La reciente “Exposición de Otoño” en la SRA me llevó a revisar papeles, buscando algo que escribí cuando la visité por primera vez en el año 2000, y que conservo inédito. Espero que lo entonces visto haya cambiado.
La 26° Exposición de Otoño de Caballos de la Raza Criolla fue mi primera experiencia en la materia. Me debía una visita para conocerla, y el sábado 18 concurrí.
Llegué pasadas las 15.15 hs. cuando en la pista se estaba llevando a cabo la paleteada, y me apuré a ubicarme en la tribuna.
¡Qué pingos!, se me iban los ojos; que manera de dar rienda ante las exigencias del jinete, ¡si las yuntas eran como tenaza ni bien calzaban al vacuno al salir éste de la manga!
¡Qué pelos bonitos! ¡Qué animales bien conformados! El que montaba el veedor o jurado (desconozco la denominación), de boina roja, parecía escapado del pincel de un artista (¿Sería un azulejo overo…?).
Tras la impresión primera otras cosas empezaron a llamar mi atención: las pilchas y los aperos. Había pensado encontrar expresiones regionales de todo el país, y de pronto llegué a la conclusión que estaba en un ruedo chileno. No había recados regionales (lo que más aproximaba era a la zona de Cuyo), ensillaban en su mayoría con cascos chilenos, muy cortitos (eso sí, había algunos cojinillos muy buenos) y el 80% con bajador, estribos capachos o de fierro, espuelas chilenas; los sombreros -muchos, no digo todos-, al estilo allende los Andes.
En ese momento calculé unos 40 caballos ensillados en la pista, y si mi ojo no le erra -por la distancia, explico-, uno solo usaba bastos.
Quiero creer que había cabañas y representantes de nuestra provincia, pero ¡no ví un solo recado corto al estilo de los que habitualmente se ensillan en nuestra campaña para el trabajo diario!
¿O será que los cabañeros obligan a su gente a esa usanza?
Otra cosa: todos los animales de larguísimos flequillos. ¿Cuál es la razón? Indudablemente es una moda. Puede que antaño alguno se lo usara, pero ahora todos igual…
Rescato el uso de la boina y el pañuelo tendido; mientras no nos uniformemos me parece una buena expresión.
Hago hincapié en reconocer que casi todos los paisanos demostraban ser muy baquianos, muy de a caballo. No tengo dudas de ello.
Otra cosa que llamó mi atención, fue ver castigar con la manija del rebenque pasada en la muñeca y agarrando del cabo; y lo peor, ver chirlear con bronca a algún caballo después de haber fracasado en la faena. ¿Qué culpa tiene el pingo?
Que lindo hubiese sido -para mi, opino- ver en un encuentro como ese, a los representantes de Santa Fe, Corrientes, Mendoza, Entre Ríos o de la provincia que fuese, con sus pilchas regionales de trabajo. La muestra ganaría en federalización y didáctica.
Pregunto: ¿desde cuando somos aprendices o copiones (que es peor) de los hermanos chilenos…?
¡Y no me vengan después con que es un deporte y hay que actualizarse!
Muy bueno lo que se mostraba en el pabellón de los puestos: los carruajes antiguos, el de Marenco (felicito a su nieto Francisco), los artesanos plateros que estaban trabajando, los puestos de platería y otras pilchas, y un lujo lo que ofrecía la Librería Capítulo I.
Artículo INÉDITO
La 26° Exposición de Otoño de Caballos de la Raza Criolla fue mi primera experiencia en la materia. Me debía una visita para conocerla, y el sábado 18 concurrí.
Llegué pasadas las 15.15 hs. cuando en la pista se estaba llevando a cabo la paleteada, y me apuré a ubicarme en la tribuna.
¡Qué pingos!, se me iban los ojos; que manera de dar rienda ante las exigencias del jinete, ¡si las yuntas eran como tenaza ni bien calzaban al vacuno al salir éste de la manga!
¡Qué pelos bonitos! ¡Qué animales bien conformados! El que montaba el veedor o jurado (desconozco la denominación), de boina roja, parecía escapado del pincel de un artista (¿Sería un azulejo overo…?).
Tras la impresión primera otras cosas empezaron a llamar mi atención: las pilchas y los aperos. Había pensado encontrar expresiones regionales de todo el país, y de pronto llegué a la conclusión que estaba en un ruedo chileno. No había recados regionales (lo que más aproximaba era a la zona de Cuyo), ensillaban en su mayoría con cascos chilenos, muy cortitos (eso sí, había algunos cojinillos muy buenos) y el 80% con bajador, estribos capachos o de fierro, espuelas chilenas; los sombreros -muchos, no digo todos-, al estilo allende los Andes.
En ese momento calculé unos 40 caballos ensillados en la pista, y si mi ojo no le erra -por la distancia, explico-, uno solo usaba bastos.
Quiero creer que había cabañas y representantes de nuestra provincia, pero ¡no ví un solo recado corto al estilo de los que habitualmente se ensillan en nuestra campaña para el trabajo diario!
¿O será que los cabañeros obligan a su gente a esa usanza?
Otra cosa: todos los animales de larguísimos flequillos. ¿Cuál es la razón? Indudablemente es una moda. Puede que antaño alguno se lo usara, pero ahora todos igual…
Rescato el uso de la boina y el pañuelo tendido; mientras no nos uniformemos me parece una buena expresión.
Hago hincapié en reconocer que casi todos los paisanos demostraban ser muy baquianos, muy de a caballo. No tengo dudas de ello.
Otra cosa que llamó mi atención, fue ver castigar con la manija del rebenque pasada en la muñeca y agarrando del cabo; y lo peor, ver chirlear con bronca a algún caballo después de haber fracasado en la faena. ¿Qué culpa tiene el pingo?
Que lindo hubiese sido -para mi, opino- ver en un encuentro como ese, a los representantes de Santa Fe, Corrientes, Mendoza, Entre Ríos o de la provincia que fuese, con sus pilchas regionales de trabajo. La muestra ganaría en federalización y didáctica.
Pregunto: ¿desde cuando somos aprendices o copiones (que es peor) de los hermanos chilenos…?
¡Y no me vengan después con que es un deporte y hay que actualizarse!
Muy bueno lo que se mostraba en el pabellón de los puestos: los carruajes antiguos, el de Marenco (felicito a su nieto Francisco), los artesanos plateros que estaban trabajando, los puestos de platería y otras pilchas, y un lujo lo que ofrecía la Librería Capítulo I.
Artículo INÉDITO
La Plata, 21 de marzo de 2000
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