domingo, 20 de mayo de 2012

APUNTES SOBRE EL PAYADOR


Payador es decir memoria. Canto primigenio. Aedo universal que encontró en América campo fecundo para reproducirse, y en la cuenca del Plata el sitio ideal para agaucharse.
Siempre estuvo donde tuvo que estar: en el despertar de un mayo auspicioso, en el júbilo de un julio de ensueños, en las expediciones de un ejército ilusionado, en el fragor de los preclaros provincianos; en todos los sucesos que justificaran su presencia.
Desde aquellos anónimos sin nombre para la historia, hasta el Gabino que le fijara un rumbo; y de él a los exponentes de estos primeros escarceos del Siglo XXI, mucho tiempo ha transcurrido, y mucho han cambiado las cosas con el tiempo. Pero lo que no cambió es la vigencia del canto payador. Canto que con las intermitencias propias de la vida, siempre ha estado y es de suponer que siempre estará, porque ni la globalización ni las comunicaciones del ciber-espacio podrán quitarle a su expresión la impronta repentista que es el encanto de ese arte, sorprendente ejercicio de mentes ágiles capaces de cantar con forma, métrica y rima, sobre los temas más dispares y en los más variados ritmos.
Y como que los payadores son hombres, lógico es que algunos de los estuvieron ayer hoy no estén; que así se forma el sedimento de la vida, cantera inagotable capaz de generar depósitos notables con la memoria de los que se han marchado pero han dejado la sustancia de su estro.
Valga entonces evocar a Rodolfo Lemble (1947 / 2003), aquel cantor de Maipú, Madariaga y Ayacucho, que radicado en La Plata volcó todo su impulso hacia el canto repentista convirtiéndose en un referente de seriedad y profesionalismo en eso de izar la enseña del canto payador como un emblema de identidad genuino y blasón criollo. Supo Rodolfo cruzar guitarra con todos los argentinos y muchos orientales, y su hombría de bien se reflejó airosa en su decir sencillamente paisano y auténticamente repentista.
Y vuele también la pluma del recuerdo por la memoria de Víctor Nicolás Di Santo (1941 / 2005), el hombre identificado con su Ciudad de Boulogne (San Isidro), de la que salió hacia los cuatros rumbos cancioneros con un mensaje payador, y a la que siempre regresó por ser querencia.
La preocupación de Di Santo por los orígenes de su arte y sus intérpretes, devino en el historiador que investigó minuciosamente, documentando con fundamento los distintos sucesos del arte que amaba.
Por Rodolfo y Víctor que hoy no están, vibrarán las guitarras hermanas y trinarán las gargantas de los que siguen estando, alzando los versos que en el momento dicte la mente respondiendo a la consigna: repentista e improvisado es el verso.
Sirvan los “Encuentros” para refrescar los sueños, para reverdecer las esperanzas, para decir “como ayer, hoy estamos y mañana estaremos. ¡Es promesa!”

(Publicado en el programa del “2do Encuentro de Payadores Rioplatenses”, 21/08/2005)

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