Cuando se habla de usos, costumbres y cuestiones tradicionales, existe la posibilidad de disentir, ya que los mismos varían según la región y a veces, según “el pago” dentro de una misma región, y fundamentalmente porque no se atan a reglamentación alguna y sólo responden a una expresión de vida, como manifestación de una determinada cultura.
Y en los encuentros con amigos gustadores de los temas criollos, a la vera de un fogón o en la mesa acogedora en torno de la vuelta del mate, común es surjan opiniones sobre algunas dicotomías como, ¿qué es lo correcto?: ¿chasqui o chasque?, ¿surero o sureño?, ¿doma o jineteada?, ¿corrida o carrera de sortija?, entre otros muchos temas.
Y así, en algún, momento se planteó la duda sobre la autenticidad o no, del mate de guampa.
Personalmente nunca dude de su existencia, en virtud de que desde las más primitivas comunidades que jalonan la evolución del hombre, se ha enarbolado el uso del hueso y cornamenta de los animales que le brindaban la subsistencia, tanto en la construcción de armas como en la de utensillos de primera necesidad.
Muchos de los usos y costumbres que hoy reconocemos como nuestros o nativos, vinieron con el conquistador español y en esta tierra se amoldaron, se adoptaron a una nueva cultura en formación, tomando identidad propia.
Pero ante la falta de peso de mi opinión, recurro a la palabra de Rafael Jijena Sánchez, para copiar textualmente su expresión: “El arte de trabajar el cuerno nos vino de España, heredera a su vez, como toda Europa, de la milenaria artesanía del hueso, del asta y del marfil, ya conocida y lograda por los egipcios; la misma que, entre los gentiles, labra los ‘cuernos de la abundancia’, los vasos de asta llamados ritones y adquiere en la Edad Media máxima dignidad y suntuosidad en el olifante de los nobles y guerreros...”. Aclaremos aquí que por olifante se entiende “pequeño cuerno de marfil de los caballeros”.
A tal punto está definido el uso del cuerno en la Edad Media, que a los artesanos especializados en su trabajo se los conocía como “cornuarios”, o sea, que tenían una denominación que los distinguía de otros oficios.
En consecuencia, tan antigua artesanía, junto con el conquistador llegó a América, donde por cierto, por decirlo de alguna manera: se acriollo, como que criollos fueron los hijos de españoles nacidos en estas tierras.
Ampliamente conocida resulta la actividad evangelizadora de los jesuitas, de tal magnitud y con tanta organización, que llegó a convertirse en un poder imposible de no ser tenido en cuenta o ignorado por el poder central. Las Reducciones lograron su autoabastecimiento, en base a que los religiosos instruyeron y formaron a los guaraníes en los distintos oficios.
Por eso, de la mano del Padre Sánchez Labrador se puede decir que hacia fines del Siglo XVII (centuria del 1600-1699), entre otras importantes ‘oficinas’ de las Reducciones Guaraníticas, funcionaba la de cucha apohava o sea la de ‘artesanos en cuerno’. “Hacen peines, cucharas, cajas de tabaco, vasos de varias formas y los que llaman mates. Tienen un modo de bruñir el cuerno, que parece un vidrio en lo transparente y terso”.Lo antes dicho certifica de alguna manera la antigüedad del uso del mate de guampa entre nosotros, con un valor agregado, como es el de mostrar su existencia y por ende su uso, en la región en que el fruto de la lagenaria vulgaris -la célebre calabacita que recibe el nombre de la infusión- no resulta difícil de conseguir.
Puede afirmarse que en las ciudades coloniales y posteriores, predominó el uso de las calabazas, ya sea en su forma más simple o bien ornamentadas con plata, como también los mates íntegramente de ese metal, de porcelana o madera; pero en las zonas rurales y en determinados oficios camperos, tayó la calabaza (en sus diversas formas: perita, galleta, poro) y también anduvo misturando su presencia el mate de aspa o mate de guampa.
