Es esta, una de esas notas que nunca
desearíamos escribir. Está claro que los homenajes deben hacerse en vida. Pero
a veces las circunstancias mandan. Y esta introducción viene al caso porque el
miércoles 18 de agosto, sorpresivamente para muchos, se apagó la existencia de Álvaro Istueta Landajo, el “Basko” o “Alvarito” para sus íntimos y amigos. Tenía 72 años.
El hombre descollaba como poeta campero, y cuando incursionaba en la
prosa -como bien lo hiciera desde estas páginas-, aportaba ese estilo
particular, tan propio entre paisanos.
En la década del 80, un domingo en
Radio Provincia de Buenos Aires, conversaba en uno de los estudios con Omar
Moreno Palacios; inquiríale sobre cuestiones de poetas criollos incluido él,
por supuesto, cuando me dijo algo así:
“Te tengo que hacer conocer los versos de un amigo mío que escribe muy bien,
Istueta Landajo -me dijo- lo
conocés?” Y la verdad que no, pero viniendo la información de donde venía,
era para tener en cuenta.
Fue en una carpeta de Rodolfo Ramos
donde leí las primeras décimas del “Basko”,
y casi enseguida la búsqueda se coronó con el hallazgo de su primer libro “Pa’l Que Guste”, subtitulado “de mi
marca”, la misma nominación que el libro de Pedro Risso.
Y confirmé entonces las bondades de
su verso, supe de ese decir criollo, preciso, justo y pícaro, tan caro a mi
paladar. Que no cualquiera se expresa a lo campero, que esto no se aprende en
libros ni en escritorios; es en la propia campaña donde se transmiten esos
decires, esos giros, esas ocurrencias. Claro que tampoco alcanza con andar un
domingo de gauchada. Hay que ser uno más del medio, hecho y derecho: un
paisano. Y eso era el “Basko” aunque
afincara en la gran urbe.
Su primer libro, el ya citado “Pa’l Que Guste”, aunque preparado
hacia 1983 apareció en 07/1988 con el sello editorial de Veryman S.A. de Mar
del Plata.
Si bien no tiene propiamente un
prólogo, las palabras de varios amigos lo apadrinan: Oscar Campos, Francisco J.
Bourdieu, Luis A. Flores, Isidoro Bordenave, Olegario V. Andrade (h.) y Luciano
Miguens.
La segunda obra se titula “Porfiando…” y apareció con sello de
Editorial Sinopsis en 09/1998, y al igual que la anterior se demoró casi un
lustro en ver la luz. Lleva prólogo de Alicia Jurado y contratapa de Luis
Flores.
Éste recibió la Faja de Honor “25 de Mayo” a
la producción editada e/1997-98 en el certamen organizado por la AAET .
Sus amigos pintores (Althabe, Ramos,
González Guerrico, Marenco, Montefusco, Márquez Urquiza, Solari, Madero)
ilustraron profusamente sus dos libros poniéndole un valor agregado.
Durante años “lo perseguí”
pidiéndole me contestara un cuestionario para agregar sus datos a mi archivo;
finalmente me envió un “resumen que
tecleó mi adorada hija Dolores”. Esto fue hace un año. Me cuenta allí como
se inició en el verso: “Empecé a escribir
a los 14 años, luego de un viaje a caballo desde ‘La Bendición ’ de mi abuelo
materno, Juan Carlos Saravia, en Gral. Belgrano, a “La Alegría ” de Pancho
Cambaceres, en Udaquiola; los dos campos sitos en la provincia de Buenos Aires
y distantes 20 leguas, poco más o menos.”
Cambaceres le describe mi llegada a mi abuelo, en un verso ‘picante’ que
hirió mi juvenil orgullo. Se lo contesté en un tono semejante… que provocó
jocosos comentarios entre los dos.”
Me tocó como jurado premiarle
algunos versos y un cuento y es que uno se queda sorprendido y embobado, cuando
al describir una tropa que están formando para la feria alguien ordena:
“Echale el lente al toruno
porque si no te cuidás
se te va’volver p’atrás
y no te va quedar ni uno,
apistolalo al lobuno
así como vos sabés,
enverijalo, entendés,
cosa que’sté bien alerta….
que te va buscar la puerta
no te dije… ¡áhi lo tenés!”
Y más adelante, para finalizar,
remata camperamente:
“¡Ajá ¡Te gustó mierdita!
¡Se te saltaron los moco’!
¡Echale la culpa’l soco
que’nsiyo… pa’ la escuelita!”
Se sonríe Ramón Pita
mientras el armao desfleca,
y con socarrona mueca
acariciando el lobuno
le dice, hinchao, al toruno:
“¡Me yaman… ‘Paleta Seca’!”
Como dije antes, estas
cosas, expresiones, giros, formas de decir, solo son propias del que está
consustanciado con lo campero.
Por eso dijo Juan L.
Miguens “como un testimonio de que el
autor sabe lo que dice, con un claro enfoque de lo criollo y lo campero, a la
manera de los que palpitamos con nuestros queridos pagos del sur de Buenos
Aires.”
Fue nuestro director,
Raúl Fuinucci, quien lo instó a que escriba todas esas sabrosas historias que
narraba en una rueda de amigos con esas salidas imprevistas y chuscas que lo
pintaban de cuerpo entero.
Justamente la última
vez que hablamos fue porque con una de sus salidas había dejado preocupado a un
amigo.
En las habituales
platicas sobre versos y poetas en que sabemos bien gastar las horas, he sostenido
desde que lo conocí, que entre la media docena de poetas camperos que marcan el
rumbo uno era él, Istueta Landajo, y
estoy seguro de eso.
Hago mías palabras de
Francisco Bourdieu para decir al unísono que el “Basko” “realmente nació
poeta en todo el rigor del vocablo”.
Vale acotar que quizás
su última aparición importante, haya sido su participación como “Picardía” -el
hijo de Cruz-, en la grabación del Martín Fierro que encabezaba su amigo Moreno
Palacios.
Finalmente digamos que
había nacido en Quilmes, provincia de Buenos Aires, el 31 de enero de 1938, y
casado con Sara Josefina Martín Seeber, conformó un hogar que alumbró tres
hijos: Álvaro, Soledad y Dolores. A ellos, nuestros respetos.
………………….
Ta’ que nos la hiciste
fiera… qué agachada “Basko”!... dejarnos solos en la matera cuando todavía
estaba buena la cebadura…
………………….
(Publicado en Revista El Tradicional Nº 97, del 9/2010)
Que cacho de poeta
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