En la segunda quincena de noviembre de 1976 me encontraba de luna de miel en la hermosa Bariloche. Uno de esos días, paseando, llegamos con mi esposa a una librería, y atraído por lo que ofrecía la vidriera, ingresamos, retirándonos con dos libros criollos y patagónicos.
Allí fue cuando mi esposa comenzó a preguntarse: “¿Con quien me casé que en esta circunstancias compra libros?”. Puede ser que también haya comenzado a intuir lo que era vivir con alguien aficionado a los libros y la escritura.
Hago esta reflexión en voz alta porque pronto se cumplirán 35 años de aquel momento, y porque el pasado 21/6 se cumplieron dos de la desaparición de esa “sufrida” Teresa que tanto me soportó.
Pero no todo termina allí, porque el autor que en esa oportunidad conocí se llamaba Asencio Abeijón, y su prosa me ganó el lado flaco del sentimiento criollo.
Casualmente este año se cumplen 110 años de su natalicio y 20 de su fallecimiento.
Efectivamente, nació en Tandil, Buenos Aires, el 16/05/1901, pero poco le duró el carácter de bonaerense, porque sus jóvenes y emprendedores padres (tenían 16 años cuando desembarcaron procedentes de Galicia), junto a sus diez hijos, cuando él contaba solo dos años de edad, se trasladaron al sur patagónico, estableciéndose con una explotación de campo y almacén, en el camino de entrada a Comodoro Rivadavia, a unos 15 kms. de la nueva ciudad, en un paraje conocido como “La Mata” o “Arroyo La Mata”.
Y aquel sería su lugar en el mundo. Ya nunca más se apartaría de “su” Comodoro, salvo esporádicos viajes, como aquel de 1957, cuando abocado a la política, concurrió a la Convención Nacional de la UCRI, debiendo costearse los gastos de viaje y estadía.
Fue el cronista chubutano o patagónico, si mejor cuadra, por eso es que Osvaldo Bayer, (de alguna manera “su descubridor”, quien lo acercó al público nacional tras hacerle una crítica literaria en un importante medio capitalino, y ahí nomás lo presentó a Editorial Galerna), opinó sobre su primer libro, que Abeijón no es literato ni prosista, sino “…un cronista. Un hombre que habla como habla la Patagonia”. Ahí su gran mérito: la identificación.
Algún informe biográfico nos dice que estudió de noche en un colegio Salesiano mientras que por la mañana era maestro de primer grado. Ahora, a estar en sus propias palabras, refiere que tuvo “solo tres años de escuela primaria”, y no hay porque no creerle.
Esto nos habla que como tantos otros emprendedores, Don Asencio, fue un hombre que se forjó a si mismo, en el rudo trabajo y la ambición personal de querer aprender, superarse, porque valga decir que a los 26 años dirigía un emprendimiento periodístico bautizado “El Criticón”, desde el cual fustigaba a los explotadores del trabajador patagónico; que por entonces era aquella una tierra para hombres decididos, y por que no, tallaba la ley del más fuerte. Imposible olvidar los acontecimientos de aquellas luchas y huelgas obreras.
Antes de periodista, fue esquilador, resero, carrero, trabajador en la incipiente YPF, y político. Así fue que en las elecciones de 1958 y 1963, resultó electo diputado, no habiendo podido concluir ninguno de los mandatos por causas ajenas a su persona.
Pero apuntando a su faceta de escritor, digamos que su primer libro, de difusión local o regional si se quiere, fue “Apuntes de un carrero patagónico”, en 1971. Andando el tiempo recordaría que fue “un editor principiante” quien asumió a su costo la edición de ese primer trabajo, libro que en Buenos Aires nadie habría aprobado publicar, según entendía.
Tras la presentación de Bayer, Galerna editaría una trilogía que es base y sustento de su obra, unidas bajo la cita de “Memorias de un carrero patagónico”: tal cual es el título de la reedición del que publicara en Comodoro y que aparece en 1973 con varias reediciones; “Recuerdos de mi primer arreo” (1975), y “El guanaco vencido” (1976). Completan su producción “Caminos y rastrilladas borrosas” y “El Vasco de la carretilla”.Memorioso y observador, supo narrar con esa ductilidad criolla del que atrae cuando habla, y narró con lujo de detalles haciendo importante hasta la anécdota sencilla, rescatando del olvido seguro los hechos simples de una vida sufrida, que sumados, hacen a la historia cotidiana pero fundamental de esa gran región que es la Patagonia, transmitiendo que no narra por narrar, sino que lo hace con la autoridad del que habla de lo que realmente sabe.
