lunes, 26 de agosto de 2019

"SANTA ANA" de CEPEDA - Bavio, Magdalena


Por rama de mi abuela materna, Ana Isabel Cepeda (“Chicha”), mi tatarabuelo se llamó Francisco Cepeda, nacido en 1813, y muerto a los 70 años de edad en 1883; según la tradición oral familiar, en su campo, siendo velado en el casco de “Santa Ana”, y sepultado en el Cementerio de Magdalena.
Hasta allí llegan los recuerdos de familia. Luego, gracias a inquietudes de un primo hermano de mi madre, Miguel Cepeda, que se preocupó en reunir viejas escritura entre las que estaba la antigua posesión familiar, comprobamos que Francisco era nieto de Manuel Ponce de León y Cepeda, por lo que, en algún momento y desconociéndose el motivo, miembros de la familia acortaron su apellido, simplemente a Cepeda.
Francisco Cepeda hacia 1880.
También vestía de chiripá
Viene a cuento referir que en las inmediaciones de lo que fue “Santa Ana”, en ese vecindario rural, existían pobladores Ponce de León, aparentemente sin vínculos con la familia Cepeda, pero… si vamos más atrás algún parentesco deben haber tenido.
Guiándonos por la planificación actual, “Santa Ana” quedaba comprendida en lo que hoy es la localidad de Bartolomé Bavio. Su ubicación es sobre el lateral norte de la Ruta Provincial 54 que empalma con la Ruta 11 en un cruce de caminos conocido como Paraje “El Pino”. Dicha ruta es una recta que antes de llegar al pueblo de Bavio se abre en una amplia curva; pues bien, a lo largo de toda la recta se desarrollaba la vieja estanzuela de Cepeda.
En ésta margen del Plata, el apellido ya estuvo presente cuando la primera fundación de Buenos Aires, pues entre las tropas que trajo el adelantado Don Pedro de Mendoza, formaba un Capitán de apellido Cepeda. Ignoramos si estuvo entre los que iniciaron el regreso junto al Adelantado, si formó parte de los que remontaron el camino hacía el litoral norte, o si cayó en alguno de los tantos combates librados con los naturales del lugar.
En la familia no faltan los que han querido ver una vinculación directa con Santa Teresa de Jesús, pues el nombre de ésta santa española es Teresa de Cepeda y Ahumada o Teresa de Sánchez Cepeda y Dávila, pero no hay ningún indicio documentado que pruebe tal aserto.
Valentín Cepeda, hacia 1870/75
Ignoramos con quien estuvo casado Manuel Ponce de León y Cepeda, pero sí que su hijo Saturnino Cepeda (ya sin el Ponce de León) lo estuvo con Isabel Cepeda, probablemente prima o sobrina. Francisco, uno de sus hijos, quizás el mayor, fue quien conformó la estanzuela “Santa Ana”, curiosamente su primera esposa, con la que tuvo cuatro hijos, se llamó Ana Castro. No sería de extrañar que el nombre haya sido en su homenaje.
Es de estimar que el casco de la propiedad es de mediados del Siglo XIX, y a la fecha se encuentra en muy buen estado, conservando casi exacta la forma original. Es un edificio más vale chato, en forma de “U”, con un patio/jardín central, con el clásico aljibe al medio. En su frente y el ala este, tiene una amplia galería.
Plano de "Santa Ana" al momento de la sucesión 
Sabemos que en 1862 Francisco compra al Estado una fracción de casi 430 has., tierras consideradas de “bien público o fiscales”, las que anexa a la extensión que ya tenía, obteniéndose una señal de que el casco ya existía, porque el agrimensor Gonnet dice: “El primero de abril en Casa de Dn Fco Cepeda observé la altura meridiana…” (textual).
En noviembre de 1876 vuelve sobre tierras fiscales, y solicita a las autoridades - el Jefe de la Oficina de Tierras Públicas-, la compra de un retazo que encaja dentro de su propiedad, el que se aproxima a las 170 has. El gobierno designa al Agrimensor Don Pedro M. Cortina la mensura de dichas tierras, las que finalmente son adjudicadas a Cepeda, en julio de 1877.
Juan de Dios Cepeda
Por la testamentaría realizada tras su fallecimiento, sabemos que al menos a ese momento (1883), “Santa Ana” tenía una extensión de 1.006 has. y que efectuado el reparto, el casco con una fracción de 463 has  pasó a poder de su segunda esposa, Doña Petrona Hornos y al hijo mayor de ese matrimonio, Epifanio Rufino Cepeda (1869 / 1952), mi bisabuelo.
Este Epifanio fue un hombre progresista, con ganado prestigio en la zona y en ‘el pago’; en la política de su tiempo formaba fila con los conservadores (los boina colorada, orejudos o vacunos, como la ‘contra’ los designaba) y supo estar cerca de las autoridades provinciales de su partido.
Fue uno de los primeros vecinos en tener automóvil, toda una novedad por entonces; también dotó al casco de luz artificial, ya que instaló un sistema a gas de carburo, adelanto del que ninguna otra población del vecindario gozaba, y luego, años más adelante sumo la luz a molinillo.
A su muerte, la casa principal de “San Ana” y una fracción del campo pasó a pertenecer a su hijo Silvano, y actualmente lo conserva uno de sus hijos, un nieto de aquél, de nombre Miguel.

