La fortuita circunstancia de llegar a nuestras manos un trabajo del Prof. Alcides Degiuseppe, nos avivó el recuerdo por un poeta cuya existencia estuvo muy vinculada a la Ciudad de La Plata y a la literatura del terruño.
Nos referimos a Ismael Dozo, nacido en Necochea, el 16 de diciembre de 1900, y fallecido en ésta el 24 de mayo de 1975.
Pasa varios años de su infancia en Eduardo Castex, La Pampa; luego cursa estudios secundarios en La Plata; retorna a La Pampa, más precisamente a Santa Rosa, y por último se afinca en la capital bonaerense donde estará empleado en la Escribanía de Gobierno, y en la Aduana, manteniendo un estrecho vínculo con la zona del Samborombón, desempeñándose como Jefe de Resguardo en el partido de Lavalle.
Sus composiciones poéticas reflejarán con emoción los paisajes de La Pampa de su infancia y también los de la zona bonaerense arriba aludida.
Su obra se integra con: “Vino de mis odres” (1923), “Las lontananzas olvidadas (1950), “El pájaro y la estrella” (1959) y “El canto en la penumbra” (1972), encontrándose inédito “El salitral, el médano y el monte”, que como tal recibiera en 1972 la Faja de Honor de la SEP.
Dice Degiuseppe que “Dozo debe ser tenido en cuenta como uno de los más calificados poetas argentinos, especialmente por su captación de lo telúrico, de lo costumbrista, del sabor local que no siempre está presente en tanta nitidez en nuestra literatura.”
D. Carlos A. Moncaut también lo evocó en su libro “Travesías de Antaño”, en el que reprodujo su muy gauchito “Romance del último postillón”.
Vital siempre escribió ya maduro: “El salitral, el médano y el monte... / lejano ayer que en mi recuerdo aflora. / Nada queda ya de aquella aurora... / Pero aún quedan, poblando el horizonte, / -testigos de mi infancia soñadora- / el salitral, el médano y el monte.” Se fue el 2000 y su centenario pasó -desgraciadamente- desapercibido, pero aún estamos a tiempo de rendirle el homenaje de la evocación, y recordar su poesía con este soneto:
EPUMER
Cacique pampa de una bizarra dinastía,
(Diz que nunca le vieron ni reír ni llorar).
Ranquel pujante y bárbaro que capaz que sabía
de amordazar al trueno y hacerle frente al mar.
¡Oh, salvaje holocausto de libertad!... Un día
se hizo astillas su lanza, vencida en el luchar.
No le sirvió de nada lo mucho que tenía:
El corazón de puma, la sangre del jaguar.
Cayó bajo el acero que conquistó el desierto.
Los médanos nativos cubrieron aquel muerto
que al arenal sediento dio su sangre, al caer.
...Y a la Pampa parece conmover todavía
la enloquecida tribu que, sañuda y bravía,
bramaba entre los montes: ¡Epumer, Epumer!...
Fuente: "12 Personalidades del Siglo", Ed. Almafuerte, 1982
Nos referimos a Ismael Dozo, nacido en Necochea, el 16 de diciembre de 1900, y fallecido en ésta el 24 de mayo de 1975.
Pasa varios años de su infancia en Eduardo Castex, La Pampa; luego cursa estudios secundarios en La Plata; retorna a La Pampa, más precisamente a Santa Rosa, y por último se afinca en la capital bonaerense donde estará empleado en la Escribanía de Gobierno, y en la Aduana, manteniendo un estrecho vínculo con la zona del Samborombón, desempeñándose como Jefe de Resguardo en el partido de Lavalle.
Sus composiciones poéticas reflejarán con emoción los paisajes de La Pampa de su infancia y también los de la zona bonaerense arriba aludida.
Su obra se integra con: “Vino de mis odres” (1923), “Las lontananzas olvidadas (1950), “El pájaro y la estrella” (1959) y “El canto en la penumbra” (1972), encontrándose inédito “El salitral, el médano y el monte”, que como tal recibiera en 1972 la Faja de Honor de la SEP.
Dice Degiuseppe que “Dozo debe ser tenido en cuenta como uno de los más calificados poetas argentinos, especialmente por su captación de lo telúrico, de lo costumbrista, del sabor local que no siempre está presente en tanta nitidez en nuestra literatura.”
D. Carlos A. Moncaut también lo evocó en su libro “Travesías de Antaño”, en el que reprodujo su muy gauchito “Romance del último postillón”.
Vital siempre escribió ya maduro: “El salitral, el médano y el monte... / lejano ayer que en mi recuerdo aflora. / Nada queda ya de aquella aurora... / Pero aún quedan, poblando el horizonte, / -testigos de mi infancia soñadora- / el salitral, el médano y el monte.” Se fue el 2000 y su centenario pasó -desgraciadamente- desapercibido, pero aún estamos a tiempo de rendirle el homenaje de la evocación, y recordar su poesía con este soneto:
EPUMER
Cacique pampa de una bizarra dinastía,
(Diz que nunca le vieron ni reír ni llorar).
Ranquel pujante y bárbaro que capaz que sabía
de amordazar al trueno y hacerle frente al mar.
¡Oh, salvaje holocausto de libertad!... Un día
se hizo astillas su lanza, vencida en el luchar.
No le sirvió de nada lo mucho que tenía:
El corazón de puma, la sangre del jaguar.
Cayó bajo el acero que conquistó el desierto.
Los médanos nativos cubrieron aquel muerto
que al arenal sediento dio su sangre, al caer.
...Y a la Pampa parece conmover todavía
la enloquecida tribu que, sañuda y bravía,
bramaba entre los montes: ¡Epumer, Epumer!...
Fuente: "12 Personalidades del Siglo", Ed. Almafuerte, 1982
(Publicado en el Boletín de la AAET, en 03/2007)
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