Decimos “aspa” en lugar del español asta que significa cuerno, ya que la primera fue voz más difundida en la campaña y así se denominó a las distintas piezas confeccionadas en material corneo, por ejemplo: cuchillo cabo de aspa, estribos de aspa, cuchara de aspa.
Esta expresión sería de origen quechua y de allí su difusión.
Puede asegurarse que “aspa” y “guampa” funcionan como sinónimos para denominar los elementos antes citados.
El recipiente en sí es un trozo de cuerno, al que se le cierra el extremo mayor con una tapa de madera, quedando el lado opuesto de menor diámetro, como boca.
Conocido es el uso de las grandes guampas utilizadas para transportar agua o alguna bebida espirituosa; estos recipientes que se portaban colgados en la cabecera del recado o bien terciados a la espalda, recibían el nombre de “chifle” y solían ir acompañados de otro recipiente más pequeño, construido del mismo material, al que se denominaba “vaso de aspa o guampa”, en el litoral y cuenca del Plata, y “chambao” en el norte; al respecto, Lisandro Segovia, en su “Diccionario de Argentinismos” (1911) dice que el mismo “sirve de vaso y para algún otro uso”.Entre estos podemos apuntar que “...la aloja, fermento de algarroba se tomaba en guampas-vaso de asta de buey...” (El País de la Selva, Ricardo Rojas), o que en el viejo Paraguay era “El tereré, cebado en largas guampas...” (Carlos Zubizarreta, Estampas Paraguayas), y agrega Assunçao que en su Uruguay natal también se lo usó “para tomar té de yuyos con bombilla”.
Inclusive su uso estuvo asimilado en las tribus pampeanas, como lo describe Mansilla en su muy difundido “Una Excursión a los Indios Ranqueles”, cuando hablando de la pobreza de estos, refiere: “No tienen jarros, unos cuernos de buey los suplen. (...) Una caldera no falta jamás, porque hay que calentar agua para el mate.”.Sobre este particular, el muy informado Federico Oberti, en el Cap. XXII de su encomiable “Historia y Folklore del Mate”, titulado “Plateros y Mates Pampas”, dice: “En lo tocante al mate como recipiente para beber la infusión, nuestros indios cuando lograban en obsequio algunos tercios de yerba, disponían de ella en toscos recipientes de asta, y las bombillas nunca pasaban de piezas de latón estañado.”.Claramente se ve por lo hasta aquí expuesto, que el práctico utensillo de aspa estaba ampliamente difundido en nuestro suelo patrio, como en países vecinos, a los que podemos sumar Chile, donde el vaso o jarro confeccionado con un trozo de cuerno vacuno, al que se obtura con un taco de madera la sección de menor diámetro -que sirve así de base-, se conoce con el nombre de “guámparo”, y si bien no se lo usaba de mate, demuestra el uso de la guampa para la construcción de algún rústico utensillo de la vajilla criolla.
Si bien como afirma D. Granada en su libro “Antiguas y Nuevas Supersticiones del Río de la Plata”, “el vaso de asta” fue muy usado en la época colonial, las referencias tradicionales nos lo trae muy ligado a la vida de los troperos y reseros -¡oficio gaucho entre los gauchos!-, a punto de darle su nombre a determinado tipo de este utensillo, y así nos llega como “vaso de tropero y/o resero” (según la zona), con el uso indistinto de jarro para tomar agua o mate para entonarse con unos amargos.
A este “mate de guampa” también se lo llamó “medio chifle” en el litoral mesopotámico y en la región bonaerense.
