Cuando
hablamos de literatura gauchesca (o “la gauchesca”, según se quiera), los que estamos
en el tema, sabemos que anda “vivita y coleando”, pero también sabemos que su
vida discurre por huellas paralelas a la de la cultura oficial, o a la que
transcurre por los aconteceres de las grandes editoriales y las importantes
librerías.
En los
distintos niveles educativos, poco se enseña sobre literatura gauchesca…
diríamos que casi se la desconoce… o se la ignora, a lo sumo un repaso de los
clásicos de los clásicos: Hidalgo, Del Campo, Ascasubi, Hernández, Güiraldes…
Hoy por hoy
hay una sola editorial preocupada por el tema: Letemendía. Todo lo que los
muchos cultores abordan al respecto, es por emprendimientos personales o
“autoedición” como suele definirse, en un 85 o 90%.
A raíz de
dicha situación es que a falta de mejores maestros o ejemplos, cada vez que nos
invitan abordamos charlas sobre el particular.
Y así fue
que en un momento dado llegó la propuesta: “¿Por qué no hacés un taller sobre poesía gauchesca”, y aunque personalmente
-por antiguo, quizás- “taller” me remite a mameluco azul engrasado y auto roto,
acepté el desafío, y durante tres sábados de julio del año pasado, en Cañuelas,
en un cómodo salón de la Biblioteca Popular “Sarmiento”, con la organización de
Carlos Gallardo a través de su audición “Fogoneando” de AM 1560 Radio Antena,
de Lobos, nos estuvimos reuniendo con un puñado (escribí “un puñado” no “un
montón”), de interesados en conocer los pormenores que hacen a la historia del
la poesía gauchesca, sus formas estróficas, las métricas y las rimas, con la
intención de aportar ayudas que los hagan mejorar en su escritura, sobre todo,
porque los temas de rimas y métricas son fundamentales para quienes desean
participar en certámenes poéticos del género. Y como he estado vinculado a los
mismos desde 1980, ya sea en condición de participante, organizador, coordinador
y/o jurado, tenía la experiencia de como muchas veces, por pequeños
-insignificantes, problemas si se quiere- queda descartado un tema, hice entonces
hincapié en esas tres reuniones, en cómo pulir esas cuestiones y por ende,
optimizar la producción poética.
Interesantes
poetas como Luis Balbo y Néstor Enzo Mori, buenas promesas como Susana
Gutiérrez Calderón, y también la poeta y
narradora infantil Chola Rizzi, sin olvidarme del Director de la biblioteca, Juan
Manuel Rizzi, que se “prendió” con mucho interés y criterio, fueron quienes, entre
otros, me ayudaron a hacer gratas las reuniones en las que por supuesto no
faltó el mate, y en las que hablaba y ejemplificaba en un pizarrón, por espacio
de dos horas en cada reunión.
Bibl. Popular Sarmiento, Cañuelas - 2013 - Entrega de certificados de asistencia |
Ahora acabo de repetir la experiencia, nuevamente en un salón de la Biblioteca Popular Sarmiento”, pero esta vez de Chascomús, con organización de la directiva de esa institución, y en la ocasión el “puñado” ya se transformó en “dos puñados”, y aunque en vez de tres reuniones hicimos dos, estas fueron de casi 3 horas cada una.
Hay interés, la gente tiene interés en escribir versos gauchos o en mejorar los que ya hace, perfeccionarlos; solo falta que se les dé las posibilidades.
Hay interés, la gente tiene interés en escribir versos gauchos o en mejorar los que ya hace, perfeccionarlos; solo falta que se les dé las posibilidades.
Si esto se
hiciera metódicamente, ¡qué bien le haría a nuestras letras gauchas!, porque
¡cuánta falta nos hace revalorizar esta expresión!, decir poético que nos ha
dado la identidad de un género único en esta América del Sur, donde lo
compartimos con los uruguayos, como que constituimos una misma identidad
cultural de raíz gaucha. Se ha dicho que la gauchesca ha sido la “gran creación
literaria del S. XIX”, si hasta Borges -poco gaucho él-, sentenció: “La poesía gauchesca es uno de
los acontecimientos más singulares que la historia de la literatura registra”.
Siempre
sostuve que en la provincia de Buenos Aires (y esto mismo puede estar
sucediendo en otras), en cualquier pequeña población o paraje, hay una persona
que “borronea” pensamientos con formas de rimas, solo falta a veces, ayudarla a
ganar roce, y éste muchas veces (o la más de las veces), se obtiene
compartiendo con otros hacedores de versos. Nunca es bueno mascullar solo para
si lo que se escribe; esto hay que compartirlo y estar predispuesto a escuchar
opiniones, que si estas son bien intencionadas, siempre se crece.
En Chascomús
supieron acompañarme los payadores lugareños Juan de Oar, Ulises Muguerza y
Horacio Otero; curiosos de nuestras cosas como Roberto de la Canal, el Sr.
Espinosa, Germán Sallenave, Tito Muguerza, las docentes Inés Otero, María Delli
Quadri, Teresita Saint Esteban, Erica Eguía y María Brambilla, y por suerte
varios más.
Al
finalizar, tanto en Cañuelas como en Chascomús, la pregunta fue: ¿Carlos, el
sábado que viene, de que hablamos…?, como transmitiéndome con sincero afecto,
que se quedaban con ganas de más.
Plausible la
activa labor de la presidente Hildara Gómez, del vicepresidente Pedro Mauregui
Larranda, y de la también directiva Tona de Otazúa.
Bibl. Popular Sarmiento, Chascomús (30-8-2014) |
En el medio
de estas experiencias, en la sede de la Dirección Municipal del Tradicionalismo
platense, también nos estuvimos reuniendo para tratar asuntos poéticos, junto al
Prof. Daniel Marcial, quien desgranaba lo suyo en cómo hacer para tocar o
mejorar la ejecución la guitarra; y allí estaban jueves a jueves, Mónica
Pastor, Julio Mariano, Félix Villarreal y Señora, Guillermo Millán, Sergio
Montenegro, Gustavo Madril, Carlos Ortiz, Daniel Líneas…
La identidad
al género se la dio el lenguaje “al modo gaucho”, por eso que el estudioso
Lázaro Flury, dijo: “El lenguaje gauchesco amalgamó
en sus versos el aliento de la tierra, con esa sencillez casi primitiva y ruda
como sus propios protagonistas, pero embebido siempre por ese pensamiento noble
y altruista tan peculiar en el hombre de la tierra -y agrega- el lenguaje define al pueblo criollo, con su acendrado amor a la
libertad y su aversión a la esclavitud y la injusticia.”
Toda la vida
(por así decir exagerando el tono), me la he pasado tratando de transmitir mis
escasos conocimientos de autodidacta, intentando hacerles ganar tiempo a los
que quieren escribir versos; muchas veces la cocina o el comedor de mi casa han
sido testigos de estas -para mi- apasionantes “conversas” frente a un
interlocutor que se ha acercado a preguntar, salvo que ahora, sin querer
ampliamos el espectro dándole forma “de taller” (¿estará bien dicho así…).
Veremos como
sigue la historia.
La Plata, 12
de septiembre de 2014
(Publicado en revista El Federal/El Tradicional N° 472)
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