eusebio Colque está ahí, junto al fogón, saboreando el yerbiao”. Y unas líneas más adelante, planteando el clima, expone: “El aire se pone helado. El nublado se asienta sobre el abra.”
En el Capítulo XI, “La Laguna Brava”, cuando describe el viaje que a lomo de mula iniciara un 20 de mayo de 1940, en La Rioja, hacia la laguna del título, situada en plena cordillera, próxima al paraje Jagué de Arriba, a 3000 mts. de altura, encontramos otra referencia.
Cuenta que llegar le costó esfuerzos y soportar fríos. Al alcanzar “un refugio cordillerano, construido en formas cónica, al que se entraba como un caracol hasta dar con una estancia amplia, en la que cabían cómodamente hasta cinco jinetes con sus cabalgaduras. Allí encendimos un buen fuego con leña de keñua, leña i toro, y bebimos buen yerbiao”.
Hasta acá lo contado por Yupanqui. Veamos ahora la referencia de Don Jorge Calvetti en su ya mencionado libro “Escrito en la Tierra (1992), en el que aborda relatos de sucesos ocurridos a lo largo de 40 años de su vida, transcurridos en actividades rurales desarrolladas a lomo de caballo y mula, en sus pagos jujeños.
En el relato “Como Antes…” (pág. 39), al referir la reunión llevada a cabo un 25 de julio en el puesto de Doña Damiana, con motivo de honrar al “Tata Santiago” (imagen a la que vestía un poncho colorado), nos cuenta que después de la ceremonia y los rituales, “comenzó el mate con alcohol, porque hacía mucho frío”.
En otro pasaje de esos recuerdos, enmarcado éste con el título de “La Finca El Potrero” (pág. 95), que se desarrolla en los nevados de Castilla, campos de Abra de la Cruz, evoca cuando en una de sus andanzas: “Quedamos los dueños de casa, Genaro y yo. Colmó mi capacidad de asombro comprobar que comenzaron a servir yerbiaos y que como en aquel pasado remoto que todos secretamente recordaban, Genaro Silva se estaba emborrachando…”, por lo que deducimos que dicha costumbre matera no es pa’ cualquiera, y como quien dice, hay que ser de buen tomar, ya que sino puede pasarnos lo que a Genaro.
No es mucho lo aportado ni parece ser demasiado amplia el área de dispersión, pero las dos fuentes citadas son confiables. Estaríamos en los inicios de una investigación, referida a una costumbre matera, vinculada al norte jujeño, a la alta montaña y el frío.
Sin bien Yupanqui en el vocabulario de “El Canto del Viento”, dice: “Yerbiao: infusión de yerba-mate. Mate cocido.”, no parece el tal la alusión de sus relatos; en cambio Calvetti deja en claro que es “mate cebado con alcohol y agua”.
Indudablemente, un nuevo tema para dilucidar… mientras tomamos mate.
La Plata, 2 de Junio de 1999

(Publicado en Periódico “El Tradicional” de 6/1999)

viernes, 19 de julio de 2013

AMISTAD

Por el 20/7 y como un afectuoso saludos a todos aquellos que habitualmente visitan estas páginas:

Mi amigo: dicen que hoy es
tu día en el calendario,
pero para mí, a diario
es tu día, bien sabés;
no necesito que estés
a mi lado, consecuente,
ni necesitas, me siente
a tu lado a cualquier hora,
que la amistad es aurora
de amanecer permanente.
                                                           (25/05/94)

(Del libro “Diciendo en Décimas, 1997)

lunes, 8 de julio de 2013

GUILLERMO ALCIDES VILLAVERDE

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 6 – 23/04/2011
Con su licencia, paisano!
Acomodado en la cocina grande, junto a la venta para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si hablamos de “Poetas Criollos… y otras yerbas”.

Guillermo Alcides VILLAVERDE, nació en Pagos de Henderson el 15/05/1941.
Hasta los 18 años estuvo como peón en la estancia “San Carlos”, del paraje Estación María Lucila, ubicado entre Henderson y Bolívar (Buenos Aires).

