UNA EXISTENCIA AZAROSA
Muchos son los hombres de la gesta
de la independencia y la constitución de la nación, a los que conocemos por sus
nombres y algunos actos, pero de los que no se han escrito libros que los
historien íntegramente, y nos brinden un amplio panorama de su vida. Por eso en
esta nota queremos recordar a uno, que tuvo fama de brava lanza, que anduvo por
todos los entreveros, y que honró su cuero con cicatrices muchas, testimonio
fiel de que fue un jefe que encabezó sus tropas. Nos referimos a Don Manuel Hornos, Brigadier General de la Nación.
La mayoría de los historiadores y
articulistas coinciden en que su nacimiento ocurrió el 18/07/1807 en Entre
Ríos, pero sin especificar localidad o paraje de esa provincia, al punto que al
referirse a él, Julio A. Costa (escritor y gobernador bonaerense), en su libro
“Entre Dos Batallas”, a pesar de nombrarlo entrerriano, lo pinta: “Hornos era un gaucho de Buenos Aires, donde
se había criado, domador y jugador de pato, de bota de potro y espuela de
fierro; era el gaucho de los gauchos”, y si bien lo dicho puede prestarse a
confundir su origen, no su condición de gaucho corajudo en la que todos los que
lo abordaron coinciden.
Su vida, que se extendió por sesenta
y cuatro (64) años, y que desde muy joven lo tuvo integrado al quehacer
militar, lo llevó a combatir en todos los rincones de la patria, en Uruguay y
también en Paraguay, y si bien no siempre la victoria consagró su empeño, su
heroísmo se destacó lo mismo, a veces, por encargarse de cubrir la retaguardia
de un ejército derrotado en retirada, porque fue Hornos de aquellos jefes que las ordenes las impartían desde el
ejemplo.
Por no ser historiador no tengo
reparo en decir que mi sentimiento se alista del lado del federalismo, pero
esto no es impedimento para destacar a aquellos temerarios soldados que
formaron en el otro bando, tal el caso de Hornos
o Paz. (No así Lavalle, con quien no mengua la inquina).
Y Hornos siempre se aprestó con los ejércitos unitarios, y por esos
vaivenes de la vida política de los hombres, a veces fue enemigo y otras,
correligionario. Tal como le ocurrió con Urquiza, que cuando éste se alzó
contra Rosas en 1851, allí estaba el bravo entrerriano Manuel con su lanza al
servicio del caudillo comprovinciano.
Y acá vale la anécdota, porque
cuando Urquiza era general del restaurador y gobernante de su provincia, y
Manuel un joven de 23/4 años allá por 1831, “acusado
de conspirar contra el Gral. Echagüe -dice Enrique Puccia- fue apresado en Colón y condenado a morir
frente al pelotón de fusilamiento. Poco tiempo antes y por las mismas causas
había sido ejecutado su hermano Román”.
Ocurría esto en el Campamento de
Arroyo de la Leche ,
próximo al Río Uruguay.
Lo que allí sucede, es relatado por
distintos cronistas, coincidiendo todos en la cuestión central, aunque con
variantes en los detalles. De todos, es a mi entender, Leopoldo Lugones (h),
quien le pone un tono literario al suceso real, y tentado de compartirlo con
los lectores, transcribo su versión: “Hornos
está en capilla. El centinela de vista sobre él. Falta poco para el
fusilamiento. ¿Cómo será la muerte, no? Y quizá ninguna otra reflexión. Careada
tantas veces con el peligro mortal, habiendo visto agonizar y morir a tantos
¿para qué más?... Pero en eso mira al soldado. Éste también le tiene clavada la
mirada, turbios los ojos por las lágrimas… ¿Un ‘tape’ llorando? Cosa un poco rara,
¿no? Y Hornos, inquiere: -¿Qué me le está pasando, amigo? Mira en derredor el
interpelado, baja un poco la vista y contesta: -Nada, mi comandante; cosas
mías…
Hornos se ha acercado a la puerta. ¡Pucha que está lindo el campo ese
día! Bajo un ñandubay está atado un ‘pingo’ de mi flor. ‘Parejero’, no cabe
duda. Así lo patentiza su fina silueta, el pelo lustroso de caballo bien
cuidado, un poco sumido de verijas, esbeltos los remos, fuerte el vaso negro,
hasta un morral colgado de una rama.
