De mis recuerdos
Hay cosas que hablan del ser criollo sin decir una palabra. Al
respecto, acá van unas anécdotas.
Allá
por 1974, hace ya casi cuarenta años, mi abuelo Desiderio Espinel vendió sus
hectáreas de “Los Ombúes”, retazo por otro lado del viejo “El Mirador”, en las
vecindades del “Zapata”, zona norte del viejo partido de la Magdalena , del que ya
nos hemos ocupado en estas páginas.
Romeo Risso -mi padre-, en "El ciruja", en "El Carmen del Pescado" (Berisso), 1978 |
La
hacienda fue a la feria; los enseres, muebles y otros bártulos se subastaron
allí en torno del viejo caserón. De ahí que un día “Tata” me dijo: “-Los caballos son tuyos, pero para tengo que entregar el campo vacío”.
Había
que buscar campo. Y de una conversación de mi padre con José Cerato (tío abuelo
mío), surgió que los podía llevar a “El Carmen del Pescado” de Daneri, 500 has.
que por entonces arrendaba. Así que un buen día de… abril o mayo debe haber
sido, ensillé, y montando “El Llamador”, con “El Pampero” del cabresto y “El
Ciruja” suelto, tomé el antiguo “camino real” (Ruta Pcial. Nº 11) dispuesto a
recorrer las dos leguas que me llevaban al nuevo destino. Al “lao del lazo”, a
una distancia variable quedaban las costas del Plata, y a la espalda… mil
recuerdos, historias y vivencias que en ese momento… se cortaban de mi vida.
"El Ciruja" y "El Llamador", en "Los Ombúes, Magdalena, en 05/1973 |
De
pronto, pensando en esas cuestiones, me brota: “Una bandada’e patos / rumbea pa’l río / y yo con mis caballos /
malhaya / pa’dentro mío… / Dejo atrás la querencia / que’s tiempo y vida /
mientras que me desangro / sangrando / por honda herida…”, fiel testimonio
del momento que vivía y que a falta de papel anoté en la memoria; tiempo
después las completaría para formar un “aire de huella” que aún espera música.
En
la mitad de la amplia curva que hace el camino antes de cruzar el arroyo “El
Pescado”, abrí la tranquera y entré al campo; tierras vírgenes que aún hoy no
conocen el arado. Allí de puestero, estaba Luis Gómez, viejo amigo de mi padre
de sus años adolescentes, a quien yo evocaría en las décimas de “Conversando de
a cabayo”, incluidas en mi libro “Campo de Ayer”.
Cuatro
años después mi tío abuelo no renovó el arrendamiento y hubo que despoblar “El
Carmen”. Y esta vez la mudanza fu sencilla, pues camino por medio, del otro
lado estaba “El Albardón” de Don José tirado (¡criollo si los hay!), quien dijo
“-Traigan los caballos para acá…”, y
allá fuimos, ahora, solo con “El Llamador” y “El Pampero”, porque meses antes
había muerto “El Ciruja”, pingo zaino como de 20 años para entonces.
La Plata, 19/11/1967, en "El Ciruja" |
A
éste Don José le apasionaban los caballos, y se daba el lujo de tener un
potrero regularon, fuera de “El Albardón”, donde tenía manada, por el gusto
nomás de tener potrillos de su cría y de su marca, que a veces… solía reglar a
algún amigo con paisano orgullo.
Pero
pocos meses más adelante, mi padre, que era quien en ese momento más tiempo le
dedicaba a los caballos, falleció. Ocurrió un 9 de julio de 1979.
(Yo
me había casado en el ’76, en el ’77 había nacido mi hija, en el ’78 estuve
internado por dos meses con un dudoso futuro, y por otro lado trabajaba en dos
empresas, lo que me quitaba tiempo para el campo).
Durante
el velorio, se me apersonó Don José, y allí, a los pies del féretro,
descubriéndose, con el chambergo en la mano, me sentenció: “-Tus caballos tienen campo hasta el día que se mueran…”. Palabra
de criollo, agrego yo.
Pero…
a veces la vida es ingrata, y en 198.., ya transpuesto los ochenta, se nos fue
Don José. Se venía entonces una sucesión que no pintaba fácil, quedando
finalmente “El Albardón” en propiedad de su hija “Beba”, y ésta –astilla del
mismo palo-, mantuvo vigente la palabra del padre.
"El Llamador" |
Y
allí está demás decir, blanquearon los huesos de mi yunta: primero se marchó
“El Llamador”, caballo entonces como de 30 años, y con más años aún se apagó
“El Pampero” ya en el dos mil y pico. Vale aclarar que del ’74 en adelante
fueron caballos ajenos al trabajo cotidiano, solo afectados a veces por largas
marchas; y por otro lado dispusieron siempre de buen campo y sanidad.
Recuerdo
patente cuando Rubén, nieto de Don José, me llamó un día, para darme una mala
noticia, la que yo imaginé por el lado familiar (ya que tenemos un trato
familiar recíproco), pero era que había muerto “El Pampero”.
Un
par de años después, suena el timbre de mi casa, y al abrir la puerta me lo
encuentro a Rubén, con la cabeza de mi caballo, blancos los huesos de
intemperies y soles, para que la tenga de recuerdo. Y allí está, sobre una
biblioteca, mudo testigo de campereadas, andanzas y desfiles, recordándome años
y momentos que no vuelven, pero que por ricos y entrañados no se olvidan.
Con "El Pampero", en su último desfile, 11/1991 |
“
(aire de huella)
1° Parte
Una bandada’e patos
rumbea pa’l río,
y yo con mis cabayos
¡malaya!
pa’dentro mío.
Dejo atrás la
querencia
que’s tiempo y vida,
mientras que me
desangro
¡sangrando!
por honda herida.
Ricuerdos de mi vida
dende la infancia,
quedan priendido’al
campo
¡pastiando!
sed de distancias.
Tantas cosas vividas
con crioya gente,
en tropel de silencios
¡galopan!
triste presente.
estribillo
11/1971, con "El Llamador" |
Ya me voy para siempre
tropiando penas,
adiós mi pago chico
¡del Pago
‘e la Madalena !
2° Parte
Con la garúa finita
de los ricuerdos,
mojándome el presente
¡me alejo!
al tranco lerdo.
Horizonte nublao,
cielo azulejo,
un incierto futuro
¡me aguarda!
ayá a lo lejos.
La tropiya’delante
atrás el pago,
que juera la querencia
¡y es aura!
ricuerdo aciago.
¡Cha digo! cuántas
muecas
que hace’l destino…
ridepente te soba
¡de azotes!
el muy ladino.
(Publicado en Revista "El Tradicional" Nº 107)
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