Cuarenta y pico de años atrás mi abuelo Desiderio
Espinel (al que al igual que el gran Vasco Istueta Landajo con su abuelo,
también llamaba “Tata”), cayó a “Los Ombúes” -paraje “El Zapata” en la Magdalena- después de
un remate-feria de animales en el pueblo de Bavio, con un potrillo de año y
medio aproximadamente, producto de esos revoleos de compra y venta que hacían
los paisanos, y del que el animalito le resultó como una yapa. Y era bonito y
despierto el potrillo. Además venía con el agregado -según decían los lengua
larga- de que era el resultado de un servicio que se había contrabandeado con
un puro de una cabaña de criollos del pago.
Pasó el tiempo y le fue llegando el momento de la
doma, claro que para entonces mi padre ya lo tenía bastante manso de abajo,
bien manoseado y sin cosquillas.
Una tarde ensillamos; mi padre “El Gaucho” (un
gateado grande, muy guapo), y yo “El Ciruja” (un zaino mestizo, muy
tranqueador), y le caímos, como quien no quiere la cosa, al rancho criollo de
Don Juan Carlos Diz. “El Indio” Diz para quienes lo conocían de antes.
JUAN CARLOS DIZ
(Don Juan Carlos Diz, hacia 1942 aproximadamente) |
Aquel festival fue organizado con motivo de “La Semana de Córdoba” por el
gobierno provincial, y las destrezas criollas, bajo la denominación de
“Campeonato Argentino de Doma”, se realizaron en las instalaciones del
hipódromo, que fue adecuado convenientemente con palenques, corrales y bretes
para la ocasión.
Algunas de las delegaciones presentes fueron:
Federación Gaucha Bonaerense, Asociación Tradicionalista Gral. Güemes, de
Salta; estancias “La Francia ”
y “Santa Rita”, de Córdoba, Club Hípico Gral. José Ma. Paz y Haras Militar
Gral. Paz, también de Córdoba, “La
Montonera ” de Ensenada, Bs. As.; provincias de La Pampa y Santa Fe, entre
otras.
“El Indio” Diz, junto a Demetrio Oliva, Luis Benedo y “Romerito”, grupo que capataceaba
Saturnino Montiel, integró la delegación de “La Montonera ”, en la que
también se destacó y fue premiada la tropilla de Miguel González.
Juan Carlos Diz, nació el 22/08/1916, criándose en Navarro, en una familia que
integraba con ocho hermanos.
Sabía recordar que a eso de los seis años, un tío
le hacía montar unos petizos “pony” muy bellacos, teniéndoselos con un lazo;
luego, hacia 1927/8 aproximadamente, le hacen probar unos potros ante la atenta
mirada de Pablo Olguín, el destacado jinete que hacia la segunda mitad de la
década del ‘30 y principios de la siguiente, realizo una extensa gira por los
variados rodeos de EE.UU.
Fue su vida, una vida plagada de aventuras. Apenas
salido de la niñez, escapó al control paterno, cayendo a pedir asilo y conchabo
en casa de un vasco gaucho que le abrió la puerta de la hospitalidad y lo ocupó
en el tambo, al tiempo que sin levantar la perdiz, hizo saber a sus padres donde se hallaba. Un par de años después, ensilló recalando en el
territorio de La Pampa ,
donde se aplicó a la doma, y de donde retornó ya hombre y con tropilla por
delante.
Con motivo de las primeras fiestas del “Día de la Tradición ” en La Plata -comenzaron en 1940-
se allegó a participar de las montas, y terminó por radicarse en la zona, allá
por el paraje “El Zapata” citado al principio. Corría 1942.
Anduvo jineteando hasta el ‘53 en que a los 37 años
decidió retirarse. Hasta allí su vida fue una “hechuría” sobre el lomo de los
brutos, montando con los ojos vendados, “cara pa’tras”, y hasta cumpliendo el
malabarismo de ir desensillando el potro entre abalanzo y abalanzo.
