domingo, 23 de diciembre de 2018

ESTANCIA


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 98 – 23/12/2018
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.

ESTANCIA
La voz o palabra “estancia” viene de muy antiguo en los decires de nuestra campaña, y nos fue traída por el conquistador. Allá por los lejanos años anteriores al nacimiento de la Patria, cada vez que aquellos plantaban los ‘sueños’ de un nuevo pueblo, en las vecindades de lo que sería el mismo, distribuían “suertes de chacras”, lotes que como máximo llegaban a las 500 ha. que estaban destinados a ser los sitios “de pan llevar” -como se decía-, o sea los que debían producir para contribuir al abasto de la población. Después de las chacras, ya más alejadas de la traza del pueblo, se hacía el reparto de las “suertes de estancias”, que estaban destinadas a la producción ganadera, que andando los tiempos serían “estancias vacunas” o “estancias ovejeras”, aunque no faltaron las que encararon ambas crías, a lo que había que agregar la cría de mulares y yeguarizos. En éstas la agricultura se limitaba a un cuadro de maíz y algo de zapallo, nada en forma intensiva.
Parece ser que la primera vez que se habla de “estancia” fue por 1514 y esto quedó documentado en el “Repartimiento de la Isla Española”, información que nos brinda el español Diego Abad de Santillán. “La Española” fue la primera tierra del “nuevo mundo” que pisó Colón, y donde erigió el conquistador el primer asentamiento de origen europeo. Es la isla que hoy comparten Haití y República Dominicana.
En nuestra campaña pampeana y en las vecindades del Río de la Plata, es a partir de 1581 que se establecen las “suertes de estancia”, casi 70 años después que la cita de Centro América.
Lo curioso es que en origen la palabra “estancia” se refiere a ‘estadía’ o ‘lugar de estar’, p. ej.: “Durante su estancia en Las Acacias, Juan, aprovechó para reponer su salud”. De allí que para el Diccionario de la Real Academia, la primera definición apunta a la “habitación o sala de una casa”.
Volviendo a estas campañas nuestras, aquellas primeras “suertes de estancia” que se otorgaban -mayoritariamente- como pago por servicios prestados, en tierras que eran propiedad del Rey (por lo tanto ‘realengas’), solían tener media legua de ancho (sobre las costas del Plata) por dos leguas de fondo; traducido a números: 2500 x 10000 mts., o sea una superficie de 2500 has. (se toma como medida de la legua criolla: 5000 mts.).
Los conocidos vocabularios contemporáneos, quizás por obvio, casi ni se ocupan de tal voz, pero por suerte el primer intento de diccionario criollo compilado allá por 1879, y que diera a conocer en 2006 la Academia Argentina de Letras, sí lo hace, y afirma: “Hacienda de campo cuya área de terreno no baja generalmente de media legua de frente por una y media de fondo (agregamos nosotros: unas 1870 ha.), destinada a la cría de ganado…”.
En 1890, Daniel Granada, en su “Vocabulario Rioplatense Razonado” también recogió el vocablo, explicando entre otras cosas: “Cuando se dice en general establecimiento de campo, se entiende que lo es de ganadería, ó sea estancia, por ser los de esta clase los que predominan en la campaña (…)”.
En la llanura pampeana ya en la centuria de 1700 las “estancias” habían adquirido dimensiones descomunales, pudiendo hablarse de extensiones de 100 mil, 150 mil o 200 mil has.
En el lenguaje habitual diario, la palabra “estancia” también designaba y designa a la casa principal, instalaciones para peones, matera, galpones, y todo tipo de construcción en derredor levantada, y en aquellos campos grandes, ir de un puesto al casco del establecimiento era ir a la  “estancia”.
Lo que en nuestra campaña se llamó “estancia”, en el oeste de EE.UU. se denominó “rancho”, en México “hacienda” y en Brasil “fazenda”.
Si bien la palabra sigue siendo de uso habitual, ha sufrido alguna devaluación, ya que hoy a campos no muy grandes se los llama “estancia”, e inclusive, a algún casco bien conservado con algún parque que lo rodeé se lo llama “estancia” y allí se realiza ‘turismo rural’ o ‘de estancias’.
(Las décimas de "La Estancia" de Miguel Etchebarne se pueden leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista")

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