Pero volviendo a las referencias citadas en el párrafo anterior, el mercedino Enrique Rapela describe: “Los reseros, pobres de solemnidad casi siempre, llevaban su mate, hecho de “guampa” con cintura y boca de metal sujeto al cinto”; Francisco Scutellá, el estudioso de las cuestiones materas, dice algo parecido, como que “el mate del arriero pobre (...) por lo general estos son de asta” y agrega una variante en la forma de portarlo: “y mediante una cadenita o tiento el paisano lo llevaba pendiendo del fiador”.En una descripción sobre los quehaceres de “El Tropero”, hace mas de 50 años contaba Fernán Silva Valdés: “Sabemos que el gaucho llevaba su cama en el propio apero, pero el tropero tenía que llevar algo más aún; y entre ese algo más se destacaba la calderita o pava para el agua del mate, colgada en la cincha. En las maletas, además de alguna muda de ropa, el mate y un poco de yerba.
El mate a veces era un vaso de guampa, que llevaba colgado de un lado de la cabezada del lomillo o silla de montar, y entonces le servía a la vez para tomar agua de a caballo al vadear los arroyos”.Fácil es sacar como conclusión, que lo resistente de su material lo hizo preferido entre hombres abocados a cumplir rudas tareas, donde no faltaban pechazos, paleteadas, furiosas atropelladas y hasta, por qué no...?, alguna rodada, de las que un mate de guampa tenía mayores posibilidades de salir indemne que una calabacita o una galleta.
Para no dejar dudas, vale evocar al investigador Assunçao cuando explicando sobre el jarrito de guampa o vaso, dice: “Un cuerno cortado cortón (12 a 15 cm. de largo) con el extremo más ancho cerrado con una tapa de madera (...) en nuestro medio se usó, principalmente, como mate...”El mismo autor, referenciando el escrito “Guampas, cuernos, aspas, astas. Todo Lo mismo”, de su coterráneo Roberto Bouton, transcribe: “La guampa en el campo se usa y se presta para innumerables usos (...) serruchada y con un fondo postizo de madera de ceibo o sauce mimbre (se la emplea), como vaso y hasta como mate.”En varios de los libros aludidos en este artículo, los autores acompañaron sus dichos con fotos o ilustraciones y así observamos los que dibujara el propio Rapela, o los dos vasos de tropero y un mate de guampa que Federico Reilly pintara para el libro de Assunçao; Tito Saubidet -autor al que no hemos mencionado- en la página 239 de su “Vocabulario y Refranero Criollo” muestra dos ejemplos de ‘mate de resero’, ambos de guampa, uno, con cadena para sujetar al cinto. Francisco Scutellá y Federico Oberti ilustraron con fotografías, y así se ven dos ‘mates de guampa’en el libro del primero, y por lo menos tres dentro de una vitrina en el del segundo, pertenecientes a sus propias colecciones.
El segundo de los autores antes nombrado, en la página 269 de su ya citado libro, Cap. XVI titulado “Cuadro Sipnótico del Mate”, menciona 23 tipos de materiales utilizados en la confección de mates, y allí aparece incluido el asta.
Dentro de esos materiales, hay varios llamados incurables, como por ejemplo: la plata, el vidrio, la loza, la cerámica. Pero no es el caso de la guampa, ya que debidamente descascarada por dentro y bien lavada, cargado el recipiente con yerba usada, la que se irá reemplazando a lo largo de varios días, ayudará a que su contextura quede impregnada con el sabor de la yerba, y así puede considerárselo “curado”.
De intención ha quedado para una cita final el entrerriano D. Amaro Villanueva, a propósito de que fue él quien publicó en 1938 el primer libro dedicado al mate.
De la recopilación de sus escritos sobre el tema que editara Félix Coluccio, extraemos algunos párrafos de la página titulada “Mate de Asta”, en el Capítulo “Los Mates”.
Dice Villanueva: “Este es un sustituto criollo y de origen evidentemente pampeano (...) el mate de asta es hermano del jarro de cuerno o guámparo y del chifle...
La invención fue original y proporcionó al pastor trashumante un recipiente durable, aunque no del todo apto para el fin a que se lo destinaba, pues aún cuando se lo usara para tomar mate dulce, la curvatura natural del asta dificulta la movilidad de la bombilla y, en el caso de cebar amargo, la forma tubular no favorece el ajuste de la cebadura.
