Sobre el cierre del número
anterior informábamos del fallecimiento de Don Félix Coluccio, acaecido
el 4 de agosto, a la edad de 93 años.
Digamos de él que había nacido en
la ciudad Buenos Aires el 23/08/1911, dedicando su larga vida, apasionadamente,
al estudio del folclore argentino y latinoamericano.
Maestro, profesor de geografía y
de educación física, de su amistad con el consagrado estudioso Augusto Raúl
Cortazar –quien le sentenció “te voy a pasar el
veneno del folklore”-,
devino su dedicación al estudio y la investigación folclórica que vislumbró
cuando dictaba Geografía Humana.
Hace ya mucho, corría 1948,
sorprendió al mundillo de la investigación con la publicación de los dos
volúmenes de su “Diccionario Folklórico Argentino”, al que continuó
mejorando y ampliando a lo largo del tiempo, llegando en la actualidad a las
diez ediciones.
Sus tareas de campo lo llevaron a
los rincones más apartados y recónditos de Argentina y naciones hermanas como
Bolivia, Uruguay, Paraguay, Chile y Méjico; a lomo de caballo o de mula, a
veces a pie, otras en vehículos de Gendarmería, y también en algún transporte
facilitado por un lugareño, llegó para mimetizarse con la comunidad o el rancho
que visitaba, despojado de los apuros y urgencias de la vida ciudadana, con la
paciencia y la observación necesaria, hasta poder escuchar tras varios días,
naturalmente y sin presiones, el relato o las referencias en cuya búsqueda
había ido.
Su encomiable dedicación
fructificó en cuantiosos libros –más de cincuenta-, de los que a modo de
ejemplo además del ya nombrado citamos: “Diccionario de Voces y Expresiones
Argentinas”, “Diccionario Folklórico de la Flora y la Fauna de América”, “Diccionario de Creencias y
Supersticiones Argentinas y Americanas”, “Diccionario de Juegos Infantiles
Latinoamericanos”, “Fiestas y Celebraciones de la República Argentina ”
y “Presencia del Diablo en la Tradicional Oral
de Iberoamérica”.
De las muchas distinciones
obtenidas por su trabajo, no podemos dejar de mencionar la Faja de Honor de SADE
nacional en 1953; la declaración de Ciudadano Emérito de la Cultura Argentina
por parte del gobierno nacional en 1999; el homenaje en 2002, de la Academia Argentina
de Letras, por considerarlo “decano de los
folklorólogos de nuestro país y uno de los más respetados del continente”
atento también a su permanente “vocación de
servicio”;
la declaración de Académico Honoris Causa por la Academia Porteña
del Lunfardo, en octubre de 2003, y el Premio Konex de Platino otorgado en
noviembre de 2004.
Ocupo altos cargos e integró
destacadas instituciones, por ejemplo fue Subsecretario de Cultura de la Nación en 1974/75, Director
del Fondo Nacional de las Artes en dos períodos, primero en 1973/74 y luego de 1984 a 1991; fue Miembro de la Academia Nacional
de Geografía y también de la Academia Nacional del Tango. Y lo enumerado no es
todo.
Su particular forma de ver e
interpretar el saber folclórico y el acervo tradicional lo diferencio y
enfrentó con otras concepciones de estudio, incluso con la del creador de la
ciencia folclórica, Willams J. Thoms.
En nota de Sánchez Zinny, en “La Nación ”, éste dice: “Don
Félix no ve en el folklore algo del pasado: interpreta sus formas cristalizadas
como simples momentos de cosas que luego siguieron evolucionando. Con socarrón
respeto se ríe por lo bajo de esas limitaciones de que ya no hay más gauchos o
compadritos, o lo que fuese. ‘Están acá, somos nosotros, sólo que como no
podemos ser en todo como antaño, en ciertos aspectos somos distintos’”. Y remató en otra ocasión
respecto de la existencia del gaucho que “el
mundo cambia y el hombre con él”. Y agrega Zinny, “a
su juicio, el gaucho no murió ni se extinguió: transfigurado se hizo paisano,
se hizo peón, se hizo chacarero, emigró a la ciudad y ahí fue obrero y
compadrito y comerciante, y estudió, y somos nosotros, gauchos verdaderos y
cabales, aunque no nos demos cuenta”.
Por supuesto que se puede
discrepar con su interpretación del suceso, lo que no se puede es dejar de
reconocer su total dedicación a la investigación y la honestidad al expresar su
convencimiento.
Falleció en su ciudad natal
diecinueve días antes de cumplir 94 años. Sus restos fueron depositados en el
Cementerio de la Chacarita.
Es de desear que sus hijos
-Marta, Susana, Amalia y Jorge-íntimos conocedores y partícipes de sus métodos
investigativos, den continuidad a su notable labor en bien del propio
conocimiento.
(Publicado en el Boletín de la AAET en 12/2005)
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