Así también una significación muy importante de su labor la apuntó Bayer, al observar en el prólogo del primer título en Galerna: “…este es un libro con futuro, es un libro que se va a leer dentro de diez, cincuenta, cien, quinientos años. Como se leen ahora los libros de los viajeros ingleses y alemanes de hace dos o tres siglos. ¿Por qué? Porque la prosa de Don Asencio Abeijón es realmente algo vívido.”El periodista Alberto Perrone opinó después de entrevistarlo, que sus relatos “…tienen sabor áspero al estilo de Lobodón Garra y la agilidad de las aguafuertes de Arlt.”Su labor periodística (al antes nombrado agregamos el diario “El Patagónico”, al que ingresó en 1968), y literaria, supo el halago del reconocimiento importante, como que en 1974 recibió el prestigioso Premio Santa Clara de Asís.
En el orden familiar estaba casado con Olga Caro (chilena), con quien tuvo una hija, Lidia Isabel, de quien contaba en Revista Gente en 1974, que se había ido a vivir a Córdoba, y nunca más había tenido contacto con ella. Curioso, verdad…?
Se cumplirán entonces treinta y cinco años de esa circunstancia particular de mi vida que me llevó a conocer a Abeijón, como no podía ser de otra manera, en tierras de la Patagonia.
Pero para cerrar este homenaje, démosle la derecha y la palabra a Felicidad Hernández, quien tuviera la responsabilidad de prologar la aparición en Comodoro de aquellos primigenios “Apuntes…”, y entonces definió: “La pluma de Asencio Abeijón es clara y a través de ella la visión será panorámica y colorida, y la comprensión absoluta, hasta meternos dentro de la Patagonia y adentrarla en nosotros en una forma indudable y completa. El valor literario y documental es de hoy y para siempre.”
La Plata, 1º de Julio de 2011
Allí fue cuando mi esposa comenzó a preguntarse: “¿Con quien me casé que en esta circunstancias compra libros?”. Puede ser que también haya comenzado a intuir lo que era vivir con alguien aficionado a los libros y la escritura.
Hago esta reflexión en voz alta porque pronto se cumplirán 35 años de aquel momento, y porque el pasado 21/6 se cumplieron dos de la desaparición de esa “sufrida” Teresa que tanto me soportó.
Pero no todo termina allí, porque el autor que en esa oportunidad conocí se llamaba Asencio Abeijón, y su prosa me ganó el lado flaco del sentimiento criollo.
Casualmente este año se cumplen 110 años de su natalicio y 20 de su fallecimiento.
Efectivamente, nació en Tandil, Buenos Aires, el 16/05/1901, pero poco le duró el carácter de bonaerense, porque sus jóvenes y emprendedores padres (tenían 16 años cuando desembarcaron procedentes de Galicia), junto a sus diez hijos, cuando él contaba solo dos años de edad, se trasladaron al sur patagónico, estableciéndose con una explotación de campo y almacén, en el camino de entrada a Comodoro Rivadavia, a unos 15 kms. de la nueva ciudad, en un paraje conocido como “La Mata” o “Arroyo La Mata”.
Y aquel sería su lugar en el mundo. Ya nunca más se apartaría de “su” Comodoro, salvo esporádicos viajes, como aquel de 1957, cuando abocado a la política, concurrió a la Convención Nacional de la UCRI, debiendo costearse los gastos de viaje y estadía.
Fue el cronista chubutano o patagónico, si mejor cuadra, por eso es que Osvaldo Bayer, (de alguna manera “su descubridor”, quien lo acercó al público nacional tras hacerle una crítica literaria en un importante medio capitalino, y ahí nomás lo presentó a Editorial Galerna), opinó sobre su primer libro, que Abeijón no es literato ni prosista, sino “…un cronista. Un hombre que habla como habla la Patagonia”. Ahí su gran mérito: la identificación.
