Cuando uno se ha pasado la vida como sin darse cuenta siempre vinculado
a los quehaceres de la cultura criolla, ya con cincuenta y tantos en la maleta
(que quizás no sean muchos, pero en rigor no son pocos), puede volver la
cabeza, que aunque no haya dejado tras de si una huella (virtud ésta, solamente
propia de los que mucho y bien, hacen),
ha de observar aquellos momentos y asuntos que han quedado en la retina y en la memoria, de allí
que no esté malo evocarlos, como que son aquellas cosas que “no me las contaron ni las
leí”, y no se hace entonces otra cosa que ejercer
la memoria.
Versos criollos, bailes nativos, malambos, peñas y guitarreadas,
cuadreras, sortijas, desfiles, jineteadas, marchas a caballo, dormir a campo,
yerras, apartes... se escalonan y se entreveran, desde los años de la primera
infancia y durante la adolescencia. Esa vida “cuasi campera”
tuvo por epicentro la zona norte del partido de Magdalena, parajes “Arroyo
Zapata”, “Punta Blanca” (sobre la costa del Río de la Plata), “El Pino”,
Bavio...
No sé por qué misterio guardo imágenes desde años muy tiernos, como los
versos de “Charrúa” a los 4 años y al petiso zaino “El Perico”, por el mismo
tiempo. De allí en adelante arranco.
Gente criolla mis mayores con viejo arraigo en la zona, asistían
gustosos a las fiestas criollas que se organizaban a beneficio de la escuela o
de la sala de primeros auxilios (que no eran tantas al año como hay hoy); las
mismas se promocionaban con bastante antelación en pequeños volantes (tamaño
media hoja A4 con expresión actual), que perforados en una de las esquinas
superiores se colgaban de un clavo o un gancho, en los sitios de mayor
asistencia de gente: el boliche, el almacén, el remate feria, la firma
consignataria, etc.
Resultaba común que los paisanos entonces se convidaran “para la domada” en tal o cual campo (1). Puede sonarle mal a los tradicionalistas, pero aunque gente de campo,
sabedora de la diferencia, así le decían, y no “jineteada”
como nos esforzamos hoy.
Al despuntar los años 60 los reservados más renombrados en la zona,
eran “El Vale Cuatro” de Don Tomás Lértora (“El Vasco Chanfle”) y “El Refaloso”
de Domingo Amondarain; ambos estarían después, en alguna jineteada con la caballada
de Orlando Gargiulo. “El Negro” Rey daba seguridad en el palenque, y fue “el
soltador oficial” de “El Vale Cuatro” mientras lo tuvo “Chanfle”.
La muchachada que entonces montaba no eran deportistas, sino todos
peones, mensuales y otros trabajadores de campos del vecindario. Las montas
habituales: de las clinas o en pelo, y con la grupa; no existía “la campana” y
duraban el largo de la bellaqueada. Los apadrinadores trabajaban de lejos,
dejando hacer...
En la zona se había afincado Juan Carlos Diz (“El Indio” Diz), el
primer bonaerense Campeón de Jineteada, en Córdoba en 1950, pero no llegué a
verlo jinetear, sí trabajar en el campo o jurar. El más afamado de los jinetes
lugareños debe haber sido el clinero “Chichín” Jorge Gómez de Saravia, y con
grupa Carlitos Llarías, hombre de boina blanca; también llegaban “El Gringo”
Valente y Romerito, ambos de La Plata, a veces el chascomusero Rodolfo Barrios,
los Andrada, Lorenzo “Quiroga” Estebanés, Francesena (de Atalaya), entre otros.
Nadie enriendaba con guante, ni se usaban muñequeras, musleras y ningún
tipo de venda elástica.
La indumentaria más común: bombacha y camisa -algunos, corralera-; de
calzado, botas fuertes, alpargatas y zapatillas corraleras; faja, y en el mejor
de los casos tirador escamado con monedas de níquel; para cubrirse, sombrero
tipo chambergo, algunas boinas negras (sin vuelo!!), y unos cuantos gorra con
visera, se nombraban “jockey” y estuvo muy difundida en los años 50/60.
Fue moda también un sombrero muy aludo y copa chata, que se me antoja
uruguayo y así usaba José Souza, y que iba bien requintado, tal como lo sigue
usando el ya citado “Chichín”.
Nadie andaba de chaleco, y si alguno lo usaba era tejido y de
confección casera; recuerdo en este punto a Luisito Gómez, siempre muy prolijo
en su modesto atuendo, a quien en su ensillada caracterizaban los grandes
estribos de suela llamados “sureros”. Era domador este hombre. También domador
y que sacaba caballos de muy buena rienda, era el “Pampa” Gutiérrez, tambero en
“El Estribo”; como no era muy fuerte pa’l basto, a veces el primero y segundo
galope lo daba su sobrino “Chiquito” y sino Carlitos Bidondo.
En cuanto al pañuelo, salvo algún paisano añoso (D. Pablo Gonzáles,
Raúl Smith, Ángel Cardozo, Don Silva), nadie lo usaba tendido, y primaban los
blancos y colorados, y algún que otro negro. El trabapañuelo no se conocía.
En cuanto al calzado agrego que solo uno que otro jinete usaba botas de potro, y estas eran cortas. Siempre
recuerdo cuando en el ‘58 Julio Secundino Cabezas llegó a una jineteada en casa
de mis mayores y pidió permiso para sortear un par de blancas y “altas” botas
de potro de su confección.
