martes, 18 de febrero de 2014

CARMEN DE PATAGONES - La Soberana

En los números 90, 91 y 92 estuvimos escribiendo sobre esos “Lugares con Historia” que hemos conocido en nuestras “andadas” y nos han enriquecido el conocimiento. Interrumpimos para evocar a Don Lázaro Seigel (93) y Andino Álvarez (94). Y hoy retomamos el tema de la historia menuda.
A fines de enero del corriente, estuvimos visitando Viedma, Capital provincial de Río Negro, relinchándonos con cumpas como Jorge Vega (El Decidor de Azul), el cantor Mario Tobares, Raúl Lorca, Emilio Victorica, entre otros.
Pero estar en Viedma y no conocer en la otra banda del Río Negro, la ciudad de  Patagones -la población más antigua de la Patagonia norte-, es imposible. En ella y su entorno convive la historia y su población está muy orgullosa de la misma.
Vega y Jorge Muhape -un “maragato” por adopción-, fueron nuestros guías; unas veces uno, sino el otro, nos hicieron sentir tangible el pasado.

La población fue fundada en el período colonial, el  22/04/1779, por D. Francisco de Viedma y Narváez cumpliendo órdenes del Rey Carlos III, y su Fuerte era el punto de defensa de aquellas costas solitarias. Su denominación oficial era “Fuerte y Población Nuestra Sra. del Carmen”.
Estaba asentada y eran sus dominios, una lonja de 10 leguas de largo a contar de la desembocadura del Río Negro, y ocupaba el ancho del valle. Y la particularidad reside en que  esas tierras habían sido cedidas al Virrey Vértiz por el cacique Chanel, en 1778. Vale acotar que en su paso por el lugar, el naturalista Charles Darwin lo llamó “el último rincón de la tierra”.
Los primeros pobladores españoles, provenientes de las provincias de Asturias y León, desembarcaron hacia octubre de 1779, encontrándose con la novedad que allí no existían las viviendas prometidas. Ante ese desamparo y aprovechando que las barrancas de las costas lo permitían, se abocaron a cavar  cuevas en que guarecerse, muchas de las cuales han resistido hasta hoy, conociéndoselas como las “cuevas maragatas”. la Casa de la Cultura, y otras a pleno campo, a la vera del camino de tierra que une el “Cerro de la Caballada” con la desembocadura del río.
Algunas están dentro del casco histórico como las que hay en los fondos del Museo Histórico Regional o en
Estas cuevas cavadas hace 230 años, con el paso del tiempo sufrieron cambios, ya que algunas fueron recubiertas con grandes ladrillos, y apuntaladas con gruesos maderos, dando lugar a verdaderas habitaciones, mientras que otras, como la que está dentro del terreno de la Casa de la Cultura, siguen “al natural”, sin ningún aditamento.
Ya que estamos en el Año del Bicentenario, recordamos un hecho curioso y poco conocido: tras los sucesos de mayo de 1810, se deportaron a Patagones a realistas que no aceptaban la nueva situación política. Así las cosas, en abril de 1812 éstos tomaron el control del sitio reintegrándolo a la Corona española pasando a depender de la Comandancia de Montevideo. La situación se extendió hasta el 13/12/1814 en que fuerzas patriotas recuperaron el poder volviendo todo a la normalidad.

Pero el hecho que dá trascendencia al lugar, quizás aún no reconocido en su verdadera dimensión, es la oposición que las exiguas tropas oficiales y la población hacen a las fuerzas del Imperio de Lusitano cuando en 1827, como consecuencia de la Guerra con el Brasil, quieren por las armas tomar posesión del lugar. Ese hecho que se recuerda como “El Combate de Patagones”, visto a la distancia que dan más de 180 años, tiene un valor similar al de “La Vuelta de Obligado” de 1845, en lo que hace a la defensa de la soberanía.
De no haberse rechazado aquella pretensión invasora, es probable que muy otro sería hoy el dibujo geográfico del país, como que perdido el control sobre el Río Negro, la extensión patagónica hubiese quedado desarticulada del estado Argentino, entonces haciendo pininos.
Estuvimos en el “Cerro de la Caballada” sitio que jugó en la acción un papel principal, actualmente coronado por un gran monumento con forma de pirámide, que lo evoca. Desde allí se otea el río, y mejor visión debe haber ofrecido en el ayer cuando no existían los árboles ajenos a la zona que llevó la mano del hombre. Allí jugó un papel principal el coraje y el ingenio del “Gaucho” Molina que dejó su impronta en los sucesos del 7/03/1827.
En el interior de la Iglesia Parroquial de Nuestra Sra. del Carmen, en las paredes laterales al altar principal (donde se  destaca un gran retrato de Ceferino Namuncurá), enmarcadas y bajo vidrio, se conservan dos de las banderas tomadas a las tropas brasileras en la gloriosa gesta.
Ilustración alusiva al combate, de Carlos Casalla
En la misma iglesia se erige el Mausoleo al Comandante Luis Piedrabuena, que tanto hizo por la soberanía en las costas patagónicas.
El casco histórico de la ciudad, compuesto por unas 24 manzanas de irregular trazado, en el que se conservan varias construcciones de la época colonial, fue declarado el 21/07/2003, como “Poblado Histórico Nacional”.
Nos contaron que Patagones y Colonia del Sacramento, en Uruguay, son “ciudades hermanas” por su común origen “maragato”, y que en el despacho del Intendente de Patagones, comparten lugar la bandera nacional y la de Uruguay.
En el Museo Histórico Regional “Emma Nozzi”, dependiente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, instalado en lo que fuera la Casa  Sucursal, se encuentra reflejada no solo la historia institucional, sino también la historia y vida de la región. Valioso aporte el que hace el Banco cumpliendo una función que casi le es impropia.
También visitamos el museo privado “Gaucho José Luis Molina”, creado por el guitarrista, cantor, recopilador y soguero Ángel Hechenleitner, que aunque montado en un espacio reducido, se encuentra bien presentado, a lo que hay que agregar la didáctica de su dueño para referirse a las distintas piezas que allí atesora. Junto a dicha sala está su taller donde trabaja en sogas, y no muy lejos andan las guitarras en que recrea los ritmos que ha recopilado con paciencia y tesón.
Carmen de Patagones nos dejó el corazón henchido de gozo y las vistas repletas de imágenes de sincera argentinidad.

La Plata, 22 de abril de 2010
(Publicado en Revista El Tradicional Nº 95)

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