Peores cosas y mucho más grave pasaba el gaucho, no obstante, para mostrarse delicado ante detalles de una creación que le permitía, al menos, satisfacer su indeclinable afición a yerbear”.Nótense curiosas objeciones ‘técnicas’, pero ninguna referida a la condición de incurable, que alguna vez escuchamos con sorpresa.
De mi propia experiencia aporto lo visto y vivido cuando “muchachito chico”, como decía mi abuelo.
Mi padre, que era dado y habilidoso para las artesanías criollas, había confeccionado uno con un trozo de guampa más vale chico, mate que usamos habitualmente por mucho tiempo, hasta que un mal golpe lo fisuró. Por el colorido del aspa podría decir que era aquel un mate ‘overo’. En su reemplazo había preparado otro de mayor tamaño, de un solo color (‘lobuno’, se me antoja), al que le faltó cerrarle el fondo con un taco de madera, por eso allí quedó inconcluso..., aunque esa es otra historia, pero ahora hago una pausa porque me voy a tomar unos amargos en el mate’e guampa que me regaló mi ahijada.
Bibliografía PrincipalSilva Valdés, Fernán – Temas del Folklore. El Tropero – La Prensa, 16/03/1947
Mansilla, Lucio V. – Una Excursión a los Indios Ranqueles (11/1949)
Jijena Sánchez, Rafael - El Chifle y El Chambao (12/1955)
Terrera, Guillermo A. – El Caballo Criollo en la Tradición Argentina (5/1970)
Saubidet, Tito - Vocabulario y Refranero Criollo (9/1975)
Abad de Santillán, Diego - Diccionario de argentinismos (1976)
Rapela, Enrique – Conozcamos lo Nuestro (12/1977)
Oberti, Federico- Historia y Folklore del Mate (1/1979)
Assunçao, Fernando – Pilchas Criollas (8/1979)
Scutellá, Francisco – El Mate – Bebida Nacional (1989)
Urnissa, Tito – Al Tranquito por la Güeya (6/1989)
Villanueva, Amaro –El Mate: el arte de cebar y su lenguaje (1993)
Devincensi, Roberto M. – El estribo arequero (1999)
Y en los encuentros con amigos gustadores de los temas criollos, a la vera de un fogón o en la mesa acogedora en torno de la vuelta del mate, común es surjan opiniones sobre algunas dicotomías como, ¿qué es lo correcto?: ¿chasqui o chasque?, ¿surero o sureño?, ¿doma o jineteada?, ¿corrida o carrera de sortija?, entre otros muchos temas.
Y así, en algún, momento se planteó la duda sobre la autenticidad o no, del mate de guampa.
Personalmente nunca dude de su existencia, en virtud de que desde las más primitivas comunidades que jalonan la evolución del hombre, se ha enarbolado el uso del hueso y cornamenta de los animales que le brindaban la subsistencia, tanto en la construcción de armas como en la de utensillos de primera necesidad.
Muchos de los usos y costumbres que hoy reconocemos como nuestros o nativos, vinieron con el conquistador español y en esta tierra se amoldaron, se adoptaron a una nueva cultura en formación, tomando identidad propia.
Pero ante la falta de peso de mi opinión, recurro a la palabra de Rafael Jijena Sánchez, para copiar textualmente su expresión: “El arte de trabajar el cuerno nos vino de España, heredera a su vez, como toda Europa, de la milenaria artesanía del hueso, del asta y del marfil, ya conocida y lograda por los egipcios; la misma que, entre los gentiles, labra los ‘cuernos de la abundancia’, los vasos de asta llamados ritones y adquiere en la Edad Media máxima dignidad y suntuosidad en el olifante de los nobles y guerreros...”. Aclaremos aquí que por olifante se entiende “pequeño cuerno de marfil de los caballeros”.
A tal punto está definido el uso del cuerno en la Edad Media, que a los artesanos especializados en su trabajo se los conocía como “cornuarios”, o sea, que tenían una denominación que los distinguía de otros oficios.