En materia ponchos abundaban las distintas gamas del marrón, desde
algún “bayito” hasta alguno “tostao”; si alguien alardeaba de uno de valor era
un poncho de vicuña, como tenía un tío abuelo. Ponchos pampas (2) solo se veían en alguna fiesta o
desfile grande, portado por algún “tradicionalista” -D. Santiago Rocca o el ya
citado D. Pablo-, y no por gente del común.
La mayoría de las instituciones se llamaban “fortines”: “Fortín La
Totora”, “Fortín El Cencerro”, “Fortín Gaucho Berissense”, “Fortín Atalaya”,
“Fortín Chascomús”, “Fortín Dolores”, etc., y esto era producto de que esos
centros nacieron, a partir de l940, al
influjo de la Federación Gaucha Bonaerense, institución que se encargó de
difundir la idea del tradicionalismo gaucho y echar las bases de un movimiento
organizado.
En cuestión de ensillada, el lujo mayor pasaba por algún juego de
pasadores, con cabezada de plata en los bastos, redondos y de carona; chapeados
se veían en algún desfile. Los más ensillaban recado corto de matras y mandil
recortado; ¡ni mentas del lomillo!
En el arreglo del caballo estaba muy difundida la cola corta, inclusive
desmarlada; pelada a tijera ranillas, quijada y orejas.
Solo un paisano recuerdo que llegó a hacerse cargo de un campo por
Punta Blanca, con la tropilla por delante. Arce era su apellido.
En la puerta de un corral volcaba el lazo con lujo “El Inglés” Piñeyro.
En la corrida de sortija se mezclaban los que pasaban “a la antigua”,
sentados en el recado, con aquellos que se paraban en los estribos. Allí
andaban los hermanos Navamuel (Yito y Pocholo), “Pampa” Llarías, Villarreal,
Mario Salas, y los Cerato, por dar unos ejemplos.
Cuando se armaba algún fogón y había quien pulsara una guitarra, se
“champurreaba” por milonga “una letra de muchos pies”, como se decía a aquellos
relatos de muchas estrofas; “El Indio” Diz solía decir versos, como por
ejemplo, “Los Medina”.
Como artista trashumante que era, solía caer Don Fermín Villalba, el
último payador analfabeto (a quien no faltaba los que lo llamaban “Cocoliche”).
Por entonces, en cuestión de “sonido”, lo único que había era un furgón
con un rústico amplificador con una o dos bocinas, y quien hacía uso del micrófono
se limitaba a anunciar los nombres del caballo y el jinete; no recuerdo que se
relatase la monta. En alguna fiesta chica ni eso había.
Me salgo de mi ámbito para citar una jineteada grande que movió el
ambiente y allí fue la familia con el abuelo “Tata” a la cabeza: en el primer
lustro de los 60 bajó a La Plata Don Arturo Dualde con sus famosos “Lomos de
Acero” y su gente de trabajo; la jineteada se llevó a cabo en el predio en que
hoy se levanta el Estadio de la Ciudad, y como al fondo de esos terrenos la
Federación Gaucha disponía de unos galpones para sus reuniones, supongo que
debe haber sido quien organizó. Se juntó mucha gente.
Recuerdo en algún desfile por las patronales algún criollo que vestía
de negro chiripa y corralera, con chambergo sobre blanca vincha, ensillando con
bastos redondos, estilo éste con fuerte influencia del teatro criollo que
encarnó Pepe Podestá. Hoy diríamos que hay varias incongruencias.
Y ya que nombro el teatro, recuerdo que se escuchaba mucho los
radioteatros que expresaban dramas camperos, así estaba la compañía de Héctor
Bates o la de Audón López, que después salían por los pueblos presentándose en
carpa en aquellos sitios que no había una sala. Una oportunidad fuimos al
Teatro Coliseo a ver la escenificación de una de esas audiciones.
En las madrugadas la radio estaba clavada en “Amanecer Argentino” y al
atardecer se sintonizaba “Un Alto en la Huella”.
Así entonces, en gruesos trazos, dejo estos recuerdos de fines de los
años 50 y los 60; esto no tiene por que haber sido igual en todos lados ya que
el costumbrismo varía según los pagos o zonas. En fin... salvando las
distancias, parafraseando a Althaparro, y dispensen la comparancia, así vi las
costumbres paisanas “en mi pago y en mi tiempo”.
..................................
Colofón A veces los mismos que andamos en el tradicionalismo hacemos una cosa
buena y enseguida le adosamos la contrapartida. Por ejemplo: se rescató el uso
del chaleco, pero ahora se los confecciona en todo tipo de cuero, cosa que
antaño no se usaba; se rescató el uso de la boina, pero se ha ido exagerando
tanto su tamaño que algunas ya son como sartén de estancia. La bombacha se ha
enangostado al extremo, que hoy, un pantalón dentro de la caña de la bota no se
advierte. Han aparecido unos sombreros de cuero a los que nada tienen que
envidiarle los muchachos de “Bonanza”, desconozco que tienen de gaucho. Hoy la
guarda pampa anda en la cinta de los sombreros, los pañuelos, aplicada en la
bombacha, camisa y corralera, en la alpargata, y convengamos que ese uso nada
tiene de tradicional, como tampoco los chalecos tejidos que tanto se han
difundido, con una guarda a cada lado.
Se ha
rescatado el uso del pañuelo tendido, y eso está bueno.
Pero...
hay cambios que me preocupan, por como desvirtúan lo simple y esencial del
ayer...
La
Plata, 26 de enero de 2008
(1)
En 1953, la Revista El
Caballo reprodujo el programa de una fiesta en la Sociedad Sportiva (Palermo,
Bs. As.), en 1909, que rezaba: “Doma de Potros – gran concurso por eliminación”
(2)
En una próxima nota
intentaré abordar este tema.
(Publicado en El Tradicional Nº 85)
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