Soy de los que
piensan que en la memoria de los pueblos radica el buen rumbo de su futuro.
La memoria es
el espejo que nos devuelve los hechos que debemos repetir, y también nos
recuerda aquellos en que no debemos reincidir; por eso que reiterativamente
insisto en los primeros; y no olvidar a quienes han contribuido con su aporte y
esclarecimiento, se me figura un hecho de necesaria divulgación.
Y un permanente
y obsesivo recordador y enriquecedor de esa memoria fue, a no dudarlo, el
salteño Augusto Raúl Cortazar, nacido en Lerma el 17 de junio de 1910,
por lo que el presente sería el mes de su nonagésimo aniversario.
Profesor de
Letras, primero; Doctor en Filosofía y Letras después y también abogado, son
esos algunos de los títulos que hacen a su curriculum. Pero fue por sobre todas
las cosas ¡un investigador de campo!, un recorredor de las inmensidades patrias
en la gratificante tarea de recopilar e interpretar usos, costumbres, decires,
sentimientos; folclore y tradición; esencia de vidas, testimonios del pueblo:
nuestro pueblo, nuestro pasado y todo su patrimonio cultural.
Cuestiones
temáticas hacen que suela recurrir a él cuando algún tema “hernandiano” aflora
recorriendo el Martín Fierro, y entonces su trabajo “Realidad, Vida y Poesía en Martín
Fierro” (escrito en marzo de 1960), resulta un oasis de claras
respuestas.
Entre otras
cosas, fue el iniciador con sus cursos, de las carreras de Antropología y
Folclore en la Universidad
de Buenos Aires, como así también miembro del Fondo Nacional de las Artes.
Al decir de
Olga Latur de Botas: “Toda una vida
dedicó (…) a explicar, a enseñar, a valorizar aquellos dones del tiempo…”
Falleció a los
64 años, el 16 de abril de 1974.
(Publicado en el Boletín de la Asociación Argentina de Escritores Tradicionalistas Nº 20)
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