En consecuencia, tan antigua artesanía, junto con el conquistador llegó a América, donde por cierto, por decirlo de alguna manera: se acriollo, como que criollos fueron los hijos de españoles nacidos en estas tierras.
Ampliamente conocida resulta la actividad evangelizadora de los jesuitas, de tal magnitud y con tanta organización, que llegó a convertirse en un poder imposible de no ser tenido en cuenta o ignorado por el poder central. Las Reducciones lograron su autoabastecimiento, en base a que los religiosos instruyeron y formaron a los guaraníes en los distintos oficios.
Por eso, de la mano del Padre Sánchez Labrador se puede decir que hacia fines del Siglo XVII (centuria del 1600-1699), entre otras importantes ‘oficinas’ de las Reducciones Guaraníticas, funcionaba la de cucha apohava o sea la de ‘artesanos en cuerno’. “Hacen peines, cucharas, cajas de tabaco, vasos de varias formas y los que llaman mates. Tienen un modo de bruñir el cuerno, que parece un vidrio en lo transparente y terso”.Lo antes dicho certifica de alguna manera la antigüedad del uso del mate de guampa entre nosotros, con un valor agregado, como es el de mostrar su existencia y por ende su uso, en la región en que el fruto de la lagenaria vulgaris -la célebre calabacita que recibe el nombre de la infusión- no resulta difícil de conseguir.
Puede afirmarse que en las ciudades coloniales y posteriores, predominó el uso de las calabazas, ya sea en su forma más simple o bien ornamentadas con plata, como también los mates íntegramente de ese metal, de porcelana o madera; pero en las zonas rurales y en determinados oficios camperos, tayó la calabaza (en sus diversas formas: perita, galleta, poro) y también anduvo misturando su presencia el mate de aspa o mate de guampa.
Decimos “aspa” en lugar del español asta que significa cuerno, ya que la primera fue voz más difundida en la campaña y así se denominó a las distintas piezas confeccionadas en material corneo, por ejemplo: cuchillo cabo de aspa, estribos de aspa, cuchara de aspa.
Esta expresión sería de origen quechua y de allí su difusión.
Puede asegurarse que “aspa” y “guampa” funcionan como sinónimos para denominar los elementos antes citados.
El recipiente en sí es un trozo de cuerno, al que se le cierra el extremo mayor con una tapa de madera, quedando el lado opuesto de menor diámetro, como boca.
Conocido es el uso de las grandes guampas utilizadas para transportar agua o alguna bebida espirituosa; estos recipientes que se portaban colgados en la cabecera del recado o bien terciados a la espalda, recibían el nombre de “chifle” y solían ir acompañados de otro recipiente más pequeño, construido del mismo material, al que se denominaba “vaso de aspa o guampa”, en el litoral y cuenca del Plata, y “chambao” en el norte; al respecto, Lisandro Segovia, en su “Diccionario de Argentinismos” (1911) dice que el mismo “sirve de vaso y para algún otro uso”.Entre estos podemos apuntar que “...la aloja, fermento de algarroba se tomaba en guampas-vaso de asta de buey...” (El País de la Selva, Ricardo Rojas), o que en el viejo Paraguay era “El tereré, cebado en largas guampas...” (Carlos Zubizarreta, Estampas Paraguayas), y agrega Assunçao que en su Uruguay natal también se lo usó “para tomar té de yuyos con bombilla”.
