Diario El Día de La Plata - Cartas - edición del 3/08/1998
Varios motivos:
la amistad, la ciudad, los libros y un aniversario, me llevan a escribir estas
líneas.
Hace unos 15
años compartiendo con mi admirado Carlos Moncaut, una sabrosa charla sobre esa
debilidad que en común tenemos y que es “la Magdalena ” (encuentros
en los que yo lo que más hago es preguntar y escuchar), a raíz de un trabajito
que me encontraba realizando referido a como se la veía en la literatura, como
la habían pintado sus escritores, me habló Don Carlos de “Silvano Ponce – la
novela de un mensual”, libro que había da a luz el Dr. Délfor B. Méndez, y que ambientaba en esos pagos.
Puso el
ejemplar en mis manos, pude hojearlo y tuve así mi primer contacto con él.
Conocía yo el
nombre del doctor, no por haber leído algo suyo, sino porque había tenido
cierto trato con mi abuelo materno, siendo ambos magdalenenses.
Algunos meses
después de aquella charla profética (creo que antes del año), gracias a otro
artífice de los libros, en este caso Mario Lenzi, pude tener mi propio ejemplar; y por supuesto me referí a
él en ese escrito que preparaba y mencioné más arriba.
Hace algo más
de 5 años en este mismo diario y desde la sección “Críticas-Comentarios de
Libros”, alguien que no se identifica (y es una lástima), escribió un recuadro
titulado “Releecturas”: Silvano Ponce”, y allí en apretada síntesis, se
mencionaban todos los títulos de Méndez,
y se dice de su novela que “tanto por su
estilo como por su contenido, se la ha comparado con Don Segundo Sombra”.
Desconocemos el mes, pero podemos afirmar que este año, cumple su 60º aniversario
aquella novela, que hoy resulta -más allá de ser una pintura costumbrista de
profundo valor regional-, toda una rareza.
Gracias a ese
rincón que los curiosos nunca salteamos y que se refiere a La Plata , hace 25-50-100 años,
pudimos saber que en julio de 1969 en la Ciudad de Magdalena se le rindió homenaje a ese
hijo pródigo, dando su nombre al Club Literario, en acto que engalanaron gente
de la cultura y autoridades locales y provinciales.
No obstante, es
poco o muy poco lo que sabemos de Méndez,
y no damos con el lugar indicado para desasnarnos al respecto.
Hace un par de
meses, otro amigo apasionado de las artes, Jorge H. Paladini, me facilitó para
la lectura, la última obra de Méndez,
“Viñetas Platenses”, publicada por la Municipalidad , justamente en el año que cerraría
definitivamente los ojos, 1950.
Leyéndolo, me
encontré con una de las “viñetas” titulada “Parque Saavedra”, la que se abre
con una ilustración de Redoano que muestra la escalinata que coronaba la
escultura “la cabeza del indio”.
En lo que va
del año, y desde éstas páginas varias veces se hizo hincapié en el deterioro
estatuario que viene sufriendo la ciudad, inclusive la foto del Saavedra “sin
manos” salió más de una vez, como también se mostró la destruida “fuente de los
angelitos”, que daba el frente al palacio fundacional que lamentablemente
consumieran las llamas de una incomprensible negligencia adolescente. Todo lo
apuntado -y habría más- dentro del predio del Parque Saavedra, donde ya no está
más esa “cabeza de indio”, que fuera testigo mudo de encuentro y sueños
guitarreros en los albores de los ’60, y de la que Méndez en sus “Viñetas” textualmente decía: “El indio, con su gesto cansado
de divisar lejanías, eterniza en su metalización, un recuerdo cargado de lanzas
de tacuara. Cabeza autóctona envinchada en el dolor de la persecución
desmesurada, simboliza una raza que se pierde en el turbión cosmopolita de la época.
El Indio, ese del Parque Saavedra, en su humildad de vencido, se ampara en un
ombú, viejo compañero que también se va. Y como no tienen ya nada que decirse,
porque se lo han dicho todo, permanecen callados, dejando que el corazón eche
el resto. El indio y el ombú, son moléculas de pampa, en medio del extranjerismo
exagerado de la Ciudad.
Chocan como dos pecas en el rostro inmaculado de una mujer bonita”.
(A pesar de los años transcurridos de la publicación a hoy, no solo sigue todo igual, sino que podría decirse ha empeorado, siendo lastimoso el estado de muchos monumentos)
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