Algún informe biográfico nos dice que estudió de noche en un colegio Salesiano mientras que por la mañana era maestro de primer grado. Ahora, a estar en sus propias palabras, refiere que tuvo “solo tres años de escuela primaria”, y no hay porque no creerle.
Esto nos habla que como tantos otros emprendedores, Don Asencio, fue un hombre que se forjó a si mismo, en el rudo trabajo y la ambición personal de querer aprender, superarse, porque valga decir que a los 26 años dirigía un emprendimiento periodístico bautizado “El Criticón”, desde el cual fustigaba a los explotadores del trabajador patagónico; que por entonces era aquella una tierra para hombres decididos, y por que no, tallaba la ley del más fuerte. Imposible olvidar los acontecimientos de aquellas luchas y huelgas obreras.
Antes de periodista, fue esquilador, resero, carrero, trabajador en la incipiente YPF, y político. Así fue que en las elecciones de 1958 y 1963, resultó electo diputado, no habiendo podido concluir ninguno de los mandatos por causas ajenas a su persona.
Pero apuntando a su faceta de escritor, digamos que su primer libro, de difusión local o regional si se quiere, fue “Apuntes de un carrero patagónico”, en 1971. Andando el tiempo recordaría que fue “un editor principiante” quien asumió a su costo la edición de ese primer trabajo, libro que en Buenos Aires nadie habría aprobado publicar, según entendía.
Tras la presentación de Bayer, Galerna editaría una trilogía que es base y sustento de su obra, unidas bajo la cita de “Memorias de un carrero patagónico”: tal cual es el título de la reedición del que publicara en Comodoro y que aparece en 1973 con varias reediciones; “Recuerdos de mi primer arreo” (1975), y “El guanaco vencido” (1976). Completan su producción “Caminos y rastrilladas borrosas” y “El Vasco de la carretilla”.Memorioso y observador, supo narrar con esa ductilidad criolla del que atrae cuando habla, y narró con lujo de detalles haciendo importante hasta la anécdota sencilla, rescatando del olvido seguro los hechos simples de una vida sufrida, que sumados, hacen a la historia cotidiana pero fundamental de esa gran región que es la Patagonia, transmitiendo que no narra por narrar, sino que lo hace con la autoridad del que habla de lo que realmente sabe.
Así también una significación muy importante de su labor la apuntó Bayer, al observar en el prólogo del primer título en Galerna: “…este es un libro con futuro, es un libro que se va a leer dentro de diez, cincuenta, cien, quinientos años. Como se leen ahora los libros de los viajeros ingleses y alemanes de hace dos o tres siglos. ¿Por qué? Porque la prosa de Don Asencio Abeijón es realmente algo vívido.”El periodista Alberto Perrone opinó después de entrevistarlo, que sus relatos “…tienen sabor áspero al estilo de Lobodón Garra y la agilidad de las aguafuertes de Arlt.”Su labor periodística (al antes nombrado agregamos el diario “El Patagónico”, al que ingresó en 1968), y literaria, supo el halago del reconocimiento importante, como que en 1974 recibió el prestigioso Premio Santa Clara de Asís.
En el orden familiar estaba casado con Olga Caro (chilena), con quien tuvo una hija, Lidia Isabel, de quien contaba en Revista Gente en 1974, que se había ido a vivir a Córdoba, y nunca más había tenido contacto con ella. Curioso, verdad…?
Se cumplirán entonces treinta y cinco años de esa circunstancia particular de mi vida que me llevó a conocer a Abeijón, como no podía ser de otra manera, en tierras de la Patagonia.
Pero para cerrar este homenaje, démosle la derecha y la palabra a Felicidad Hernández, quien tuviera la responsabilidad de prologar la aparición en Comodoro de aquellos primigenios “Apuntes…”, y entonces definió: “La pluma de Asencio Abeijón es clara y a través de ella la visión será panorámica y colorida, y la comprensión absoluta, hasta meternos dentro de la Patagonia y adentrarla en nosotros en una forma indudable y completa. El valor literario y documental es de hoy y para siempre.”
La Plata, 1º de Julio de 2011
(Publicado en Revista De Mis Pagos Nº 40)
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