Monumento erigido en el Cerro de la Caballada |
ANTECEDENTES
Sin ser historiador -bueno es dejarlo
aclarado-, ya que se cumplen 185 años de un suceso que impidió se fracturara el
territorio nacional y que hoy resulta poco conocido por la ciudadanía en
general, es que trataremos de evocar “El
Combate de Patagones”, hecho acontecido el 7 de marzo de 1827.
La población que hoy conocemos como Carmen de
Patagones, según cuenta Emma Nozzi, “se
llamaba Río Negro por su situación geográfica, Carmen por su Patrona, y
Patagones por los indígenas pobladores de la región, y había sido fundada un 22
de abril de 1779 por Don Francisco de Viedma…”. Dicho puerto y población (“el último Fuerte de la Patria ”), estaba en la
banda norte del Río Negro, con la fortaleza en lo alto de esa barranca, a unas
siete leguas de su desembocadura en el mar, y casualmente por éste, era casi
exclusivamente la comunicación con “la gran aldea”, ya que por tierra era una
travesía azarosa y dificilísima.
La banda sur, pleno valle, era ocupado por las
chacras, quintas y alguna población desperdigada. En 1878, la población de ese
sector daría lugar al nacimiento de la Ciudad de Viedma.
Pero volvamos a la historia. En diciembre de
1825 se había declarado la guerra con el Imperio del Brasil, el que a partir
del 10 de diciembre pone bloqueo al Río de la Plata , impidiendo por lo tanto el movimiento
comercial al puerto “porteño”.
El 20 de febrero, el ejército republicano al
mando de Carlos María de Alvear como General en Jefe, sometió a una dura
derrota a las fuerzas imperiales en la “Batalla de Ituzaingó”, para nosotros, o
“Paso del Rosario”, para ellos.
PROPÓSITO DE BRASIL
Impedida toda actividad en el Plata donde solo
se aventuraba el osado Brown, quien -aunque siempre en inferioridad de
condiciones-, tuvo más de una sorpresa victoriosa; a mar abierto, el gobierno
alentó la “guerra de corsos”, la que asestó tantos y efectivos golpes de mano
al comercio mercante del Imperio, que obligó a éste a desplazar una flota hacia
Patagones, puerto de asiento y operaciones, y seguro refugio de aquellos
intrépidos marinos que actuaban en sus correrías con patrocinio de las
autoridades de las Provincias Unidas.
El convoy, al mando del Capitán de Fragata
James Shepherd (inglés al servicio de Brasil), estaba integrado por las
corbetas “Duquesa de Goyaz” e “Itaparica”, con 22 cañones cada una, el
bergantín goleta “Escudero” de cinco cañones y la goleta “Constancia” de tres bocas
de fuego. Total: 52 cañones.
El mando de éstas estaba a cargo de: Guillermo
Eyre (inglés), Luis Pouthier (corsario francés) y Joaquín Marques Lisboa, éste
-de solo 19 años- serías más adelante el famoso vizconde de Tamandaré. A estos
se sumaban 32 jefes y oficiales y 581 hombres de tropas, de los cuales 250 eran
mercenarios, mayormente ingleses y norteamericanos, a los que hay que sumar la
tripulación de los cuatro navíos.
En contraposición, la guarnición local, bajo la
comandancia militar del Cnel. Martín Paulino Lacarra, soldado de las guerras
libertadoras, estaba formada por una compañía de infantería de unos 150
hombres, de los que 43 eran veteranos del fuerte, 100 eran negros liberados por
el corsario Fourmantín, y otros 9 milicianos al mando del soldado de la
independencia, Cnel. Felipe Pereyra, habían llegado como refuerzos
aproximadamente 9 meses antes, trayendo consigo 150 fusiles, 50 carabinas, 50
sables y munición para las armas.
La artillería, escasa y de poco calibre, se
componía de 4 cañones en la batería próxima a la boca del río; dos piezas en el
Cerro de la Caballada ,
y otras, que se desmontaron de la goleta “Chacabuco” -surta en el puerto por
averías-, instaladas en el fuerte.
