¿Sabe
China, que la adoro…?
¿Qué
no l’he dicho… me dice…?
Prienda…
no me martirice
¡si
usté’s mi único tesoro!
L’he
bordao con hilos de oro
en
el ribete de un verso:
“mucho la quiero”, y el terso
mirar
de sus mácuos ojos
me
acaricia con sonrojos
mientras
bajito convierso.
(14/02/2014)
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