En su momento de esplendor hubo un abogado que al
mejor estilo de la literatura de cordel, hizo imprimir unos volantes de
14x23cms., de los que conservo dos en mi archivo; uno lo muestra jineteando y
al pie de la foto cuatro décimas tituladas “Las Vizcacheras”; la otra lo
muestra de a caballo, muy endomingado, y con las cinco estrofas de “¡Ay,
décimas de mi pampa!...”. Reza el volante: “Recuerdo del Gaucho
Argentino Juan Carlos Diz”. Lástima
grande que a los versos les falte la cita de su autor, y él lo desconocía.
"EL LLAMADOR"
"El Llamador" en Los Ombúes, en 05/1973 |
Mientras se sucedían las preguntas de rigor (¿cómo
están en las casas? ¿y doña Ana cómo anda?) y compartíamos un mate, el
animalito nuevo relinchaba, inquieto, buscando de acomodarse para ventear con
rumbo a la querencia. Fue en eso y ante esa insistencia que dijo Don Carlos dirigiéndose
a mi padre: -Romeo, ¿cómo se llama el malacara? Un tanto sorprendidos nos miramos con mi padre... –No tiene
nombre... fue la respuesta. –Entonces va a
ser “El Llamador”, ¿no viste que relincha como llamando? Y así quedó bautizado.
A la rueda se agregó Juancho, muchacho de
unos veinte años, grandote, algo grueso pero muy campero, que andaba de negro
sombrero , bien aludo requintado.
Y llegó el momento de ponerle punto final al mate y
los cueros al potrito, tarea de la que se encargó Juancho bajo la atenta
mirada del “Indio”. Manso de abajo, lo ensilló sin
problemas; lo montó y no tiró más de dos saltos, entregándose dócilmente.
Cuando emprendimos el regreso, un
largo trecho nos acompañaron los relinchos del “Llamador”.
Con varios galopes, Juancho lo
entregó en “Los Ombúes”, donde lo siguió y enfrenó mi padre.
Su pelaje era rosillo malacara,
botas con delantal y mano blanca del lado de montar; tenía algunas manchas por
la verija y la panza, que ante la influencia de “Los dos fletes” de Osiris
Rodríguez Castillo me hacían imaginarlo más que verlo “overo rosao” (“Es el overo rosao, / es la
aurora de mi empeño, / sol recién nacido en sangre / sobre el albor de los
cielos. / Si no me siento sobre él, / se me hace que no amanezco.”).
De su lomo me desmonté en 1982,
frente al palco oficial, cuando en el multitudinario desfile gaucho por el
Centenario de La Plata ,
tuve el honor de hacer uso de la palabra en nombre de los tradicionalistas.
PARA
FINAL
Tendría unos veinticinco años, ya
“jubilado”, cuando “El Llamador” murió en un potrero de “El Albardón” de Don
José Tirado, a donde había llegado tras la venta de “Los Ombúes” en el ‘74, y
donde Don José, con esa proverbial hidalguía criolla supo decirme: “- Tus caballos tienen campo
hasta el día que se mueran”. Y así fue.
Juan Ramón Diz era el nombre completo de Juancho, quien había nacido el
30/10/1946. Verlo salir al antiguo camino real, para ir a recorrer los potreros
sobre las costa del Plata, rodeado de sus inseparables perros, era presenciar la
imagen de un pasado gaucho. Murió en el mismo rancho en que lo visitáramos,
después de desensillar entrada la oración, un 26/09/2004.
A Don Carlos Diz -el que se
allegara a saludarme cuando el fallecimiento de mi padre en 1979, pero sin
llegar a la sala mortuoria, porque le hacía mal saber que los amigos se le
iban-, lo vi por última vez, para el saludo y el abrazo, cuando en agosto de
2001 se celebró el Centenario del pueblo de Bartolomé Bavio.
Falleció el paisano el 11/11/2005,
descansando sus restos en el cementerio del pueblo antes citado, en la Magdalena.
ooo000ooo
¡Y pensar que a mi caballo lo
bautizó el Primer Campeón Bonaerense de Jineteada!
(Publicado en Revista El Tradicional Nº 76)
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