Payador es decir memoria. Canto
primigenio. Aedo universal que encontró en América campo fecundo para
reproducirse, y en la cuenca del Plata el sitio ideal para agaucharse.
Siempre
estuvo donde tuvo que estar: en el despertar de un mayo auspicioso, en el
júbilo de un julio de ensueños, en las expediciones de un ejército ilusionado,
en el fragor de los preclaros provincianos; en todos los sucesos que
justificaran su presencia.
Desde
aquellos anónimos sin nombre para la historia, hasta el Gabino que le fijara un
rumbo; y de él a los exponentes de estos primeros escarceos del Siglo XXI,
mucho tiempo ha transcurrido, y mucho han cambiado las cosas con el tiempo.
Pero lo que no cambió es la vigencia del canto
payador. Canto que con las intermitencias propias de la vida, siempre ha
estado y es de suponer que siempre estará, porque ni la globalización ni las
comunicaciones del ciber-espacio podrán quitarle a su expresión la impronta
repentista que es el encanto de ese arte, sorprendente ejercicio de mentes
ágiles capaces de cantar con forma, métrica y rima, sobre los temas más
dispares y en los más variados ritmos.
Y como que los payadores son hombres, lógico es
que algunos de los estuvieron ayer hoy no estén; que así se forma el sedimento
de la vida, cantera inagotable capaz de generar depósitos notables con la
memoria de los que se han marchado pero han dejado la sustancia de su estro.
Valga
entonces evocar a Rodolfo Lemble
(1947 / 2003), aquel cantor de Maipú, Madariaga y Ayacucho, que radicado en La Plata volcó todo su impulso
hacia el canto repentista convirtiéndose en un referente de seriedad y
profesionalismo en eso de izar la enseña del canto payador como un emblema de identidad genuino y blasón
criollo. Supo Rodolfo cruzar
guitarra con todos los argentinos y muchos orientales, y su hombría de bien se
reflejó airosa en su decir sencillamente paisano y auténticamente repentista.
Y vuele
también la pluma del recuerdo por la memoria de Víctor Nicolás Di Santo (1941 / 2005), el hombre identificado con
su Ciudad de Boulogne (San Isidro), de la que salió hacia los cuatros rumbos
cancioneros con un mensaje payador, y a la que siempre regresó por ser
querencia.
La
preocupación de Di Santo por los
orígenes de su arte y sus intérpretes, devino en el historiador que investigó
minuciosamente, documentando con fundamento los distintos sucesos del arte que
amaba.
Por Rodolfo y Víctor que hoy no están, vibrarán las guitarras hermanas y trinarán
las gargantas de los que siguen estando, alzando los versos que en el momento
dicte la mente respondiendo a la consigna: repentista e improvisado es el
verso.
Sirvan los “Encuentros” para refrescar los sueños,
para reverdecer las esperanzas, para decir
“como ayer, hoy estamos y mañana estaremos. ¡Es promesa!”
(Publicado
en el programa del “2do Encuentro de Payadores Rioplatenses”, 21/08/2005)
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