Escribo estas líneas a raíz de que en los últimos años he visto que ha ido creciendo una confusión, cuando llegado el mes de noviembre los amantes de las tradiciones gauchas nos aprestamos a celebrar, como un regocijo del espíritu, el Día de la Tradición.
Entendidos y neófitos, se encargan en rendirle tributo y homenaje a D. José Hernández, apareciendo en diarios, suplementos, revistas, espacios radiales y televisivos, datos biográficos del eterno poeta, escritos o narrados -según sea el medio-, reconociéndose en todos lados el valor del “Martín Fierro”, su dimensión y alcance, y el significado aún vigente de sus sextinas y sentencias (¡hasta que venga algún criollo en esta tierra a mandar!).
Aclaro que si de algo no tengo empacho en declararme, es en ser Sanmartiniano y Hernandeano, y digo esto para que no se malinterprete esta reflexión que comparto con los lectores.
Ocurre que cuando los impulsores del Día de la Tradición (en la provincia, al menos), se propusieron bregar porque tal iniciativa se convierta en ley (y entiendo que el propósito a nivel nacional debe haber sido el mismo), lo que pretendían era reverenciar con el alma de hinojos, todo lo inherente a las tradiciones gauchas del país, esos usos y costumbres propios del tipo social llamado “gaucho”, que se venía dando en el territorio nacional desde hacía casi dos siglos.
De acuerdo en esta condición básica y puestos a buscar una fecha acorde y apropiada para celebrar sin pitos ni matracas un acontecimiento que sirva como reverencia a la ya por entonces maltratada propia identidad, gestada en esos doscientos años ya aludidos, se convino en que el día del natalicio de Don José Hernández era el más apropiado, peticionándose entonces para que sea el 10 de noviembre, el día a instituir en el calendario de celebraciones.
El correr del tiempo y los vaivenes de nuestra propia realidad, han hecho -a mi entender- que poco a poco se vaya tergiversando el sentido del homenaje, al que interpreto mucho más amplio como un agasajo a todo el espectro de lo que significan y representan las tradiciones gauchas, que limitado a una conmemoración del natalicio del poeta gaucho.
Es reivindicar la identidad de la fecha, si lo que sobre la misma se escribe y se enuncia en los discursos del caso, habla de la historia del gaucho, por ejemplo, de sus habilidades y de su abnegación y de tantas cosas que tienen que ver con la cultura gaucha y sirven para su evocación.
Por otro lado hago hincapié en mentar las tradiciones gauchas, ya que la tradición, así a secas, comprende cuestiones que nada tienen que ver con el gaucho, su vida y sus costumbres.
No niego que el 10 de noviembre puede haber un acto frente al monumento de Hernández -donde lo haya- y que de él se hable; lo que sostengo es que aquello que se escriba o se difunda por radio y televisión puede y debe tener un contenido en el que converjan no sólo Hernández, sino todas aquellas personas que con su esfuerzo contribuyeron a desentrañar y honrar la imagen del gaucho, prototipo podría decirse, de aquellos que añoramos un país que se reconozca a si mismo por el basamento de la historia, y no una nación ignorante que ande gritando por pecho, espalda y sombreros extraños, consignas que en nada nos identifican ni nos representan y que sólo nos ligan al yugo de esclavitud cultural, la peor de las esclavitudes ya que se ignora que se la padece, cuestión que le apetece así sea a quien o quienes la imponen.
Sin olvidarnos de Hernández, tengamos presente que al celebrar el Día de la Tradición, estamos haciendo una simbólica reverencia a toda la historia del gaucho en su conjunto.
Sin crear controversias -que es lo que menos me interesa, pues sirve lo que construye, no lo que destruye-, espero haber aportado alguna luz sobre el particular.
La Plata, 19 de mayo de 2001
Entendidos y neófitos, se encargan en rendirle tributo y homenaje a D. José Hernández, apareciendo en diarios, suplementos, revistas, espacios radiales y televisivos, datos biográficos del eterno poeta, escritos o narrados -según sea el medio-, reconociéndose en todos lados el valor del “Martín Fierro”, su dimensión y alcance, y el significado aún vigente de sus sextinas y sentencias (¡hasta que venga algún criollo en esta tierra a mandar!).
Aclaro que si de algo no tengo empacho en declararme, es en ser Sanmartiniano y Hernandeano, y digo esto para que no se malinterprete esta reflexión que comparto con los lectores.
Ocurre que cuando los impulsores del Día de la Tradición (en la provincia, al menos), se propusieron bregar porque tal iniciativa se convierta en ley (y entiendo que el propósito a nivel nacional debe haber sido el mismo), lo que pretendían era reverenciar con el alma de hinojos, todo lo inherente a las tradiciones gauchas del país, esos usos y costumbres propios del tipo social llamado “gaucho”, que se venía dando en el territorio nacional desde hacía casi dos siglos.
De acuerdo en esta condición básica y puestos a buscar una fecha acorde y apropiada para celebrar sin pitos ni matracas un acontecimiento que sirva como reverencia a la ya por entonces maltratada propia identidad, gestada en esos doscientos años ya aludidos, se convino en que el día del natalicio de Don José Hernández era el más apropiado, peticionándose entonces para que sea el 10 de noviembre, el día a instituir en el calendario de celebraciones.
El correr del tiempo y los vaivenes de nuestra propia realidad, han hecho -a mi entender- que poco a poco se vaya tergiversando el sentido del homenaje, al que interpreto mucho más amplio como un agasajo a todo el espectro de lo que significan y representan las tradiciones gauchas, que limitado a una conmemoración del natalicio del poeta gaucho.
Es reivindicar la identidad de la fecha, si lo que sobre la misma se escribe y se enuncia en los discursos del caso, habla de la historia del gaucho, por ejemplo, de sus habilidades y de su abnegación y de tantas cosas que tienen que ver con la cultura gaucha y sirven para su evocación.
Por otro lado hago hincapié en mentar las tradiciones gauchas, ya que la tradición, así a secas, comprende cuestiones que nada tienen que ver con el gaucho, su vida y sus costumbres.
No niego que el 10 de noviembre puede haber un acto frente al monumento de Hernández -donde lo haya- y que de él se hable; lo que sostengo es que aquello que se escriba o se difunda por radio y televisión puede y debe tener un contenido en el que converjan no sólo Hernández, sino todas aquellas personas que con su esfuerzo contribuyeron a desentrañar y honrar la imagen del gaucho, prototipo podría decirse, de aquellos que añoramos un país que se reconozca a si mismo por el basamento de la historia, y no una nación ignorante que ande gritando por pecho, espalda y sombreros extraños, consignas que en nada nos identifican ni nos representan y que sólo nos ligan al yugo de esclavitud cultural, la peor de las esclavitudes ya que se ignora que se la padece, cuestión que le apetece así sea a quien o quienes la imponen.
Sin olvidarnos de Hernández, tengamos presente que al celebrar el Día de la Tradición, estamos haciendo una simbólica reverencia a toda la historia del gaucho en su conjunto.
Sin crear controversias -que es lo que menos me interesa, pues sirve lo que construye, no lo que destruye-, espero haber aportado alguna luz sobre el particular.
La Plata, 19 de mayo de 2001
(Publicado en el N° 16 de Revista De Mis Pagos)
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