Tras la baja del servicio militar hacia 1964, se establece en La Plata, donde su afición al canto, la guitarra y la danza, hace que rápidamente se vincule al movimiento folclórico local, volcándose decididamente hacia las expresiones de cuño tradicional.
Su afán por difundir la conciencia tradicional lo llevó a ejercitar su prédica criolla desde los micrófonos de ésta Radio Universidad, con “Guitarreando en la matera”, junto a Francisco Chamorro (1971) y “Del saber popular” -éste con Hugo Guerrero”- (1972), como así mismo. “Por los Pagos Cuyanos”, “De mi país y su gente”.
Radicado en Misiones, entre 1980-1986, en LT 13 Radio Oberá, crea y conduce “Palpitando la ciudad” y “Del tango y otras milongas”.
Siempre se dio un tiempo para la composición poética, sea ésta en décimas, o con forma de “huella”, “gato” o “triunfo”.
Con un estilo liso y gaucho, sentencioso y campero, ha compuesto temas que han recorrido su propio camino de la mano de buenos cantores criollos que también los llevaron al disco, como p. ej. : “Huella de los reseros” por Suma Paz al igual que Santiago Lettieri; “En el rodeo de tus ojos” (estilo) por Francisco Chamorro y también Rodolfo Jáuregui; “Pago Viejo” (milonga) por Santiago Lettieri; “El de San Carlos” (triunfo) por Alberto Merlo, y además Juan Tear quien también grabó la milonga “Escarciando”.
Asimismo, con el guitarrista y cantor Carlos Parisotti, entre otros temas han compuesto: “De punta y hacha” (palito), “De mi flor un gajo” (ranchera), “De mi rodeo” (huella), “Tus ojos engañadores” (término) y “La orejana” (chacarera), los cuatros primeros grabados por el cantor en su trabajo “Surerías”.
Sus versos -entre otros medios- han aparecido en Revista “Pa’l Gauchaje” y el Boletín de la AAET.
Algunos premios literarios, son: 1º Premio Certamen Literario Dción. de Cultura Municipalidad de Ensenada, 2003; 3º Premio Certamen Canción Folclórica Sureña “Peña Abel Fleury”,  Dolores, 2004 y 1º Premio Certamen Canción Folclórica Sureña “Peña Abel Fleury”,  Dolores, 2005.

Reside en la ciudad de Ensenada, Buenos Aires, y está próxima la aparición de su primer libro “Cantares y Contares”.

domingo, 16 de junio de 2013

MIS CABALLOS, UNA HUELLA Y SU DESTINO

De mis recuerdos
                             Hay cosas que hablan del ser criollo sin decir una palabra. Al respecto, acá van unas anécdotas.

Allá por 1974, hace ya casi cuarenta años, mi abuelo Desiderio Espinel vendió sus hectáreas de “Los Ombúes”, retazo por otro lado del viejo “El Mirador”, en las vecindades del “Zapata”, zona norte del viejo partido de la Magdalena, del que ya nos hemos ocupado en estas páginas.
Romeo Risso -mi padre-, en "El ciruja", en
"El Carmen del Pescado" (Berisso), 1978
La hacienda fue a la feria; los enseres, muebles y otros bártulos se subastaron allí en torno del viejo caserón. De ahí que un día “Tata” me dijo: “-Los caballos son tuyos, pero para tengo que entregar el campo vacío”.
Había que buscar campo. Y de una conversación de mi padre con José Cerato (tío abuelo mío), surgió que los podía llevar a “El Carmen del Pescado” de Daneri, 500 has. que por entonces arrendaba. Así que un buen día de… abril o mayo debe haber sido, ensillé, y montando “El Llamador”, con “El Pampero” del cabresto y “El Ciruja” suelto, tomé el antiguo “camino real” (Ruta Pcial. Nº 11) dispuesto a recorrer las dos leguas que me llevaban al nuevo destino. Al “lao del lazo”, a una distancia variable quedaban las costas del Plata, y a la espalda… mil recuerdos, historias y vivencias que en ese momento… se cortaban de mi vida.
"El Ciruja" y "El Llamador", en "Los Ombúes, Magdalena,
en 05/1973
De pronto, pensando en esas cuestiones, me brota: “Una bandada’e patos / rumbea pa’l río / y yo con mis caballos / malhaya / pa’dentro mío… / Dejo atrás la querencia / que’s tiempo y vida / mientras que me desangro / sangrando / por honda herida…”, fiel testimonio del momento que vivía y que a falta de papel anoté en la memoria; tiempo después las completaría para formar un “aire de huella” que aún espera música.
En la mitad de la amplia curva que hace el camino antes de cruzar el arroyo “El Pescado”, abrí la tranquera y entré al campo; tierras vírgenes que aún hoy no conocen el arado. Allí de puestero, estaba Luis Gómez, viejo amigo de mi padre de sus años adolescentes, a quien yo evocaría en las décimas de “Conversando de a cabayo”, incluidas en mi libro “Campo de Ayer”.
Cuatro años después mi tío abuelo no renovó el arrendamiento y hubo que despoblar “El Carmen”. Y esta vez la mudanza fu sencilla, pues camino por medio, del otro lado estaba “El Albardón” de Don José tirado (¡criollo si los hay!), quien dijo “-Traigan los caballos para acá…”, y allá fuimos, ahora, solo con “El Llamador” y “El Pampero”, porque meses antes había muerto “El Ciruja”, pingo zaino como de 20 años para entonces.
La Plata, 19/11/1967, en "El Ciruja"
A éste Don José le apasionaban los caballos, y se daba el lujo de tener un potrero regularon, fuera de “El Albardón”, donde tenía manada, por el gusto nomás de tener potrillos de su cría y de su marca, que a veces… solía reglar a algún amigo con paisano orgullo.
Pero pocos meses más adelante, mi padre, que era quien en ese momento más tiempo le dedicaba a los caballos, falleció. Ocurrió un 9 de julio de 1979.
(Yo me había casado en el ’76, en el ’77 había nacido mi hija, en el ’78 estuve internado por dos meses con un dudoso futuro, y por otro lado trabajaba en dos empresas, lo que me quitaba tiempo para el campo).
Durante el velorio, se me apersonó Don José, y allí, a los pies del féretro, descubriéndose, con el chambergo en la mano, me sentenció: “-Tus caballos tienen campo hasta el día que se mueran…”. Palabra de criollo, agrego yo.
Pero… a veces la vida es ingrata, y en 198.., ya transpuesto los ochenta, se nos fue Don José. Se venía entonces una sucesión que no pintaba fácil, quedando finalmente “El Albardón” en propiedad de su hija “Beba”, y ésta –astilla del mismo palo-, mantuvo vigente la palabra del padre.