TRES NOTICIAS AL MARGEN

La Primera

Una historia de la tradición oral de la familia -que desgraciadamente conocí de grande, cuando ya no quedaban más mayores que las dos tías abuelas que me la contaron, y ya no tenía donde más indagar-, dice que a la muerte de Francisco Cepeda el 28/09/1883, sus dos hijos mayores, Juan de Dios y Valentín se hallaban poblando campo hacia el sudeste, por el partido del Vecino.
Hasta allá se mandó un chasque portando la infausta nueva, y se esperó la llegada de esos hijos a “Santa Ana”, para entonces sí dar sepultura al finado en el Cementerio de Magdalena.
Contaban que a mata caballo, con tropilla por delante, cruzando ríos y arroyos pudieron cumplir con el propósito de despedir al padre. Luego volvieron a aquella zona donde se establecieron definitivamente, constituyendo familias reconocidas, con descendientes que llegaron a los más altos cargos municipales.
¿Por qué al Vecino? Parece ser que allí también tenía campos Francisco Cepeda.
De un estudio de 1964 de Don Justo P. Sáenz (h), sobre la importante Estancia “La Quinua” de aquellos lares, afirma que al venderse las más de 33.000 has. que por entonces la constituían (originalmente eran más), en dos fracciones, al emprendedor Don Pedro Luro, en febrero y julio de 1877, Don Francisco Cepeda figura como lindero en ambos campos, en la ubicación Sud Oeste.
Posiblemente ese fue el motivo de la radicación de aquellos hijos en El Vecino, hoy Gral. Guido.
Anecdóticamente agregamos que Don Carlos A. Moncaut, en su libro “Pulperías, Esquinas y Almacenes de la Campaña Bonaerense” (1999), en la página 626 del Tomo II, enumerando esquinas y pulperías de la provincia, cita <‘La Protegida’ de Laplace, en campos de Cepeda>, en territorio del actual partido de Gral. Guido.

La Segunda

Mi abuela materna Ana I. Cepeda (“Chicha” o “Lala” para mí), era una memoriosa conocedora del pasado familiar y zonal; en una oportunidad en nuestras muchas conversaciones, evocando anécdotas de su niñez y juventud en “Santa Ana” de Cepeda, recordaba cuando en la casa se comentaban los viajes que “a la estancia” hacia en coche de caballos, el Gral. Hornos, a visitar a Doña Petrona Hornos, su abuela. Cuando inquirí las razones, si había motivos de parentesco, dijo desconocer todo, ya que nunca había oído al respecto otra cosa que lo narrado, como que tampoco se había comentado que “la abuela Petrona” pudiese ser entrerriana, provincia en la que se afirma nació el General.
Epifanio R. Cepeda
hacia 1895
Ya que mi bisabuelo Epifanio nació el 7/04/1869 debemos suponer… que Francisco Cepeda y Petrona Hornos debieron casarse hacia 1867/8, y como Hornos falleció en Buenos Aires el 14/07/1871, esas visitas deberían haberse realizado en ese breve lapso de tiempo (1867/8 – 1871).

La Tercera

Cuando mi abuela y sus hermanos recordaban lejanos años de niñez y juventud y contaban anécdotas, se referían a “Santa Ana”, como “la estancia”; inclusive Tío “Panchito” Cepeda (1895) -hijo mayor de Pedro, el hermano menor de Epifanio-, hablando sobre una vieja fotografía enmarcada que conservo, en la que se ve a un paisano junto al caballo ensillado, en un corral con la tropilla, cuando le pregunté si se sabía quién era, me respondió “…no, yo era chico, y  ese cuadro con otro parecido, estaban colgados en el comedor de ‘la estancia’, le decíamos ‘los capataces’…”.
Sobre el final de sus días, mi abuela me refirió que cuando mocita, ella, en “la estancia” montaba a caballo con silla de amazona. Dato que me llamó poderosamente la atención, pues nunca en la zona había escuchado algo por el estilo. Pregunté enseguida que había sido de ella. Y me respondió que al casarse y establecerse en “San Miguel” de Espinel, había quedado en “la estancia”.

La Plata, 25 de Agosto de 2019

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