…y los caminos de la vida nos llevaron hasta
Santa Rosa, capital de La
Pampa. Pero nada es casual, los primeros pasos en la
gestación de un libro que ha de llamarse “Por Huellas y Empedrados”, fueron la
escusa perfecta para llegar.
Allí nos aguardaba la acogedora hospitalidad
del poeta Carlos Rosendo (ex bailarín profesional de tango) y su esposa Mary, y
desde allí, como estratégica “base de operaciones”, dispersaríamos nuestro
andar, ansiosos por conocer lugares e historia de esa joven provincia, tan
ligada por otro lado a la vida ranquel, como lo demuestran a cada paso los
nombres de los negocios y las señales indicadoras en los caminos.
La buena predisposición del también poeta
Vicente Rosignolo -invitado por el dueño de casa-, que ofició de gentil
baqueano, fue fundamental para redondear nuestras andanzas. Y como hacemos cada
vez que tenemos la oportunidad de viajar, buscamos conocer lugares con historia
y museos.
Casco de la Estancia La Malvina (reconstruido) |
Así fue que nos llegamos hasta el Museo “Estancia
La Malvina ”
-previo recorrer el bien presentado circuito de la “Laguna del Parque Don Tomás”-,
casco que hiciera levantar don Tomás Mason, fundador de la ciudad de Santa
Rosa. Allí nos enteramos que dicha construcción se había vuelto una tapera,
pero por suerte, en años recientes fue reconstruida respetando el diseño
original, tratando de preservar lo poco de época que quedaba: un retazo de
piso, alguna pared interior, el marco de una ventana, y un hogar doble, que
colocado como dentro de una vitrina de acrílico, se lo ha conservado con el
deterioro que tenía, con la finalidad de que se aprecie su construcción y como
calefaccionaba dos ambientes opuestos. Daniela, una guía de turismo de origen
litoraleño, nos fue ilustrando, habitación por habitación, narrándonos aspectos
de su pasado, permitiéndonos adentrarnos en aquella historia.
Dicha “casa de la servidumbre” y el tunel,
fueron demolidos hace más de 30 años, quedando a la vista, solamente, el
trazado de los cimientos.
Es de destacar que “el castillo” -que es hoy un
museo y ha sido declarado Monumento Histórico Nacional-, se encuentra en
perfecto estado de conservación, y todo aquello que no es original (cortinados,
p. ej.), se ha reconstruido siguiendo los dictados de estilo y materiales de la
época.
Cuando Luro se empeñó en tan faraónica
construcción en la desierta y medanosa llanura que era parte del “mamúll mapú”
de tehuelches y ranqueles, lo hizo llevado por la idea de crear el primer coto
de caza del país, bautizado “San Huberto”, el que fue visitado por
personalidades de la aristocracia europea.
Actualmente, la “Reserva” es una muestra cabal
del paisaje típico pampeano, con extensísimos montes de caldén, médanos,
lagunas e inclusive el salitral; en esos montes se ocultan de los curiosos, los
ciervos colorados y jabalíes europeos descendientes de aquellos que poblaban el
coto. Actualmente el predio se extiende sobre 7600 has. de las cuales 1600
integran el circuito turístico.
angosta, que prestaba un servicio privado por el que los viajantes
podían llegar hasta la “Sala de los Carruajes”, ya en las vecindades del casco.
Ésta es actualmente el “Museo San Huberto”, construcción contemporánea al
“castillo” cuyo piso está constituido por “adoquines” de caldén, en el que se
pueden apreciar 15 coches de tiro animal, distintos, entre algunos de trabajo y
otros de paseo.
La buena predisposición de la guía Sonia, nos
permitió -previa apertura de candados en un par de tranqueras-, recorrer los
más recónditos sitios del caldenal, conociendo al “Caldén Matusalén”, así
bautizado por considerárselo el más antiguo del monte, al que desgraciadamente,
meses atrás, un tornado lo partió en tres, con la esperanza que el tronco en
pie, a una altura de más de 3
metros ha comenzado a retoñar. Su vida se calcula en
casi 300 años; de la misma época es el “Caldén de la Nena ”,
así llamado por la
tradición oral que dice que a su sombra ser sentaba a leer la hija del patrón.
De esta “Reserva” digamos por último, que uno de los
médanos altos está coronado por una inmensa pileta llamada el “Tanque
del Millón de Litros”, el que originariamente duplicaba su capacidad, y era
abastecido por el agua que en otro médano cercano extraían tres molinos a
viento (hoy el trabajo lo hacen dos bombas mecánicas), y desde el cual se
surtía de agua potable a todas las instalaciones de la estancia, esto por
gravedad natural, como que el tanque se ubica a una altura de más de 7 mts, con
respecto a las otras construcciones.
Cuando dejamos atrás este paraíso, lo hicimos
con la certeza de haber vivido una experiencia inolvidable.
En la propia Capital visitamos el “Mercado
Artesanal Pampeano”, apreciando la diversidad creativa en textiles, soguería,
platería, etc., todo prolijamente presentado.
En calle Quintana 116 accedimos al “Museo
Provincial de Historia Natural”, donde nuestros ojos no salían de su asombro. Dice
la gacetilla oficial: “Muestra los
recursos naturales, la diversidad de la flora y la fauna, los restos
paleontológicos y materiales arqueológicos del pasado de nuestra provincia.”.
En este museo nos llamó mucho la atención, dos
jardines (uno en el interior, en un patio abierto, y otro exterior, hacia la
vereda), ornamentados con todo tipo de flora local, perfectamente
individualizada cada especie, con un letrerito que da sus nombres. Esto lo
vimos repetido en algunos sitios de la ciudad, como p. ej. en canteros de la Terminal de Omnibus, lo
que nos ha parecido necesario imitar en otras latitudes.
La amabilidad y predisposición de los profesores
Hugo Alejandro Alfageme y Gabriela Testa, y las atenciones de su directora,
Lic. Mónica Becerra, nos hicieron placentera e instructiva dicha visita.
Abordando los aspectos indígenas, conocimos y
pudimos caminar un trecho por la “Rastrillada Indígena”, así señalada con
cartelería sobre ruta 35, al norte de la Capital.
La misma procedía de Trenque Lauquen, y se dirigía, entre
otros destinos, hacia Toay. Vibran en ella ecos del pasado, mugidos de
hacienda, relinchos, balidos, ruidos de la marcha, voces originarias…, y aunque
hará un siglo y medio que se la dejó de usar, sus vestigios están latentes…
En la “Cuesta del Sur” pudimos conversar con
“la lonco” -cacica- de la comunidad ranquel de esa zona, María Inés Canahué; y
en Santa Rosa de Toay nos recibió Doña Juanita Vila Rosas (descendiente del
célebre jefe ranquel Mariano Rosas), “lonco” de la comunidad de esa localidad.
Amablemente nos contó cuestiones cotidianas de la vida de su pueblo,
significado de voces, ambiciones de su proyecto cultural, como que algún día la
enseñanza escolar en su provincia pueda ser bilingüe. Con un cálido “marí marí”
nos despidió, dejándonos la esperanza de poder volver algún día.
Carlos Raúl Risso en "la rastrillada" |
¡Gracias Mary, gracias Rosendo, gracias
Rosignolo!, porque por ustedes nuestra estadía no solo fue saludable
gastronómicamente, sino muy rica y potables desde el aprendizaje.
(Publicado en Revista De Mis Pagos N° 47)
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