"El Llamador"
Y allí está demás decir, blanquearon los huesos de mi yunta: primero se marchó “El Llamador”, caballo entonces como de 30 años, y con más años aún se apagó “El Pampero” ya en el dos mil y pico. Vale aclarar que del ’74 en adelante fueron caballos ajenos al trabajo cotidiano, solo afectados a veces por largas marchas; y por otro lado dispusieron siempre de buen campo y sanidad.
Recuerdo patente cuando Rubén, nieto de Don José, me llamó un día, para darme una mala noticia, la que yo imaginé por el lado familiar (ya que tenemos un trato familiar recíproco), pero era que había muerto “El Pampero”.
Un par de años después, suena el timbre de mi casa, y al abrir la puerta me lo encuentro a Rubén, con la cabeza de mi caballo, blancos los huesos de intemperies y soles, para que la tenga de recuerdo. Y allí está, sobre una biblioteca, mudo testigo de campereadas, andanzas y desfiles, recordándome años y momentos que no vuelven, pero que por ricos y entrañados no se olvidan.
La Plata, 9 de mayo de 2012
Con "El Pampero", en su último desfile,
11/1991

LA DEL ADIÓS
     (aire de huella)

1° Parte

Una bandada’e patos
rumbea pa’l río,
y yo con mis cabayos
¡malaya!
pa’dentro mío.

Dejo atrás la querencia
que’s tiempo y vida,
mientras que me desangro
¡sangrando!
por honda herida.


Ricuerdos de mi vida
dende la infancia,
quedan priendido’al campo
¡pastiando!
sed de distancias.

Tantas cosas vividas
con crioya gente,
en tropel de silencios
¡galopan!
triste presente.

estribillo
11/1971, con "El Llamador"

Ya me voy para siempre
tropiando penas,
adiós mi pago chico
¡del Pago
‘e la Madalena!

2° Parte

Con la garúa finita
de los ricuerdos,
mojándome el presente
¡me alejo!
al tranco lerdo.

Horizonte nublao,
cielo azulejo,
un incierto futuro
¡me aguarda!
ayá a lo lejos.

La tropiya’delante
atrás el pago,
que juera la querencia
¡y es aura!
ricuerdo aciago.