Aquella breve plática se reanuda. Dice el soldado: -Mi comandante ¿Qué
no se acuerda de mí? Yo soy Epitacio Núñez, el de Yeruá…
-Claro, si ahora me acuerdo (responde el prisionero). Vos has servido conmigo.
-Así es, mi comandante. ¿Sabe? Y me apena verlo en este apuro.
-Bah, no te aflijás por tan poco. Total, para morir algún día vinimos a
este valle de lágrimas.
Otra pausa. Y luego Hornos: -Mirá, llamá al sargento de ronda, o al cabo
de cuarto.
Núñez obedece. Llega el indicado. El comandante le pide permiso para ir
hasta ‘esos’ árboles por una necesidad urgente. El sargento accede… ¡Una
arrancada en pelo y a toda la furia! ¡El ‘parejero’ es una luz! Hornos le
cierra los talones y lo endereza al Uruguay que corre ancho, allá por Colón,
donde se desarrolla la escena. Ya no van quedando sino remolinitos de polvo en
el camino; pero atrás del evadido va a media rienda un pelotón. Junto al gran
río, chapuza en él, y empieza a nadar hacia la otra banda, que está más allá de
la humana resistencia de un hombre agotado por las penurias. Es largo el tirón.
¿Llegará el escapado?(…)”
En síntesis, tras el prófugo se tira
Guarumba, quien según este relato tiene por ocupación ser “el degollador oficial de Urquiza”, mientras que desde la orilla
los rifleros descargan sus fusiles. ¿Final?: Hornos es puesto a salvo por la tripulación de un buque de bandera
Francesa, anclado cerca de la otra costa, y emigra a Uruguay.
Le tocó, al llamado de Mitre, estar
en la tristemente célebre “Guerra de la Triple Alianza ”, y allí, donde
tantos -de ambos bandos- murieron, él se cubrió de gloria, siendo ascendido a
Brigadier General sobre el campo de batalla en el segundo encuentro de Tuyutí,
el 8/11/1866, cuando ocupaba el cargo de Jefe del Cuerpo de Caballería de
Vanguardia.
Su última acción militar fue casualmente
en sus pagos, cuando al frente de una columna de 1500 hombres enfrentó, en 1870, a Ricardo López
Jordán; entonces -cuenta Mitre- “en esa
ocasión se le quebró la lanza, en lo que vio un triste presagio de su destino.
En efecto; su vida estaba quebrantada ya.”
RESIDENCIA – AFICIONES
Este bravo soldado estaba afincado
en el barrio de San Telmo de la
Ciudad de Buenos, y circunstancialmente tuvo una quinta en la
zona de Barracas, sitio en el que solía despuntar sus otras dos pasiones
civiles: las cuadreras y las riñas de gallo.
Por dicha radicación resultó
designado Comisario Extraordinario en la Parroquia de San Telmo y para la zona de Barracas
al Norte, cuando las elecciones de diputados y senadores provinciales del
28/03/1869.
De su pasión por las cuadreras han
trascendido las mentas de su tordillo parejero, animal de muy mala apariencia (“cabezón, petiso, viejo, vasudo, peludo,
parecía de todo menos el caballo de un general”), con el cual en cierta
ocasión desafió a Don Juan Malcolm -dueño de una caballeriza sita por calle
Rivadavia y 25 de Mayo-, quien había importado un pura sangre de carrera,
realizándose la topada en el Hipódromo de Belgrano, donde finalmente ganó el
tordillo, recordándose que Hornos le
espetó al derrotado: “-Póngalo a sacar agua,
compadre, que para eso nomás, lo ha traído de Europa”. Y si bien solía a
veces ser él mismo el corredor (“descalzo
y con espuelas, ciñendo vincha al estilo de los domadores”), en esa
oportunidad condujo el animal un afamado jinete apodado “El Viejo Leandro”.
Asiduo concurrente a los reñideros
de Barracas, aprontaba allí los gallos de su cría, “naranjos-barbuchos”.
Tras su última incursión en
entrerríos, ya en Buenos Aires, el 10/08/1870 fue internado en el Hospital de
Hombres, y conciente de su estado, dicen que expresó: “¡Quién iba a decir que mi destino era morir en una cama!”.
Finalmente, casi un año después,
falleció el 14/07/1871, recibiendo sepultura en el Cementerio de la Recoleta , donde fue el
Gral. Mitre, el encargado de enarbolar las palabras de despedida; dijo entre otros conceptos: “murió puro como nació, pobre como vivió. Su
vida es un romance heroico, y su carrera militar una epopeya gloriosa…”.