Inclusive su uso estuvo asimilado en las tribus pampeanas, como lo describe Mansilla en su muy difundido “Una Excursión a los Indios Ranqueles”, cuando hablando de la pobreza de estos, refiere: “No tienen jarros, unos cuernos de buey los suplen. (...) Una caldera no falta jamás, porque hay que calentar agua para el mate.”.Sobre este particular, el muy informado Federico Oberti, en el Cap. XXII de su encomiable “Historia y Folklore del Mate”, titulado “Plateros y Mates Pampas”, dice: “En lo tocante al mate como recipiente para beber la infusión, nuestros indios cuando lograban en obsequio algunos tercios de yerba, disponían de ella en toscos recipientes de asta, y las bombillas nunca pasaban de piezas de latón estañado.”.Claramente se ve por lo hasta aquí expuesto, que el práctico utensillo de aspa estaba ampliamente difundido en nuestro suelo patrio, como en países vecinos, a los que podemos sumar Chile, donde el vaso o jarro confeccionado con un trozo de cuerno vacuno, al que se obtura con un taco de madera la sección de menor diámetro -que sirve así de base-, se conoce con el nombre de “guámparo”, y si bien no se lo usaba de mate, demuestra el uso de la guampa para la construcción de algún rústico utensillo de la vajilla criolla.
Si bien como afirma D. Granada en su libro “Antiguas y Nuevas Supersticiones del Río de la Plata”, “el vaso de asta” fue muy usado en la época colonial, las referencias tradicionales nos lo trae muy ligado a la vida de los troperos y reseros -¡oficio gaucho entre los gauchos!-, a punto de darle su nombre a determinado tipo de este utensillo, y así nos llega como “vaso de tropero y/o resero” (según la zona), con el uso indistinto de jarro para tomar agua o mate para entonarse con unos amargos.
A este “mate de guampa” también se lo llamó “medio chifle” en el litoral mesopotámico y en la región bonaerense.
Pero volviendo a las referencias citadas en el párrafo anterior, el mercedino Enrique Rapela describe: “Los reseros, pobres de solemnidad casi siempre, llevaban su mate, hecho de “guampa” con cintura y boca de metal sujeto al cinto”; Francisco Scutellá, el estudioso de las cuestiones materas, dice algo parecido, como que “el mate del arriero pobre (...) por lo general estos son de asta” y agrega una variante en la forma de portarlo: “y mediante una cadenita o tiento el paisano lo llevaba pendiendo del fiador”.En una descripción sobre los quehaceres de “El Tropero”, hace mas de 50 años contaba Fernán Silva Valdés: “Sabemos que el gaucho llevaba su cama en el propio apero, pero el tropero tenía que llevar algo más aún; y entre ese algo más se destacaba la calderita o pava para el agua del mate, colgada en la cincha. En las maletas, además de alguna muda de ropa, el mate y un poco de yerba.
El mate a veces era un vaso de guampa, que llevaba colgado de un lado de la cabezada del lomillo o silla de montar, y entonces le servía a la vez para tomar agua de a caballo al vadear los arroyos”.Fácil es sacar como conclusión, que lo resistente de su material lo hizo preferido entre hombres abocados a cumplir rudas tareas, donde no faltaban pechazos, paleteadas, furiosas atropelladas y hasta, por qué no...?, alguna rodada, de las que un mate de guampa tenía mayores posibilidades de salir indemne que una calabacita o una galleta.
Para no dejar dudas, vale evocar al investigador Assunçao cuando explicando sobre el jarrito de guampa o vaso, dice: “Un cuerno cortado cortón (12 a 15 cm. de largo) con el extremo más ancho cerrado con una tapa de madera (...) en nuestro medio se usó, principalmente, como mate...”El mismo autor, referenciando el escrito “Guampas, cuernos, aspas, astas. Todo Lo mismo”, de su coterráneo Roberto Bouton, transcribe: “La guampa en el campo se usa y se presta para innumerables usos (...) serruchada y con un fondo postizo de madera de ceibo o sauce mimbre (se la emplea), como vaso y hasta como mate.”En varios de los libros aludidos en este artículo, los autores acompañaron sus dichos con fotos o ilustraciones y así observamos los que dibujara el propio Rapela, o los dos vasos de tropero y un mate de guampa que Federico Reilly pintara para el libro de Assunçao; Tito Saubidet -autor al que no hemos mencionado- en la página 239 de su “Vocabulario y Refranero Criollo” muestra dos ejemplos de ‘mate de resero’, ambos de guampa, uno, con cadena para sujetar al cinto. Francisco Scutellá y Federico Oberti ilustraron con fotografías, y así se ven dos ‘mates de guampa’en el libro del primero, y por lo menos tres dentro de una vitrina en el del segundo, pertenecientes a sus propias colecciones.