¡Cha digo! cuántas muecas
que hace’l destino…
ridepente te soba
¡de azotes!
el muy ladino.
                      (18/01/1976)


 (Publicado en Revista "El Tradicional" Nº 107)

                                                                                             

jueves, 13 de junio de 2013

1938 -junio- 2013

DÍA DEL ESCRITOR

Digo Leopoldo Lugones
y “Romances del Río Seco”
y bien sé de que no peco
de andar entre figurones;
el yamariar de fogones
alumbra al gran escritor,
el que con un frío estertor
a su vida puso fin,
¡pero es siempre el paladín
que a “Fierro” le dio esplendor!

Carlos Raúl Risso (13/06/2013)

lunes, 20 de mayo de 2013

EJERCIENDO LA MEMORIA

Cuando uno se ha pasado la vida como sin darse cuenta siempre vinculado a los quehaceres de la cultura criolla, ya con cincuenta y tantos en la maleta (que quizás no sean muchos, pero en rigor no son pocos), puede volver la cabeza, que aunque no haya dejado tras de si una huella (virtud ésta, solamente propia de los que mucho  y bien, hacen), ha de observar aquellos momentos y asuntos que han  quedado en la retina y en la memoria, de allí que no esté malo evocarlos, como que son aquellas cosas que “no me las contaron ni las leí”, y no se hace entonces otra cosa que ejercer la memoria.
Versos criollos, bailes nativos, malambos, peñas y guitarreadas, cuadreras, sortijas, desfiles, jineteadas, marchas a caballo, dormir a campo, yerras, apartes... se escalonan y se entreveran, desde los años de la primera infancia y durante la adolescencia. Esa vida “cuasi campera” tuvo por epicentro la zona norte del partido de Magdalena, parajes “Arroyo Zapata”, “Punta Blanca” (sobre la costa del Río de la Plata), “El Pino”, Bavio...
No sé por qué misterio guardo imágenes desde años muy tiernos, como los versos de “Charrúa” a los 4 años y al petiso zaino “El Perico”, por el mismo tiempo. De allí en adelante arranco.
Gente criolla mis mayores con viejo arraigo en la zona, asistían gustosos a las fiestas criollas que se organizaban a beneficio de la escuela o de la sala de primeros auxilios (que no eran tantas al año como hay hoy); las mismas se promocionaban con bastante antelación en pequeños volantes (tamaño media hoja A4 con expresión actual), que perforados en una de las esquinas superiores se colgaban de un clavo o un gancho, en los sitios de mayor asistencia de gente: el boliche, el almacén, el remate feria, la firma consignataria, etc.
Resultaba común que los paisanos entonces se convidaran “para la domada” en tal o cual campo (1). Puede sonarle mal a los tradicionalistas, pero aunque gente de campo, sabedora de la diferencia, así le decían, y no “jineteada” como nos esforzamos hoy.
Al despuntar los años 60 los reservados más renombrados en la zona, eran “El Vale Cuatro” de Don Tomás Lértora (“El Vasco Chanfle”) y “El Refaloso” de Domingo Amondarain; ambos estarían después, en alguna jineteada con la caballada de Orlando Gargiulo. “El Negro” Rey daba seguridad en el palenque, y fue “el soltador oficial” de “El Vale Cuatro” mientras lo tuvo “Chanfle”.
La muchachada que entonces montaba no eran deportistas, sino todos peones, mensuales y otros trabajadores de campos del vecindario. Las montas habituales: de las clinas o en pelo, y con la grupa; no existía “la campana” y duraban el largo de la bellaqueada. Los apadrinadores trabajaban de lejos, dejando hacer...