Según Jacinto Yaben era “el tipo de gaucho argentino, que en las
batallas montaba en pelo a manera de Centauro”. Por su valor y ascendiente en las tropas, su prestigio heroico, era
inapreciable en la composición de un ejército. Con respecto a su valor,
temerario”.
Ignoramos por qué (andamos en esa averiguación),
el 2/10/1907, por Ley 3058 se le donó un terreno en el Cementerio de La Plata , en el que se erigió
una bóveda, a la que en 1915 se trasladaron sus restos desde el Cementerio de La Recoleta , donde descansan
desde hace casi un siglo.
La misma está ubicada próxima a la
entrada principal sobre Avda. 31, culminando una diagonal a izquierda de la
misma. Es un edificio importante, cuadrangular, con las esquinas redondeadas, con
un busto del héroe en frontispicio. Diríase que un tanto falto de
mantenimientos por ser lo que es. Por las fotos podrá tenerse una idea acabada
de lo que hablamos.
UNA ANÉCDOTA
Mi abuela materna Ana I. Cepeda
(Lala), era una memoriosa conocedora del pasado familiar y zonal, en una
oportunidad en nuestras muchas conversaciones, evocando anécdotas de su niñez y
juventud en “Santa Ana” de Cepeda, en Magdalena, recordaba cuando en la casa se
comentaban los viajes que “a la estancia” hacia en coche de caballos, el Gral.
Hornos, a visitar a Doña Petrona Hornos. Cuando inquirí las razones, si había
motivos de parentesco, dijo desconocer todo, ya que nunca había oído al
respecto otra cosa que lo narrado, como que tampoco se había comentado que “la
abuela Petrona” pudiese ser entrerriana.
Doña Petrona (1827 / 1912), era
esposa en segundo matrimonio de Don Francisco Cepeda (1813 / 1883), mis
tatarabuelos, de quien descendía Epifanio Cepeda, padre de mi citada abuela.
De aquel tatarabuelo, conservo su
calzoncillo cribado, su facón y unos estribos porteños.
(La
Plata , 18/01/2012)
BIBLIOGRAFÍA
- Oración Fúnebre pronunciada
por Bartolomé Mitre en el Cementerio del Norte, el 16/07/1871
- Julio A. Costa, “Entre Dos Batallas” (1927)
- Jacinto Yaben, “Biografías Argentinas y
Sudamericanas” (1939)
- Diego Abad de Santillán, “Gran Enciclopedia Argentina”
(1958)
- “El tordillo del Gral. Hornos” -sin firma-
(Revista El Caballo Nº 224, 6/1963)
- Leopoldo Lugones (h), “La Historia de los Caballos”
(1966)
- Enrique Puccia, “La vida heroica del Gral.
Hornos” (La Prensa ,
7/1971)
“Barracas en la Historia y la Tradición ” (1977)
(Publicado en el Nº 104 de Revista El Tradicional)
Justamente me estaba preguntando lo mismo: Qué hace enterrado en La Plata, si falleció diez años antes de la fundación de la ciudad. Por eso encontré esta nota, muy buena, lástima que sigamos con la duda. Saludos
ResponderEliminarBuenas, aca un descendiente del mismo, mi padre al respecto escribio alguna vez que lo llevaron a La Plata "Dando cumplimiento al deseo expresado en repetidas oportunidades por el general Hornos, de que su cuerpo descansara para siempre en la ciudad capital de la provincia de Buenos Aires, el día que esta existiera, Estado por el que, pese a ser entrerriano, había luchado incansablemente.", su fuente en este caso son recuerdos y relatos familiares de los Rivero y Hornos.
EliminarEstimado visitante descendiente del héroe, gracias por su información. es muy importante. Si algún día compilo mis artículos de tenor histórico, en un libro, voy a usar su información. Sería bueno tener su nombre y apellido.
EliminarMe gustaría tener precisión sobre el nacimiento del Brigadier, y cuantos y quienes eran sus hermanos.
Ahí está enterrada mi abuela, Ana María Rivero y Hornos de Spedalieri que falleció el 26/3/1946 bisnieta del Gral. Hornos, hija de Manuel Rivero y Hornos y Ana Morsaline y nieta de Ana Hornos y de Augusto Rivero y Zabala.
ResponderEliminarHola, gracias por escribir.
ResponderEliminar¿Sabe ud. con precisión donde nació el heroe, y cuantos hermanos tenía; se de un varón, nada más.