Ilustración de Carlos Casalla |
Por otra parte, la noticia de las intenciones
brasileñas, movilizaron a los vecinos que conformaron una milicia de caballería
de entre 80 y 100 hombres, al mando del mendocino Sub Tnte. Sebastián Olivera, donde se encontraba el gaucho José Luis
Molina y sus veintidós compañeros.
En el río, a órdenes del galés Capitán de
Fragata Santiago Jorge Bynnon que acondiciona la sumaca “Bella Flor”
(aprisionada por los corsarios), se improvisa una flotilla, con las balleneras
“Hijo de Julio” al mando del corsario francés Francisco Fourmantín e “Hijo de
Mayo” con el corsario inglés Jaime Harris, ambos artillado con un cañón, el
bergantín “Oriental Argentino” con el francés Pedro Dautant, más las goletas
“Chiquiña” con Juan Soulin y “Emperatriz”.
La población general del Carmen no llegaba al
millar de habitantes.
LAS ACCIONES
El 25 de febrero se acerca a la boca del río
una goleta que enarbola la enseña norteamericana, sin trasponer la barra, sin
duda, en comisión de reconocimiento.
En la mañana del 28, avanzan las cuatro naves
¡enarbolando la bandera de Belgrano!, pero los nuestros no se engañan y abren
fuego, el que es respondido por los poderosos cañones del “Escudero”, que
barren el precario puesto de la costa.
Pero no todo es fiesta para el Imperio, ya que
si bien “Escudero” e “Itaparica” ganan el río, la “Duquesa de Goyaz” queda
varada en la barra, impidiéndole el paso a la “Constancia”; que el río no era
fácil lo demuestra el hecho de que cuatro días después, la nave escora y es
tragada por las aguas.
Finalmente, luego de otras escaramuzas y quizás
presionado por la sorprendente situación que vivía, el invasor inicia el
desembarco de tropas en las primeras horas del 7 de marzo con intención de
marchar sobre la población, pero… mal guiados se extravían, demorando el avance,
y al llegar al Cerro de la Caballada
-sitio estratégico-, son atacados por la caballería del subteniente Olivera,
muriendo en la acción inicial el jefe expedicionario Shepherd, provocando el
desbande despavorido del enemigo que busca protección en los montes, los que
son incendiados por Molina y sus gauchos, mientras que en el río -a pesar de la
desventaja militar-, a favor del conocimiento del mismo, con la ventaja de
navegar corriente abajo, las improvisadas naves de guerra, en arrojadas
acciones de Bynnon y Harris, logran rendir y tomar los navíos imperiales.
Bamdera Imperial chica expuesta en el Templo parroquial |
En dichas acciones, los defensores tomaron 7
bandera al enemigo, de las que se conservan dos, ya que las otras “parecen
haberse destruido en el incendio acaecido en la vieja iglesia”; las que
se conservan -que han sido restauradas- se encuentran en el templo parroquial,
siendo para la población local “no trofeos de guerra, sino uno de los más
preciados testimonios que hacen a nuestra identidad histórica” (de las
placas colocadas en la Iglesia Parroquial
Nuestra Sra. del Carmen).
Digamos por último, que el 21/03/2003, el casco
histórico (unas 24 manzanas de irregular trazado), fue declarado “Población Histórica Nacional”.
Tal cual “La Vuelta de Obligado”, este
“Combate de Patagones”, es un hecho
para tener presente y reflexionar sobre la tenacidad de los defensores.
Bibliografía
- Reseña Histórica (s/firma) – Municipalidad de Patagones
- La primera defensa de nuestra soberanía, por Ramón Giménez (Rev.
Postas Argentinas Nº 409)
- Carmen de Patagones y la fundación de Fortín Conessa, por Emma
Nozzi (1970)
- Historia Argentina, de Vicente Gesualdo -tomo 3- (1984)
- El Combate de Patagones, por Bustos Jorge e Irusta Jorge (2009)
- Carmen de Patagones, la soberana, por Carlos R. Risso (El
Tradicional Nº 95 – 5/2010)
No hay comentarios:
Publicar un comentario