En la zona se había afincado Juan Carlos Diz (“El Indio” Diz), el primer bonaerense Campeón de Jineteada, en Córdoba en 1950, pero no llegué a verlo jinetear, sí trabajar en el campo o jurar. El más afamado de los jinetes lugareños debe haber sido el clinero “Chichín” Jorge Gómez de Saravia, y con grupa Carlitos Llarías, hombre de boina blanca; también llegaban “El Gringo” Valente y Romerito, ambos de La Plata, a veces el chascomusero Rodolfo Barrios, los Andrada, Lorenzo “Quiroga” Estebanés, Francesena (de Atalaya), entre otros.
Nadie enriendaba con guante, ni se usaban muñequeras, musleras y ningún tipo de venda elástica.
La indumentaria más común: bombacha y camisa -algunos, corralera-; de calzado, botas fuertes, alpargatas y zapatillas corraleras; faja, y en el mejor de los casos tirador escamado con monedas de níquel; para cubrirse, sombrero tipo chambergo, algunas boinas negras (sin vuelo!!), y unos cuantos gorra con visera, se nombraban “jockey” y estuvo muy difundida en los años 50/60.
Fue moda también un sombrero muy aludo y copa chata, que se me antoja uruguayo y así usaba José Souza, y que iba bien requintado, tal como lo sigue usando el ya citado “Chichín”.
Nadie andaba de chaleco, y si alguno lo usaba era tejido y de confección casera; recuerdo en este punto a Luisito Gómez, siempre muy prolijo en su modesto atuendo, a quien en su ensillada caracterizaban los grandes estribos de suela llamados “sureros”. Era domador este hombre. También domador y que sacaba caballos de muy buena rienda, era el “Pampa” Gutiérrez, tambero en “El Estribo”; como no era muy fuerte pa’l basto, a veces el primero y segundo galope lo daba su sobrino “Chiquito” y sino Carlitos Bidondo.
En cuanto al pañuelo, salvo algún paisano añoso (D. Pablo Gonzáles, Raúl Smith, Ángel Cardozo, Don Silva), nadie lo usaba tendido, y primaban los blancos y colorados, y algún que otro negro. El trabapañuelo no se conocía.
En cuanto al calzado agrego que solo uno que otro jinete usaba  botas de potro, y estas eran cortas. Siempre recuerdo cuando en el ‘58 Julio Secundino Cabezas llegó a una jineteada en casa de mis mayores y pidió permiso para sortear un par de blancas y “altas” botas de potro de su confección.
En materia ponchos abundaban las distintas gamas del marrón, desde algún “bayito” hasta alguno “tostao”; si alguien alardeaba de uno de valor era un poncho de vicuña, como tenía un tío abuelo. Ponchos pampas (2) solo se veían en alguna fiesta o desfile grande, portado por algún “tradicionalista” -D. Santiago Rocca o el ya citado D. Pablo-, y no por gente del común.
La mayoría de las instituciones se llamaban “fortines”: “Fortín La Totora”, “Fortín El Cencerro”, “Fortín Gaucho Berissense”, “Fortín Atalaya”, “Fortín Chascomús”, “Fortín Dolores”, etc., y esto era producto de que esos centros nacieron, a partir de l940,  al influjo de la Federación Gaucha Bonaerense, institución que se encargó de difundir la idea del tradicionalismo gaucho y echar las bases de un movimiento organizado.
En cuestión de ensillada, el lujo mayor pasaba por algún juego de pasadores, con cabezada de plata en los bastos, redondos y de carona; chapeados se veían en algún desfile. Los más ensillaban recado corto de matras y mandil recortado; ¡ni mentas del lomillo!
En el arreglo del caballo estaba muy difundida la cola corta, inclusive desmarlada; pelada a tijera ranillas, quijada y orejas.
Solo un paisano recuerdo que llegó a hacerse cargo de un campo por Punta Blanca, con la tropilla por delante. Arce era su apellido.
En la puerta de un corral volcaba el lazo con lujo “El Inglés” Piñeyro.
En la corrida de sortija se mezclaban los que pasaban “a la antigua”, sentados en el recado, con aquellos que se paraban en los estribos. Allí andaban los hermanos Navamuel (Yito y Pocholo), “Pampa” Llarías, Villarreal, Mario Salas, y los Cerato, por dar unos ejemplos.