El segundo de los autores antes nombrado, en la página 269 de su ya citado libro, Cap. XVI titulado “Cuadro Sipnótico del Mate”, menciona 23 tipos de materiales utilizados en la confección de mates, y allí aparece incluido el asta.
Dentro de esos materiales, hay varios llamados incurables, como por ejemplo: la plata, el vidrio, la loza, la cerámica. Pero no es el caso de la guampa, ya que debidamente descascarada por dentro y bien lavada, cargado el recipiente con yerba usada, la que se irá reemplazando a lo largo de varios días, ayudará a que su contextura quede impregnada con el sabor de la yerba, y así puede considerárselo “curado”.
De intención ha quedado para una cita final el entrerriano D. Amaro Villanueva, a propósito de que fue él quien publicó en 1938 el primer libro dedicado al mate.
De la recopilación de sus escritos sobre el tema que editara Félix Coluccio, extraemos algunos párrafos de la página titulada “Mate de Asta”, en el Capítulo “Los Mates”.
Dice Villanueva: “Este es un sustituto criollo y de origen evidentemente pampeano (...) el mate de asta es hermano del jarro de cuerno o guámparo y del chifle...
La invención fue original y proporcionó al pastor trashumante un recipiente durable, aunque no del todo apto para el fin a que se lo destinaba, pues aún cuando se lo usara para tomar mate dulce, la curvatura natural del asta dificulta la movilidad de la bombilla y, en el caso de cebar amargo, la forma tubular no favorece el ajuste de la cebadura.
Peores cosas y mucho más grave pasaba el gaucho, no obstante, para mostrarse delicado ante detalles de una creación que le permitía, al menos, satisfacer su indeclinable afición a yerbear”.Nótense curiosas objeciones ‘técnicas’, pero ninguna referida a la condición de incurable, que alguna vez escuchamos con sorpresa.
De mi propia experiencia aporto lo visto y vivido cuando “muchachito chico”, como decía mi abuelo.
Mi padre, que era dado y habilidoso para las artesanías criollas, había confeccionado uno con un trozo de guampa más vale chico, mate que usamos habitualmente por mucho tiempo, hasta que un mal golpe lo fisuró. Por el colorido del aspa podría decir que era aquel un mate ‘overo’. En su reemplazo había preparado otro de mayor tamaño, de un solo color (‘lobuno’, se me antoja), al que le faltó cerrarle el fondo con un taco de madera, por eso allí quedó inconcluso..., aunque esa es otra historia, pero ahora hago una pausa porque me voy a tomar unos amargos en el mate’e guampa que me regaló mi ahijada.
Bibliografía PrincipalSilva Valdés, Fernán – Temas del Folklore. El Tropero – La Prensa, 16/03/1947
Mansilla, Lucio V. – Una Excursión a los Indios Ranqueles (11/1949)
Jijena Sánchez, Rafael - El Chifle y El Chambao (12/1955)
Terrera, Guillermo A. – El Caballo Criollo en la Tradición Argentina (5/1970)
Saubidet, Tito - Vocabulario y Refranero Criollo (9/1975)
Abad de Santillán, Diego - Diccionario de argentinismos (1976)
Rapela, Enrique – Conozcamos lo Nuestro (12/1977)
Oberti, Federico- Historia y Folklore del Mate (1/1979)
Assunçao, Fernando – Pilchas Criollas (8/1979)
Scutellá, Francisco – El Mate – Bebida Nacional (1989)
Urnissa, Tito – Al Tranquito por la Güeya (6/1989)
Villanueva, Amaro –El Mate: el arte de cebar y su lenguaje (1993)
Devincensi, Roberto M. – El estribo arequero (1999)
(Publicado en el Nº 71 de "El Tradicional")
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