Diario "El Día" de La Plata -Cartas- edición del 16/12/1992
Diciembre hermana por fechas de natalicio y
fallecimiento a dos grandes sin cuento de la literatura costumbrista en
general, y del regionalismo bonaerense en particular. En primer término nombro
a Benito
Lynch, un platense notable -si tal lo juzgamos por su larga residencia
en la ciudad-, y el más bastamente conocido cultor de la narrativa criolla
junto a Ricardo Güiraldes. Y seguidamente evoco a Justo P. Sáenz (h), un
narrador, poeta, investigador que nada tiene que envidiar a los autores
mencionados, y que si bien es uno de los “máximos” referentes literarios dentro
del tradicionalismo, no es tan conocido a nivel general del público masivo.
Y a dos hechos bien diferenciados pretendo
referirme: Lynch, quien residió en la casa familiar de la Diagonal 77, frente a la
plazoleta que triangulan los cruces de las calles 8 y 43, y se desempeñara por
décadas como cronista de “El Día”, se fue de la vida el 23/12/1951.
Seis años y unos meses después, al demolerse
dicho inmueble, la
Municipalidad platense, a través de la Dirección de Paseos y
Jardines, lo homenajeó al erigir sobre el lateral derecho del camino de acceso
al Parque Saavedra (12 y 68, “el parque cerrado” como se lo conoce, aunque su
nombre sea otro), no muchos metros antes de llegar al palacio que ocupa la
parte central, un evocativo “Rincón del Novelista”, conformado el mismo por la
puerta y el portón de dos hojas que otrora ocuparan el frente de su vivienda.
Y así como frecuente caminador y gustador de la
frondosa arboleda del paseo, lo contemplé mil veces (por decir un número),
deteniéndome ante él otras tantas veces, e incluso fotografiándome contra el
mármol que reseña el homenaje.
Pero… desde hace un par de meses falta de su
lugar una de las grandes hojas del portón de pesado metal, y al notarlo, pensé en las depredaciones habituales de esa
incultura que no admite justificativos de ninguna clase -y nos perjudica a
todos-; la misma que dañara la totalidad de las figuras escultóricas del
parque, daños a los que hace poco se refirieran desde estas mismas páginas
mostrando además la muy deteriorada fuente “de los angelitos”.
Por suerte en mi caminata del sábado 26, topé
de pronto con el desaparecido cerramiento, al que encontré sujeto con alambres
a dos de las casuarinas que se ubican en hilera, paralelas a calle 14. ¿Qué fue
lo que pasó? ¿La violencia anónima la arrancó de su emplazamiento? ¿El paso del
tiempo deterioró los goznes y hubo que retirarlo? Sea cual fuere la causa, hago
votos para la pronta reposición (*) en
su sitial de honor, como una forma también de iniciar la recuperación estética
del paseo que fuera orgullo de la barriada, cuándo nombrándolo como “jardín
botánico”, lo recorríamos leyendo al pie de cada árbol, la chapa que lo
identificaba con su nombre vulgar y científico.
El otro comentario evoca con sentida emoción la
figura señera de un argentino que debería ser leído por todo aquel que se
precie de tal y aspire al conocimiento de usos y costumbres regionales. Me
refiero a Don Justo P. Sáenz (h), de quien este mes se cumple el centenario
de su natalicio, como que vino a la vida el 19/12/1892. Al igual que Lynch,
estuvo vinculado al campo desde su nacimiento, y si bien ejerció la profesión
de escribano, para la cual estaba habilitado, desempeñose también y por largos
períodos como administrador de campos en esta provincia y en las del litoral,
trabajos que le permitieron acrecentar sus conocimientos costumbristas.
Según sus propias notas, relaciona sus años
adolescentes con la confección de sus primeras estrofas, algunas de aquellas
como “La Carrera ”,
de antología para los entrados en materia. Hacia 1927 un suplemento dominical
de “La Nación ”
da cabida a su primer cuento, y de allí en más y hasta 1970, fue conspicuo
concurrente en páginas tales como “Caras y Caretas”, “La Prensa ”, “El Caballo” y
“Camping” entre otras.
Su obra édita puede reseñarse nombrando “Pasto
Puna” (1928, 3 ediciones), “Baguales” (1930, 3 ediciones), “Cortando Campo”
(1941, 3 ediciones), “Equitación Gaucha en la Pampa y Mesopotamia” -ensayo/investigación-
(1942, 5 ediciones), “El Pangaré de Galván” (1952), “Los Crotos” (1967),
“Pampas, Montes, Cuchillas y Esteros” (1967). “Blas Cabrera” (1970, póstumo);
también póstuma es la publicación en la desaparecida revista “Camping” de su
último cuento “Sofanor Quiroga”.
Valga destacar que su obra “Equitación
Gaucha” -única en su género y como tal
libro de consulta- recibió el Primer Premio de Literatura y Folklore Regional
otorgado por la Comisión Nacional
de Cultura, siendo designada además, como obra de estudio por la Facultad de Filosofía y
Letras.
¡Cuánto habría para hablar de Don Justo!,
pero demasiado hemos abusado del espacio, aunque estamos seguros ha de ser este
uno de los pocos -sino el único- homenaje a su centenario.
Digamos por último que su estrella gaucha se
encendió a los 77 años de edad, un 28 de mayo de 1970.
(*) Con posterioridad a la
publicación de esta nota, la hoja del portón fue restituida a su lugar.
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