Cuando se armaba algún fogón y había quien pulsara una guitarra, se “champurreaba” por milonga “una letra de muchos pies”, como se decía a aquellos relatos de muchas estrofas; “El Indio” Diz solía decir versos, como por ejemplo, “Los Medina”.
Como artista trashumante que era, solía caer Don Fermín Villalba, el último payador analfabeto (a quien no faltaba los que lo llamaban “Cocoliche”).
Por entonces, en cuestión de “sonido”, lo único que había era un furgón con un rústico amplificador con una o dos bocinas, y quien hacía uso del micrófono se limitaba a anunciar los nombres del caballo y el jinete; no recuerdo que se relatase la monta. En alguna fiesta chica ni eso había.
Me salgo de mi ámbito para citar una jineteada grande que movió el ambiente y allí fue la familia con el abuelo “Tata” a la cabeza: en el primer lustro de los 60 bajó a La Plata Don Arturo Dualde con sus famosos “Lomos de Acero” y su gente de trabajo; la jineteada se llevó a cabo en el predio en que hoy se levanta el Estadio de la Ciudad, y como al fondo de esos terrenos la Federación Gaucha disponía de unos galpones para sus reuniones, supongo que debe haber sido quien organizó. Se juntó mucha gente.
Recuerdo en algún desfile por las patronales algún criollo que vestía de negro chiripa y corralera, con chambergo sobre blanca vincha, ensillando con bastos redondos, estilo éste con fuerte influencia del teatro criollo que encarnó Pepe Podestá. Hoy diríamos que hay varias incongruencias.
Y ya que nombro el teatro, recuerdo que se escuchaba mucho los radioteatros que expresaban dramas camperos, así estaba la compañía de Héctor Bates o la de Audón López, que después salían por los pueblos presentándose en carpa en aquellos sitios que no había una sala. Una oportunidad fuimos al Teatro Coliseo a ver la escenificación de una de esas audiciones.
En las madrugadas la radio estaba clavada en “Amanecer Argentino” y al atardecer se sintonizaba “Un Alto en la Huella”.
Así entonces, en gruesos trazos, dejo estos recuerdos de fines de los años 50 y los 60; esto no tiene por que haber sido igual en todos lados ya que el costumbrismo varía según los pagos o zonas. En fin... salvando las distancias, parafraseando a Althaparro, y dispensen la comparancia, así vi las costumbres paisanas “en mi pago y en mi tiempo”.
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Colofón A veces los mismos que andamos en el tradicionalismo hacemos una cosa buena y enseguida le adosamos la contrapartida. Por ejemplo: se rescató el uso del chaleco, pero ahora se los confecciona en todo tipo de cuero, cosa que antaño no se usaba; se rescató el uso de la boina, pero se ha ido exagerando tanto su tamaño que algunas ya son como sartén de estancia. La bombacha se ha enangostado al extremo, que hoy, un pantalón dentro de la caña de la bota no se advierte. Han aparecido unos sombreros de cuero a los que nada tienen que envidiarle los muchachos de “Bonanza”, desconozco que tienen de gaucho. Hoy la guarda pampa anda en la cinta de los sombreros, los pañuelos, aplicada en la bombacha, camisa y corralera, en la alpargata, y convengamos que ese uso nada tiene de tradicional, como tampoco los chalecos tejidos que tanto se han difundido, con una guarda a cada lado.
Se ha rescatado el uso del pañuelo tendido, y eso está bueno.
Pero... hay cambios que me preocupan, por como desvirtúan lo simple y esencial del ayer...
La Plata, 26 de enero de 2008

