domingo, 21 de mayo de 2017

PALO A PIQUE

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 28 – 21/05/2017

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.


Hasta la aparición del alambrado, el hombre de campo se las tuvo que ingeniar bastante para la construcción de: las poblaciones, los cercos, los corrales, recurriendo a los elementos que le brindaba la naturaleza de su zona: piedras, tierra, cinas-cinas, talas, tunas, cueros, etc.
En anteriores oportunidades nos hemos referidos a la escases de montes naturales para la obtención de buena madera, y lo mismo expresó José Hernández en su “Instrucción del Estanciero”, cuando escribió que en los campos de pa’juera “allá faltan las maderas, no hay medio fácil de proporsionárselas, y por lo tanto los corrales son de zanja; y por cierto muy buenos y seguros”.
Por eso a medida que el hombre fue adaptándose, afianzándose y dominando el ambiente, se encargó de llevar lo que necesitaba de los campos de pa’dentro, y en este caso puntual la provincia de Entre Ríos fue la principal proveedora de palos de ñandubay, los que bien pelados, y enterrados adecuadamente, se decía que podían aguantar siglos sin deteriorarse.
¿Por qué puntualmente hablamos del ñandubay? Porque fueron los postes casi exclusivamente usados para la construcción de corrales de ‘palo a pique’, y a veces hasta de paredes de ranchos para hacerlos más fuertes.
Y… qué es el ‘palo a pique’? cualquier diccionario explica que es un palo o poste enterrado perpendicularmente en tierra y bien apisonado, y muy junto un poste de otro.
Siguiendo con Hernández, que ha sido muy puntilloso y detallista en todo lo que apuntó en su libro ya citado, nos dice que los postes de ñandubay se preparaban en 4 categorías: “postes, medio poste reforzado, medio poste liviano y estacones”. Luego da el largo y grosor de cada uno, y de los postes, que juegan un papel principal en la construcción de los corrales, explica: “El poste debe tener 14 cuartas de alto (aclaramos: unos 3.60 mts.) (...y…) debe tener 18 pulgadas (casi 46 cms.) cuando menos de circunferencia a una vara (o sea 86 cms.) del último corte. Debe tener 12 pulgadas (unos 30 cms.) por los menos (…) a las 10 cuartas (o sea los 2 mts.)”. Y en su meticulosidad hasta aporta el precio que, dice: “es generalmente de 18 a 20 pesos moneda corriente cada palo”. Estamos en 1881.
En cuanto a plantar los ‘palos a pique’, dice que debe comenzarse por abrir una zanja angosta de una profundidad de 60 cms., y en ella, cada unos 4 mts. y medio, se hace un pozo de 40 cms. (que con  los 60 ya abiertos se llega al metro), donde van “los principales” o sea morrudos postes, que son los que van dando la resistencia a la pared del corral.
En los primeros corrales las ataduras se hacían con lonjas de cuero, y Hernández aporta experiencia: “…si fuese atado con guasca, ésta debe ser lonjeada, pues si es peluda dura menos, en razón de que el pelo conserva humedad, se pudre fácilmente con las lluvias, y esto puede causar daños cuando se encierra”.
En la zanja abierta, después del primer “principal” comienzan a ubicarse los siguientes palos, buscando siempre que las curvas queden para afuera, “La tierra debe afirmarse a pisón, por camadas”. Concluida la construcción, se recortan las puntas buscando que queden todos los palos de la misma altura.
Si bien mayoritariamente a estos corrales se los hacía redondos, Hernández aconsejaba hacerlos cuadrados, opinando que así las paredes quedaban más fuertes.

Dijimos corrales y paredes de ranchos, pero también los fortines en su fortificación tenían un cerco de ‘palo a pique’ al igual que las construcciones de las estancias pioneras en el desierto.
(Las décimas de "Palo a Pique" de Charrúa se pueden encontrar en "Antología del Verso Campero")

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