domingo, 2 de julio de 2017

BOLEADORAS

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 33 – 02/07/2017
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.
Para el aborigen de esta parte de América, la boleadora era un instrumento de caza y un arma de pelea. Así fue que Luis Ramírez, integrante de la expedición de Sebastián Gaboto, en una carta fechada en 1528 -hace 489 años-, testimonió: “Estos querandis son tan ligeros que alcanzan un venado por pies, pelean con arcos y flechas y con una pelotas de piedra redondas… y tan grandes como el puño, con unas cuerda atada que las guía, las cuales tiran tan certero que no hierran a cosa que tiran…”. Describe el elemento pero no lo nombra, porque era algo desconocido para el conquistador.
El gaucho hará de ellas una pilcha inseparable en su permanente vida de campo, útil -como se dijo al principio-, en el trabajo y la pelea, más bien imprescindible en las travesías por la inconmensurable llanura, donde (se ha dicho muchas veces), quedar de a pie, era estar en la antesala de la muerte. Así es que Don Justo P. Sáenz (h) ha testificado: “Las boleadoras de potro, llevábanlas nuestro antiguo hombre de campo ceñidas a la cintura con dos o tres tipos de nudos que permitían desatarlas al más leve tirón. Es así que he conocido criollos que en contados segundos las tenían en el aire, revoleando, casi con la rapidez con que se arranca un revolver de la pistolera. (…) y conjurábase con su oportuno empleo, el grave riesgo que suponía quedar a pie en una rodada”.
Existen dos tipos de boleadoras: “las potreras”, con bolas grandes de piedra o madera dura, retobadas en cuero, unidas por tres ramales confeccionados en cuero crudo torcido de una extensión no menor al metro ochenta.
El otro tipo se denomina “avestruceras o ñanduceras”, y acá la diferencia fundamental es que las bolas son de un tamaño bastante menor, también de piedra e incluso confeccionadas en plomo, pudiendo ser de dos o tres ramales. El mismo Sáenz ha afirmado que desde un caballo a la carrera “…circunstancia que les confiere un mayor alcance, que suele aproximarse, cuando son lanzadas por un brazo poderoso, a los cincuenta metros”.
En las “potreras” de 3 ramales, uno de estos lleva una bola un poco más chica y ese ramal es apenas más largo, más o menos el tamaño de una bola; a ese ramal se lo denomina “manija” y es la bola que se agarra para revolear; justamente, en 1845, Francisco Javier Muñiz describió: “Las usan tomando la más pequeña, que llaman manija; y haciendo girar sobre la cabeza las otras dos voladoras las despiden a las patas del caballo…” o animal que quieren apresar.
Antecesora fue la “bola loca o bola perdida”, arma arrojadiza formada por una piedra sujeta a una lonja de cuero de más o menos un metro, que el indígena tiraba con mucho acierto.
El siempre poético Artemio Arán la definió: “Serpiente de tres cabezas que se enrosca a las patas del bagual o el (cogote del) ñandú en gambeta”. En la actualidad, en nuestra campaña, se llevan más que nada conformando grupa en la cabeza de los bastos, armando el recado. 
(En el blog "Poesía Gauchesca y Nativista", se pueden leer los versos de "Las Boliadoras" de Martín Castro)

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