(1)     En 1953, la Revista El Caballo reprodujo el programa de una fiesta en la Sociedad Sportiva (Palermo, Bs. As.), en 1909, que rezaba: “Doma de Potros – gran concurso por eliminación”
(2)     En una próxima nota intentaré abordar este tema. 

(Publicado en El Tradicional Nº 85)

lunes, 22 de abril de 2013

JOSÉ MAURICIO GARCÍA (Coco)


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 40 – 14/01/2012

Con su licencia, paisano!
        Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si hablamos de “Poetas Criollos… y otras yerbas”.

JOSÉ MAURICIO GARCÍA (“Coco”).  Nació en Ensenada, el 1º/04/1926.
Atraído por la poesía criolla desde muy joven, fue un ferviente y fiel intérprete del verso gaucho; esa afición lo llevó a iniciarse en la creación de sus propios temas, ganándose como autor, un lugar respetable.
La intención de difundir los valores culturales tradicionalistas, lo llevó a crear y conducir, junto al también poeta Roberto Coppari, la audición “Acentos Argentinos”, por la emisora LR 11 Radio Universidad (1977/78).
Al unirse sentimentalmente con la cancionista Norma Piacente se radica en La Plata, y juntos conducen durante 1979/80 por la emisora universitaria, la audición “Tranqueando Huellas del Sur”·.
Motivos laborales lo llevan a establecerse en la sureña Carmen de Patagones, y allí aprovecha para -cruzando el río- recrear por los micrófonos de LU 15 Radio Viedma (Río Negro), el espacio “Acentos Argentinos”, esta vez junto a Carlos Parisotti; por entonces, y durante 3 ó 4 meses, por un circuito cerrado de TV, realizan la experiencia de llevar dicho programa ante las cámaras.
Aficionado a ensillar participó activamente en los desfiles tradicionalistas, e integró comisiones en la Agrupación Tradicionalista y Campo de Pato “La Montonera” de Ensenada; allí, estando como directivo, se llevó acabo exitosamente, un “Certamen de Payadores Noveles”, habiendo sido Presidente del Jurado; tiempo después, en la misma casa, organizó un homenaje al veterano payador oriental, D. Clodomiro Pérez.
Hombre templado para defender ideas, llevó al verso esa manera de sentir lo gaucho, construyendo estrofas de decir sentencioso.
No publicó, pero si dejó dos producciones discográficas, “A mi Pago, Ensenada”, sobre temas de su autoría, que comparte con el canto y la guitarra de Carlos Parisotti, en 1981, y “Con mi acento”, cassete con once temas de buena poesía criolla donde luce su decir, en 1987.
Por otro lado, varios son los intérpretes -a más de Parisotti- que le han grabado, a saber: Claudio Agrelo, Silvia Adriana, Laurentino Camino, Daniel Garbizu y Jorge Víctor Andrada.
En diciembre de 1994 debió ser internado en el Hospital Rossi, donde en un lapso de 20 días, fue sometido a dos operaciones de corazón, esfuerzo que no resistió, falleciendo en horas del mediodía del 2/01/1995, habiendo recibido sepultura en el Cementerio de La Plata.

domingo, 21 de abril de 2013

DELIO PANIZZA


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
                                                          Micro Nº 94 – 09/02/2013

Con su licencia, paisano!
Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si hablamos de “Poetas Criollos… y otras yerbas”.

                                                        DELIO PANIZZA – 
                                   “Pobre, de padres humildes como los míos” -al decir de su amigo el Dr. Pancho Belgeri-, nació en Rosario del Tala, provincia de Entre Ríos, el 26/01/1893, teniendo 5 hermanos, una mujer y 4 varones.
Realizó los estudios primarios en su pueblo natal, y los secundarios en el histórico Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, cursando los superiores en la UBA, donde obtiene los títulos de escribano, abogado y doctor en leyes.
Hombre comprometido no solo con su presente sino también con el rico pasado de su terruño, fue definido y ubicado, por su comprovinciano Luis Alberto Salvarezza, como parte de la corriente “que ideológicamente podríamos denominar de nacionalista, patriótica, civil, de resonancias épicas, que plantea el pasado como una idealización. Esta estética regionalista (…) tuvo gran resonancia en la narrativa y lírica de fines del S. 19 e inicios del S. 20, y encuentra entre otros, a Benito Lynch y Martiniano Leguizamón, como sus cultores (que exaltaron al gaucho), sus gestas, lo legendario”.
Con Panizza, uno de los grandes bates entrerrianos, vibra en su tono más alto y agudo la poesía criolla y popular de esa provincia.
Gran decimista, aunque no descuidó otras medidas y sino valga de ejemplo su popular “Guitarras y Lanzas”, utilizó un lenguaje pulcro y depurado para sus composiciones, sin desconocer las formas más vulgares como ya veremos en el ejemplo final.
Declarado, en su expresión poética, como un encendido “urquicista”, le dedicó a su héroe y sus gestas, varios opúsculos, como “Victoria”, en el centenario de la Batalla de Caseros y “Canto de la Liberación”.
Su obra édita, profusa y variada, se inicia cuando a los 30 años, en 1923, publica “Cardos en Flor”, a los que siguen “De Tierra Adentro” y su canto a “Ramirez”, ambos en 1926; cuatro años después aparece “Guitarras y Lanzas”.
Hemos ubicado 24 títulos de su autoría, pero no tenemos la certeza que esa cifra comprenda toda su publicación.
Sus contemporáneos lo han reputado un gran hombre, y así Claudio Puntel lo describe como un “hombre recto y honesto, ciudadano comprometido y de firmes convicciones democráticas”, y de él dijo Yupanqui que tenía “la costumbre de saludar a todo el mundo, como lo hace la gente sin miedo y sin pecado”.
Este poeta, al que Arturo Capdevila bautizó “Señor de Montiel”, falleció a la edad de 72 años, en Concepción del Uruguay, al alba del 7/08/1965.
Cuando su comprovinciano, el poeta, narrador y payador, Carlos Echazarreta, publica su libro de cuentos, le dedica a modo de prólogo estas décimas que tituló “Apadrinando”, escritas al modo gaucho… y por eso las elegimos.